Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten. Victoria Dahl
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–Yo… ¿qué?
–¿Te apetecería salir a tomar un café? –repitió, arqueando las cejas–. ¿A comer? ¿O a lo mejor no?
–¡Ah! –no pudo evitar sonreír al ver la mueca con la que parecía estar cuestionándose a sí mismo–. Eh, yo…
–Eh, tranquila. Lo intentaré en otro momento…
–No, no es eso. Es que no se me dan muy bien este… este tipo de cosas.
–¿Es que hay alguien a quien se le den bien?
Olivia pensó al instante en Jamie, aunque no estaba segura de que debiera estar pensando en él. En realidad, no estaban saliendo juntos, solo se estaban… divirtiendo. Era una relación temporal. Lo habían dejado claro. Jamie era joven, despreocupado y, lo más importante, un hombre libre. Su relación terminaría al cabo de una semana o dos. Después él continuaría con su vida. Y también ella debería continuar con la suya.
Pero aun así…
Olivia tragó saliva, intentando aliviar la sequedad de su garganta.
–La verdad es que –comenzó a decir con mucho cuidado– estaría bien tomar un café. Pero ahora mismo no puedo. ¿Qué tal si lo dejamos para otro momento?
–De acuerdo. Creo que podré soportarlo. Volveré a preguntártelo, y considéralo una advertencia.
–Lo haré.
–Me alegro de volver a verte, Olivia –le guiñó el ojo con un gesto amistoso antes de alejarse por el pasillo.
Paul era encantador. Educado. Y un hombre bien entrado en los treinta años. Era la clase de hombre con el que saldría si fuera una mujer seria. Pero, en aquel terreno, ser una mujer seria le parecía mucho más peligroso que ser divertida.
Pensaría en ello más adelante si volvía a invitarla. Pero, en aquel momento, estaba dedicada a Jamie a manos llenas.
Riendo con disimulo por aquel involuntario juego de palabras, corrió hacia las escaleras para dirigirse al despacho de Gwen.
Gwen la estaba esperando en la puerta.
–¡Dios mío, mírate! –dijo, y soltó un silbido.
Olivia bajó la mirada hacia los zapatos.
–Lo sé. Los he visto en el armario y…
–No, no me refiero a los zapatos, que son preciosos. Me refiero a ti. A los zapatos, al botón que te has dejado desabrochado. Y a esa mirada que está diciendo «tómame».
–¡Gwen! –exclamó, empujándola al interior del despacho.
–Es verdad. Ese hombre debe de ser tan milagroso como parece. ¿Le has hecho ponerse la falda escocesa?
–No.
–Pues deberías. Y deberías grabarlo todo.
Olivia cerró la puerta y se apoyó contra ella. Intentó reprimir una carcajada, pero no lo consiguió.
–Eres malísima.
–Sí. Y también estoy muerta de celos. Me gustaría poder pasearme con esa expresión en la cara.
–¿De verdad estoy tan distinta? Porque acaba de invitarme a salir un hombre en el campus.
Gwen se dejó caer en una silla. Los hombros le temblaban mientras reía.
–¿Lo ves? Desprendes una vibración especial, hermanita. ¿Quién te ha pedido salir?
–Paul Summers.
–No le conozco
–Porque está en la International Businnes Law, dos edificios más allá. Pero deberías intentar cruzarte con él. Es un encanto.
–¿Un encanto? –Gwen agarró un bolígrafo y apuntó su nombre–. Estoy segura de que se me ocurrirá algún motivo para pasarme por su despacho. Aunque… –la recorrió de arriba abajo con la mirada–, no puede decirse que seamos mujeres del mismo tipo.
No, desde luego que no. Gwen tenía el pelo rubio y rizado y unos senos maravillosos que mostraba con una sutil habilidad.
–No sé por qué, pero no creo que le importe.
Gwen alzó las manos.
–¡Qué más da! No te he pedido que vengas por eso. Siéntate y cuéntamelo todo.
Olivia se sentó con las manos en el regazo.
–No sé qué contar, la verdad. No quiero violar la intimidad de Jamie, pero estoy a punto de estallar.
–¿Estás enamorada?
La preocupación que asomó al rostro de Olivia fue inconfundible.
–No, claro que no. No soy tan tonta. Ni siquiera estamos saliendo.
Gwen arqueó una ceja con expresión dubitativa.
–En serio. Le dije que necesitaba aprender a relajarme y divertirme y él… se ofreció a ayudarme. Ayer por la noche me hizo salir hasta muy tarde. Y el domingo vamos a ir a un parque de atracciones. Ese tipo de cosas.
Decidió ahorrarse lo de bañarse desnuda en el jacuzzi.
–De acuerdo, todo eso es muy divertido, pero estoy segura de que ha habido algo más.
–Sí, estoy dispuesta a admitir que también están pasando otras cosas. Otras cosas muy divertidas.
–Olivia, no me puedo creer que estés haciendo algo así.
–Lo sé. Es…
–¡Estoy orgullosa de ti! Me gustaría poder hacer algo parecido. Yo también necesito un poco de diversión en mi vida.
Aquella declaración dejó a Olivia estupefacta.
–¿Qué quieres decir, Olivia? Tú siempre te estás divirtiendo.
–Sí, me gusta salir y divertirme, pero nunca he sido tan valiente como para hacer lo que estás haciendo tú. ¡Y con Jamie Donovan nada menos!
Olivia no sabía qué decir. Siempre la había sorprendido la amistad de Gwen, el hecho de que una mujer como ella quisiera ser su amiga.
Gwen negó con la cabeza.
–Lo digo en serio. ¿No te parece increíble estar haciendo algo así?
–¡Sí! Hasta cuando estoy con él tengo la sensación de que es algo que le está ocurriendo a otra persona. Es tan…
Gwen se inclinó hacia delante.
–¿Maravilloso?
–¡Ja,