Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud biblioteca iberica

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su escudo. Aristandro se hallaba casualmente en las cercanías de Tiro incorporado al séquito del monarca, que guerreaba contra los sirios. Dividiendo la palabra satyros en sa y turos, dio alientos al rey para insistir con mayor energía en su empeño hasta conseguir apoderarse de la ciudad.» (Sa - Turos, = tuya es Tiro.) De todos modos, se hallan los sueños tan ligados a la expresión verbal, que Ferenczi observa justificadamente que cada lengua tiene su idioma onírico propio. Los sueños son, pues, en general, intraducibles a un idioma distinto del sujeto, y por esta razón opinaba yo que también lo sería el presente libro. No obstante, el doctor A. A. Brill ha logrado llevar a cabo una versión inglesa (Londres, 1913, George Allen), y los psicoanalistas doctores Hollos y Ferenczi han emprendido la tarea de verterlo al húngaro (1918).

      Con posterioridad a la redacción de la presente obra ha llegado a mi conocimiento un trabajo de Stumpf, coincidente con mis teorías en el propósito de demostrar que los sueños poseen un sentido interpretable. Pero la interpretación se realiza por medio de un símbolo alegórico y carece de alcance general.

      Breuer y Freud: Studien über Hysterie. Viena, 1895, vol. I de esta colección.

      H. Silberer ha deducido de la observación directa de esta transformación de las representaciones en imágenes visuales importantes aportaciones a la interpretación onírica. (Jahrbuch der Psychoanalyse, I y II, 1909 y sigs.).

      A esta tercera persona pueden también referirse los dolores de vientre, hasta ahora inexplicados, de que Irma se lamenta en el sueño. Trátase de mi propia mujer, y los dolores de vientre me recuerdan una de las ocasiones en que hube de comprobar su resistencia a mis indicaciones médicas. Tengo que confesar que no trato en este sueño con mucha amabilidad a Irma ni a mi mujer; mas ha de disculpárseme el que comparo a ambas al ideal de paciente dócil y manejable.

      Sospecho que la interpretación de esta parte del sueño no fue continuada lo bastante para discutir todo su oculto sentido. Mas, prosiguiendo la comparación de las tres mujeres, me desviaría mucho del tema principal. Todo sueño presenta por lo menos un fragmento inescrutable, como un cordón umbilical por el que se hallase unido a lo incognoscible.

      Freud comparó tal diferencia de carácter a la que existe entre dos personajes de una novela, ‘Ut mine Stromtid’ de Fritz Reuter; ellos son: el alguacil Bräsig y su amigo Karl, uno caracterizado por su rapidez y el otro por su lentitud pero seguridad. (Nota del E.)

      La palabra «ananas» muestra, además, una cierta semejanza con el apellido de Irma, mi paciente.

      Sobre este punto concreto no se ha mostrado mi sueño nada profético. En otro sentido, sí, ues los dolores de estómago de que Irma se lamentaba en él, dolores de los que yo quería rechazar toda responsabilidad, y para los cuales no fue posible hallar explicación alguna, eran precursores de una grave afección hepática.

      Wilhelm Fliess.

      Nota de 1909: «aunque tiene que comprenderse que no he consignado todas las ocurrencias durante el proceso de interpretación».

      Strachey comenta una carta de Freud a Fliess (12-6-900) donde aquél, imaginando una placa conmemorativa del lugar y fecha en que descubrió el sentido de los sueños, la redactó así: «En esta casa (Bellevue), el 24 de julio de 1895, el secreto de los sueños le fue revelado al Dr. Sigm. Freud.» Pese a todos los homenajes rendidos por la ciudad de Viena a su hijo ilustre (XXVII Congreso Internacional de Psicoanálisis, Viena, 1971), aún no se ha colocado esa placa. (Nota del E.)

       EL SUEÑO ES UNA REALIZACIÓN DE DESEOS

      CUANDO por una angosta garganta desembocamos de repente en una altura de la que parten diversos caminos y desde la que se nos ofrece un variado panorama en distintas direcciones, habremos de detenernos un momento y meditar hacia dónde debemos volver primero nuestros ojos. Análogamente nos sucede ahora, después de llevar a término la primera interpretación onírica. Nos hallamos envueltos en la luminosidad de un súbito descubrimiento: el sueño no es comparable a los sonidos irregulares producidos por un instrumento musical bajo el ciego impulso de una fuerza exterior y no bajo la mano del músico. No es desatinado ni absurdo, ni presupone que una parte de nuestro acervo de representaciones duerme, en tanto que otra comienza a despertar. Es un acabado fenómeno psíquico, y precisamente una realización de deseos; debe ser incluido en el conjunto de actos comprensibles de nuestra vida despierta y constituye el resultado de una actividad intelectual altamente complicada. Pero en el mismo instante en que comenzamos a regocijarnos de nuestro descubrimiento nos vemos agobiados por un cúmulo de interrogaciones. Si, como la interpretación onírica lo demuestra, nos presenta el sueño un deseo cumplido, ¿de dónde procede la forma singular y desorientadora en la que tal realización de deseos queda expresada? ¿Qué transformación han sufrido las ideas oníricas hasta constituir el sueño manifiesto, tal y como al despertar lo recordamos? ¿En qué forma y por qué caminos se ha llevado a cabo esta transformación? ¿De dónde procede el material cuya elaboración ha dado cuerpo al sueño ? ¿Cuál es el origen de alguna de las peculiaridades que hemos podido observar en las ideas oníricas; por ejemplo, la de que pueden contradecirse unas a otras? (Véase la historia del caldero, a finales del capítulo anterior.) ¿Puede el sueño revelarnos algo sobre nuestros procesos psíquicos internos, y puede su contenido rectificar opiniones que durante el día mantenemos? Creo conveniente prescindir por el momento de todas estas interrogaciones y seguir un único camino. Nuestro primer análisis nos ha revelado que el sueño nos presenta el cumplimiento de un deseo, y ante todo habremos de investigar si es éste un carácter general del fenómeno onírico o, por el contrario, única y casualmente del contenido del sueño con el que hemos iniciado nuestra labor analítica (el de la inyección de Irma); pues aun sosteniendo que todo sueño posee un sentido y un valor psíquico, no podemos negar a priori la posibilidad de que tal sentido no sea el mismo en todos los sueños. El primero que analizamos era una realización de deseos; otro podrá, quizá, presentarse como la realización de un temor; el contenido de un tercero pudiera ser una reflexión, y otros, por último, limitarse sencillamente a reproducir un recuerdo. Nuestra labor se dirigirá, pues, en primer lugar, a averiguar si existen o no sueños distintos de los realizados de deseos.

      Fácilmente puede demostrarse que los sueños evidencian frecuentemente, sin disfraz alguno, el carácter de realización de deseos, hasta el punto de que nos asombra cómo el lenguaje onírico no ha encontrado comprensión hace ya mucho tiempo. Hay, por ejemplo, un sueño, que puedo provocar siempre en mí, a voluntad y como experimentalmente. Cuando en la cena tomo algún plato muy salado, siento por la noche intensa sed, que llega a hacerme despertar. Pero antes que esto suceda tengo siempre un sueño de idéntico contenido: el de que bebo agua a grandes tragos y con todo el placer del sediento. Sin embargo, despierto después y me veo en la necesidad de beber realmente. El estímulo de este sencillo sueño ha sido la sed, que al despertar continúo sintiendo; sensación de la que emana el deseo de beber. El sueño me presenta realizado este deseo, cumpliendo,al hacerlo así, una función que se me revela en seguida. Mi reposo es, generalmente, profundo y tranquilo, y ninguna necesidad física suele interrumpirlo. Si soñando que bebo logro engañar mi sed, me habré evitado tener que despertar para satisfacerla. Se trata, por tanto, de un «sueño de comodidad» (Bequemlichkeitstraum). El sueño se sustituye a la acción, como sucede también en la vida despierta. Desgraciadamente, mi necesidad de agua para calmar mi sed no puede ser satisfecha por medio de un sueño, como mi sed de venganza contra mi amigo Otto y contra el doctor M., pero en ambos casos existe una idéntica buena voluntad por arte del fenómeno onírico.

      Este mismo sueño se presentó modificado en una reciente ocasión. Antes de conciliar el reposo, sentí ya sed y agoté el vaso de agua que había encima de mi mesa de noche. Horas después se renovó mi sed y con ella la excitación consiguiente. Para procurarme agua hubiera tenido que levantarme y coger el vaso que quedaba lleno en la mesa de noche de mi mujer. Adecuadamente

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