Un amor arriesgado - El príncipe y la camarera. Sarah Morgan
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Will Carter dejó de sonreír.
–No sabía que estuvieras tan interesada en mí –dijo Sean, con expresión tensa.
–Solo intentaba mantener una conversación.
Estaba claro que Sean Nicholson no quería hablar sobre su pasado.
–Sean es un pionero en ciertos tratamientos traumatológicos –intervino Will entonces, intentando disipar la tensión.
–Qué bien –murmuró Ally.
–¿Dónde vas a alojarte? –le preguntó Will.
–Aún no lo sé. Tendré que buscar casa este fin de semana.
El director de la clínica se concentró en su filete.
–Ally alquila una habitación.
–¡Will!
El hombre levantó la cabeza, fingiendo sorpresa.
–Tú me dijiste que buscabas un inquilino ahora que Fiona ha vuelto a Londres.
–Sí, pero… Fiona era comadrona y…
–Yo también puedo traer un niño al mundo si es necesario –la interrumpió Sean.
–No quería decir eso.
No pensaba tener a aquel hombre en su casa aunque le hiciera falta el dinero. Ni loca.
–No quieres que viva en tu casa –dijo Sean, mirándola con los ojos entrecerrados.
–Claro que quiere –dijo Will–. ¿Por qué no, Ally? Ese establo te está arruinando.
–¿Vives en un establo?
–Sí. No te gustaría nada –dijo ella, lanzando una amenazadora mirada sobre Will. Pero el hombre no le hizo ni caso. ¡Otra vez! ¡Otra vez intentaba emparejarla con alguien! ¿Por qué no la dejaba en paz?
–Es la solución perfecta. Tú necesitas un inquilino y Sean necesita una habitación.
Ally abrió la boca para negarse de nuevo, pero no se atrevió. El pobre Will había hecho demasiado por ella. Sin él, no habría podido sobrevivir. Si aceptaba alquilarle una habitación a Sean, quizá la dejaría tranquila durante unos meses. Y quizá así podría demostrarle que no estaba interesada en ningún hombre. No era justo para Charlie. La niña necesitaba una vida estable, no un montón de hombres que desaparecieran cuando las cosas se pusieran difíciles. No, un inquilino era lo único que Ally podía tener. Además, ni siquiera tendrían que compartir casa porque la habitación que alquilaba estaba en un ala separada.
–¿Te importa dormir en un establo?
–¿El caballo sigue dentro? –sonrió Sean.
Will se levantó con la bandeja en la mano.
–El establo de Ally es una casa preciosa. Se ha gastado mucho dinero en ella.
–¿Y a tu marido no le importa que tengas inquilinos?
–Ally no está casada, Sean.
Ella levantó los ojos al cielo. No sabía si reírse o matar a Will.
–Pero vive con alguien.
–Sí, claro, con Charlie, pero… –empezó a decir el hombre, mirándola–. Bueno, yo tengo que irme, así que os dejo discutiendo los detalles.
Después de eso, salió de la cafetería, dejando a Ally indignada.
–No es muy sutil, ¿verdad? –sonrió Sean.
–No sé qué le pasa últimamente.
–Está intentando emparejarnos, cielo. Lo que no entiendo es por qué quiere hacerlo si tú ya tienes pareja.
Ally se puso colorada.
–Yo tampoco.
–¿No?
–No. Además, es irrelevante porque yo no tendría una relación contigo aunque fueras el último hombre en la tierra.
Sean estiró las piernas por debajo de la mesa, divertido.
–¿Por qué no?
–Porque no. Eres el típico machista que opina que el sitio de una mujer está en casa. Supongo que ni siquiera sabrás lo que es «el nuevo hombre», ¿verdad?
–¿A qué te refieres?
–Al tipo de hombre que respeta a su pareja, que plancha y friega los platos a medias con su mujer y que no le impediría ir a dar un paseo por la montaña si eso es lo que quiero hacer.
–¿No crees que yo sea ese tipo de hombre?
–¿Tú? Tú eres un clónico del hombre de las cavernas –contestó Ally, sarcástica–. La única diferencia es que tú llevas ropa en lugar de taparrabos.
Los ojos del hombre brillaron, irónicos.
–Cuando quieras verme con un taparrabos, solo tienes que decirlo.
La imagen de Sean Nicholson desnudo pasó por su mente en ese momento y Ally se puso colorada.
–¡Qué original!
–¿Por qué no estás casada, doctora McGuire?
–No es asunto tuyo.
–Entonces, Charlie no es tu hombre.
–Vamos a dejar clara una cosa –dijo entonces Ally–. Puedes vivir en mi casa porque me viene bien y a Will le haría ilusión, pero no serás más que un inquilino. ¿De acuerdo?
Sean levantó una ceja.
–¿He pedido yo algo más?
–No, pero…
–Yo nunca tocaría a la mujer de otro hombre. Y tú tienes pareja, ¿no?
–Sí, pero…
–Pues ya está –la interrumpió él, levantándose–. Si no tuvieras pareja, la situación sería diferente, claro.
Sean Nicholson la miró a los ojos durante unos segundos y Ally tuvo que tragar saliva, incómoda.
¿Qué ocurriría cuando descubriera que su pareja era Charlie? Nada. No pasaría nada, se dijo. Ella se encargaría de que fuera así. Se lo debía a su hija.
Capítulo 3
LA PRESENCIA del nuevo médico parecía haber despertado mucho interés entre los pacientes.
–Me