Rivales enamorados. Valerie Parv

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Rivales enamorados - Valerie Parv Jazmín

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no tener la suerte de que apareciera alguien para salvarla, tuvo que admitir la Princesa.

      –Yo… llamaré a la policía cuando llegue a casa. Pero no creo que hoy vuelva a intentar nada con nadie.

      –Eso es verdad –dijo él, pero no parecía muy convencido.

      –Gracias por ayudarme. ¿Cómo ha sabido que estaba aquí?

      –Vi el globo flotando a la entrada de este pasillo y pensé que le habría ocurrido algo –contestó él–. ¿Seguro que se encuentra bien?

      –Sí –asintió Adrienne, pero no pudo disimular un escalofrío.

      –¿Le apetece tomar algo?

      –Sí, gracias.

      Se dirigieron a una de las terrazas de la feria y el hombre eligió una mesa apartada.

      –¿Qué quiere tomar?

      –Un té, por favor. No puedo quedarme mucho tiempo.

      Ella pareció un poco más calmada después de tomar su té.

      –¿Se encuentra mejor?

      –Sí, gracias.

      –¿Puedo preguntarle cómo se llama?

      –Dee –contestó Adrienne.

      –¿Va a llamar a la policía, Dee?

      –Sí, claro –murmuró Adrienne, pero no podía hacerlo. ¿Cómo iba a explicarles lo que había pasado? Tendría que buscar otra forma de solucionar el asunto. Adrienne se sintió aliviada cuando una conmoción al otro lado de la terraza le ahorró la explicación–. ¿Qué pasa?

      –Están presentado a la reina de la feria.

      Al ver las cámaras, Adrienne se levantó.

      –Debo irme.

      –No ha terminado su té –protestó el estadounidense. Adrienne se colocó de espaldas a los periodistas. Si alguno de ellos la reconocía, estaba perdida–. Está nerviosa, pero no me sorprende. Después de lo que ha pasado, cualquiera lo estaría.

      Ella lo miró, sorprendida. Aquel hombre parecía genuinamente preocupado por ella. Adrienne estaba acostumbrada a los halagos de todo el mundo por su condición de princesa, pero era tan raro que alguien se preocupase por ella como persona que se sintió emocionada.

      –Le agradezco mucho su preocupación.

      –No tiene que agradecérmelo.

      El grupo de fotógrafos se había acercado y el flash de una cámara sorprendió a Adrienne, que se levantó a toda prisa.

      –Tengo que irme.

      El estadounidense se levantó también. Los fotógrafos se habían agrupado cerca de su mesa y la empujaron sin querer. Hugh la sujetó por la cintura y ella sintió un escalofrío.

      Se vieron rodeados por los fotógrafos y Adrienne aprovechó el momento para escabullirse, pero su rescatador la siguió.

      –La acompañaré a casa.

      –¡No! –exclamó ella. Él la miró, sorprendido–. Tengo el coche muy cerca.

      –Entonces, la acompañaré a su coche.

      Afortunadamente, Adrienne había tomado prestado el coche de su secretaria, que conocía sus escapadas.

      –Gracias por todo –dijo antes de cerrar la puerta.

      Él la observó salir del aparcamiento, pensativo.

      Capítulo 2

      ENTRE –dijo Adrienne cuando oyó un golpecito en la puerta de su vestidor.

      Era su secretaria personal, Cindy Cook. La carpeta de piel marrón que llevaba bajo el brazo hacía un curioso contraste con su vestido de seda azul.

      –Está bellísima, Alteza –dijo la joven, haciendo una pequeña reverencia.

      Cindy trabajaba para ella desde que se habían graduado en la universidad y sabía que aquello no era un simple halago. En realidad, Adrienne estaba encantada con su nuevo vestido.

      Era una elegante túnica de color verde esmeralda con un gran escote en la espalda. Con los rizos morenos recogidos sobre la cabeza y sujetos por una tiara de diamantes, parecía lo que era: una princesa.

      –¿No te parece un poco atrevido para la gala benéfica?

      –A los fotógrafos les encantará.

      Como respuesta, era muy inteligente. Seguramente, el vestido era un poco atrevido, pero ya era demasiado tarde para cambiarse. Adrienne no le había contado a Cindy el incidente con el jinete borracho ni lo del hombre que la había rescatado, diciéndose a sí misma que no había tenido importancia. Aunque no estaba tan segura de que fuera así.

      –Es un diseño de Aloys Gada. Allie me lo recomendó.

      Allie, o más exactamente, la princesa Alison era la esposa de Lorne. Nacida en Australia, era como un soplo de aire fresco en palacio. Como Caroline, la esposa estadounidense de Michel. Igual que Lorne y Allie, Michel y Caroline eran muy felices y Adrienne estaba deseando convertirse en tía.

      –¿En que estás pensando? –preguntó entonces Cindy, que solía tratar de tú a la Princesa cuando estaban solas–. Seguro que no es en la gala de esta noche.

      –En una persona que he conocido hoy –suspiró Adrienne. Llevaba mucho tiempo soñando con encontrar al hombre de su vida, pero estaba empezando a desesperar.

      Y no podía dejar de pensar en aquel estadounidense.

      –¿Un hombre? –sonrió su secretaria.

      –Puede ser –suspiró Adrienne, pensando que sería mejor no contar nada–. ¿Cuáles son los nombres importantes? –preguntó, para cambiar de tema. Abriendo la carpeta, Cindy recitó varios nombres, todos ellos aristócratas. La gala benéfica que tendría lugar aquella noche era a favor de los niños sin hogar y Adrienne conocía a casi todos los benefactores. Sería una noche aburridísima, pero la soportaría porque era para una buena causa–. ¿Alguna cara nueva?

      –¿Una cara joven?

      –Para variar un poco.

      Cindy comprobó la lista.

      –No hay casi nadie de tu edad. El más joven es un extranjero, Hugh Jordan. Está aquí para llevar a cabo un proyecto con el príncipe Michel.

      –¿Por eso está invitado?

      Cindy negó con la cabeza.

      –No. Mis notas dicen que ha hecho un gran donativo.

      –Supongo que pensará que eso le

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