Fantasmas del pasado. Marion Lennox

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Fantasmas del pasado - Marion Lennox Bianca

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han sido amigos íntimos desde pequeños y Harry va a casarse el mes próximo con Mary, la mejor amiga de Tina en el instituto. Así que no creo que sea promiscua por besar a ese hombre.

      –Pero si Rose no es hija de Tina…

      –Ya te dije que Rose era hija de la hermana de Tina.

      –Y entonces, ¿por qué no cuida la hermana de su propia hija?

      –No puede. Christie fue internada en un hospital de Sydney hace una semana por agotamiento y depresión posparto.

      –No…

      –¿No qué? ¿No te lo crees? Tú prefieres pensar que Tina es una frívola y una promiscua? ¿Es eso? –protestó Ellen–. Y yo que pensé que eras un buen hombre… Me avergüenzo de ti y tu madre se revolvería en la tumba si pudiera ver en lo que te has convertido.

      Ellen se dio la vuelta y se marchó.

      –¡Ellen!

      La voz de Jock, la desesperación en ella, hizo que Ellen se detuviera.

      –Ellen, creo que es mejor que me digas lo que está pasando. De acuerdo –continuó, mientras ella se daba la vuelta–, puede que me haya hecho una opinión equivocada, pero… si supiera qué es lo que pasa…

      –Doctor Blaxton, no es asunto mío…

      –Ellen.

      –¿Sí?

      –Siéntate. Y ahora cuéntamelo todo, por favor. ¿Quién es la hermana de Tina?

      Ellen dio un suspiro. Puede que no todo estuviera perdido. Puede que si ella hiciera un esfuerzo…

      –La hermana de Tina se llama Christie Maiden. Vive fuera de la ciudad, en una granja.

      –Entiendo –mintió él–. O sea que Christie tuvo una hija, Rose, aquí hace cinco semanas.

      –Sí.

      –Eso debió de ser mientras yo estaba de vacaciones en Londres.

      Seguía sin entenderlo. Como único obstetra del distrito conocía a todas las mujeres embarazadas, o eso pensaba. Y nunca había oído hablar de esa tal Christie Maiden.

      –Entonces… la debió de atender en el parto Henry Roddick, ¿no es así?

      Era el médico a quien él había pagado una fortuna para que se encargara de todo mientras él estaba fuera.

      –Si tú no la atendiste, me imagino que fue Henry –replicó Ellen–. Yo imaginé que habías sido tú. Eso es lo que me dijo Tina, pero yo también estaba fuera.

      –Pero… –Jock hizo un gesto con la cabeza–. Si tuvo el niño aquí, si Christie es alguien de aquí, ¿cómo es que no la conozco? Yo estuve sólo dos semanas fuera. ¿Cómo es que no le hice las revisiones normales?

      –Puede que no se hiciera ninguna –dijo Ellen–. Tuvo problemas desde el comienzo.

      –¿Por qué?

      Ellen se encogió de hombros y dio un suspiro. Luego extendió las manos.

      –Es una larga historia.

      –Puedes intentar contármela.

      –La verdad es que no lo sé todo, pero creo que… Tina dice que el marido de Christie se marchó cuando estaba de dos meses. Vivían en una granja como a diez kilómetros de la ciudad y apenas hay casas alrededor. Ya tenían dos hijos, uno de cuatro y otro de dos. En lugar de buscar ayuda, Christie trató de salir adelante ella sola. Casi nadie en la ciudad se enteró de que Christie estaba embarazada. Yo tampoco. Nadie la vio.

      –Pero terminó viniendo aquí.

      –Eso creo.

      –¿Tenemos el historial?

      –Estará en el archivo. Puedes buscarlo si quieres.

      –¿No crees que me interesa? –preguntó Jock, con el ceño fruncido–. ¿Crees que me da igual?

      –Yo no he dicho eso.

      –Pero lo crees y desapruebas mi reacción. ¿Por qué no me lo contaste desde el principio? ¿Y ahora por qué se ha ido Tina?

      –Ella está cuidando de los niños. Buscó este trabajo porque estaba preocupada por su hermana que, efectivamente, tuvo que ingresar en el hospital. Así que Tina se ha quedado a cargo de los otros dos. Me imagino que Tina está pagando a una chica para que la ayude y poder dormir algo durante el día, pero esa chica no puede quedarse por la noche, de manera que Tina se trae aquí a Rose.

      –¿Y quién más lo sabe?

      –Sólo las enfermeras de guardia.

      –¿Y Gina y Struan?

      –No. Saben por qué Tina volvió, pero no saben que trae a Rose al hospital.

      –¿Por qué no?

      Ellen se encogió de hombros.

      –Christie no estaba en el hospital todavía cuando ellos se marcharon. Además Tina no quiere que mucha gente sepa que su hermana necesita tratamiento psiquiátrico. Esta es una ciudad pequeña donde se juzga mucho a las personas. Bueno, quizá no mucho, pero Christie tiene miedo de que a raíz de esto la puedan considerar una enferma mental. Al parecer ni siquiera quiso que la atendieran aquí, Tina la tuvo que llevar a Sydney.

      –¡Diablos!

      –Es cierto. ¿Lo crees? Y tú lo has puesto mucho peor. Y ahora, si me disculpas, será mejor que me vaya. Si quieres que te llame a la agencia de interinos antes de irme…

      –Déjalo –contestó Jock pensativo–. ¿Podrías…? ¿Podrías pedir a Tina que volviera al hospital? ¿Decirle que entiendo lo de la niña?

      –No.

      –¿Por qué no?

      –Porque si quieres que vuelva, creo que tendrás que ser tú quien se lo pida. Ella es muy orgullosa y tú la echaste, Jock. Tú lo solucionas.

      Eran las cinco de la tarde cuando Jock llegó a la granja de la hermana de Tina. Había encontrado la dirección en su historial médico, pero no estaba bien detallada. Así que le fue difícil llegar y al hacerlo, tampoco estaba seguro de haber llegado al lugar correcto.

      La casa estaba situada en las estribaciones de las montañas. Era un edificio destartalado rodeado de eucaliptos y helechos por todas partes.

      Había gallinas flacas y una vaca de mirada triste que observó el coche de Jock. ¿Había llegado al lugar que buscaba? Jock estuvo a punto de darse la vuelta, pero oyó una risa procedente de la parte trasera de la casa. Era una voz infantil.

      –Estoy viendo a Ally…

      Entonces Tina salió desde detrás de la casa. Aunque no era la doctora limpia de bata blanca

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