Madagascar. vvaa

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Madagascar - vvaa Petit Futé

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      En el norte se prefiere la rafia; en el suroeste, el aloe y el sisal; los tanala usan el bambú; en la costa este, la ravenala; en Androy, la madera espinosa (por ejemplo, la fantsiholitra o piel espinosa, Alluaudia procera); y los vezo utilizan el junco o, para ser exactos, el vondro.

      La madera se solía usar en las Tierras altas centrales para construir casas hasta principios del siglo pasado. El techo, extremadamente puntiagudo, estaba hecho de paja (bozaka). Hoy en día, el adobe o la tierra en bruto han sustituido a la madera, al igual que al tamboho, las gruesas paredes de laterita que rodeaban la propiedad. Se utiliza la técnica del tapial: se humedece la tierra laterítica, se trabaja con una pala, se pisotea y se mezcla con un aglutinante como la paja de arroz picada o la hierba silvestre. Para hacerse una idea de la arquitectura original de la Imerina, le recomendamos que se acerque hasta la colina sagrada de Antsahadinta, donde se puede observar una magnífica casa tradicional más o menos restaurada. Ambohimanga es otra alternativa atractiva.

      Fuera de los altiplanos centrales, los materiales más comunes son de origen vegetal. En el sur y el suroeste, por ejemplo, se utiliza el vondro o totora (Typha augustifolia, incorrectamente llamada junco), que se encuentra en los pantanos que bordean los manglares del oeste. Se cortan los tallos, se secan en la arena y se eliminan los brotes jóvenes. El vondro es abundante, ligero, manejable y resistente (cualidades interesantes), y deja pasar el aire, algo práctico en regiones calurosas. Como inconveniente, es el hogar de muchos insectos y parásitos.

      Cañas (como soporte), papiro (cerca del lago Alaotra), gramíneas (por ejemplo hierba seca) o palmas (los pecíolos se utilizan para reforzar la estructura y las hojas, para las paredes y los techos), así como la rafia u otras palmeras, como el pandano (Pandanus utilis), que se utilizan para las casas sobre pilotes. Aunque no hay que olvidar el bambú.

      Se suele usar la ravenala, especialmente en el este, que tiene tres utilidades: el raty, cuando las hojas muertas se atan en fardos para cubrir las paredes; la rapaka, la corteza de la ravenala se divide en dos partes y se utiliza para el suelo; y la falafa, que es cuando se parten a lo largo los pecíolos para construir las paredes. Sin embargo, como las paredes de falafa no son estancas, a menudo se recubren de rapaka, bambú aplastado o trenzas de pandano.

      En Madagascar no se puede construir una casa (trano) sin consultar a un adivino: la orientación de cada habitación, una para cada día de la semana, es de suma importancia. Los doce meses del año corresponden a otros tantos lugares de la casa. Como Christiane Ramanantsoa y Henri Ratsimiebo escribieron en su libro Tableaux de Madagascar: «La casa malgache expresa mucho más que una simple respuesta a las necesidades materiales. Tiene un trasfondo espiritual que no se puede reducir solo a la adaptabilidad técnica de las sociedades rurales.» El diseño interior de la casa se corresponde con el día a día de sus habitantes. Los objetos se alinean con los ciclos cósmicos. Así, las cuatro esquinas de la vivienda representan los destinos mayores: se trata de las esquinas del universo (zoron-tany), al noreste, suroeste, noroeste y sureste. También se encuentran los ocho destinos menores, dos por pared en las cuatro paredes de la habitación. El mobiliario de la residencia, por lo tanto, cumple las indicaciones astrológicas, y el conjunto siempre se construye orientado hacia el oeste.

      En su interior, el suelo se divide en tres zonas: roja (favorable), negra (neutra o poco segura) y blanca (desfavorable). El cabeza de familia debe dormir siempre en el noreste (alahamady), que corresponde a los antepasados. Las alfombras deben estar siempre limpias, las lamboany serán de seda. Durante una celebración se vierte un poco de ron en este lugar para conseguir las bendiciones de los ancianos. Además, estos también pueden participar en las celebraciones. Por otro lado, la esquina suroeste, que corresponde al destino favorable, asombola, se reserva para el silo y el mortero del arroz.

      La gran importancia de la familia

      Toda la vida social se basa en el vínculo indisoluble (o casi) de la familia, que conecta a los descendientes con sus antepasados.

      En primer lugar, las mujeres tienen tradicionalmente muchos hijos. Se recuerda a menudo que Rainilaiarivony, Primer ministro, tuvo dieciséis de su primera esposa antes de casarse con la reina. De hecho, la esterilidad se considera un castigo divino. Rasanjy, gobernador de Imerina, proclamó en una ocasión: «¿Qué mayor calamidad puede caer a nuestros hogares que la de no tener hijos, la base en la que se sustentan nuestros mayores y sin la cual no hay mano piadosa que nos lleve a la tumba? Quienes no tienen descendencia es como si les hubieran amputado las manos y los pies.»

      Por supuesto, si la criatura no viene se consulta a un adivino, el cual les impone oraciones y sacrificios. También hay algunas piedras sagradas que tendrían virtudes al respecto, o se pueden comer alimentos picantes para «calentar el estómago». Otras prácticas sirven para «fertilizar» a la mujer estéril (como estirarse sobre la estera de una mujer que acaba de dar a luz).

      El embarazo se ve sometido a numerosos fady, que uno debe tener siempre presente: está prohibido beber ron, cruzar una zanja, comer cangrejos (de lo contrario, el niño tendrá las manos deformadas)... La dieta también es esencial, ya que modifica el comportamiento del niño: es aconsejable, por ejemplo, beber caldo de hocico de vaca al final del embarazo para reducir el moco que rodea al feto. Si el parto es difícil, la mpampivelona, o partera, practica la alanenina, un encanto ritual que consiste en tocar ligeramente el vientre de la paciente repetidamente con un palillo de arroz.

      Cuando el niño nace, hay que encargarse del cordón umbilical. Tradicionalmente, los merina lo cortaban con tijeras, los sakalava con un bambú afilado, los antandroy con un fragmento de madera o vidrio, etc. El bebé no debe lavarse, sino cubrirse con un poco de grasa. Dependiendo de cada pueblo, la placenta se entierra (el caso de los sakalava), se arroja al río (en el sureste) o se da de comer a un buey (entre los merina).

      No debe manifestarse una alegría desmesurada por el nacimiento: el entusiasmo puede traer mala suerte al recién nacido.

      En el pasado existía la costumbre ritual de matar al niño nacido en un día fady (cada pueblo tiene al menos un día fady a la semana). No era un acto bárbaro y gratuito, sino una ceremonia obligada para evitar la mala influencia de estos recién nacidos en la comunidad: de manera que, a primera vista, era un acto para preservar la sociedad, inspirada en el vintana o destino (que, a su vez, se basa en los signos astrológicos). Para llevar a cabo el sacrificio, se solía dejar la criatura en el suelo frente a un grupo de bueyes, que después se liberaban: si el niño sobrevivía milagrosamente, se le dejaba vivir. Sin embargo, se seguían otras prácticas. Los antaimoro, por ejemplo, cambiaban el día, o vadikandro, cuando el niño nacía en jueves, un día fady; se lavaba al bebé con una mezcla que les decía el brujo y luego se le daba otra fecha de nacimiento.

      Desde temprana edad, se lleva al niño a horcajadas sobre la espalda (babena); no pueden vestirle, ya que «no crecería», ni se le puede cortar el pelo durante los primeros seis meses (fady). Además, se le da un nombre que podrá cambiar después, porque la imposición de un nombre definitivo cuando es tan pequeño permitiría que los espíritus malignos se apoderaran de él. Es más, en general pueden cambiar su nombre varias veces a lo largo de la vida, dependiendo de las circunstancias. Por supuesto, ahora esta práctica está mucho menos extendida. El rechazo de la familia es el castigo más terrible que un hijo puede afrontar: tendrá prohibido ser enterrado en la tumba común.

      La boda

      El matrimonio incluye un periodo de prueba sin compromiso. Se puede contraer matrimonio a cualquier edad pero, en general, las cosas han cambiado considerablemente durante el último siglo, ya que los niños se casan a los catorce años y las niñas a los doce. El acuerdo se lleva a cabo entre los

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