Operaciones para la instalación de jardines y zonas verdes. AGAO0208. Juan Manuel Ruiz Cobos

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escuadra y el cartabón hacían buena la tesis “Burnett”, entraron en declive como lo entró la sociedad absolutista. Con el paso de la hegemonía política por parte de Francia a Inglaterra a lo largo del siglo XVIII, se dan manifestaciones de cambios culturales que se alinean en un romanticismo que queda expresado tanto en la pintura como en la literatura y que aboga en un hondo interés hacia el mundo natural. No por casualidad estamos ante un cambio de cánones que se producía en un país que por sus especiales circunstancias sociales, climáticas y paisajísticas, siempre anduvo de espaldas al modelo renacentista italiano o francés de “Le Nôtre”, ya que ni el primero cuyo objeto era ser como una sala más del hogar ni el segundo dedicado a acontecimientos, eventos y su contemplación pasiva, eran válidos en los Países Bajos en forma alguna. La climatología adversa para desarrollar estas vivencias y usos del jardín, así como el propio modus vivendi de los ingleses y en concreto su amor por los deportes, impedían en definitiva que estos espacios abiertos fueran ámbitos para ejercitarse, pasear o cazar y de esta forma quedaron obsoletos y sobre todo anticuados, para una sociedad que apoyada sobre todo en los literatos, abordó de una forma aplastante el formalismo en el tratamiento del paisaje. Considerando que todo lo que fuese tratar las plantaciones de forma manipuladora, era una agresión a la madre naturaleza, se hace fehaciente un frente de opinión al mundo natural y contrario a la artificiosidad. Con ello se acuñan definitivamente la tesis de eliminar todo lo artificial del jardín. Se fue desprendiendo de elementos legados de unas y otras fuentes extranjeras, para dejar al desnudo un modelo que además descubre intelectualmente la cultura china, circunstancia esta última de vital importancia en los nuevos planes del paisaje que se lanzarían desde Inglaterra. En este sentido sería Sir William Temple, con los jardines del Epicuro, el que públicamente rompió con unos cánones que llega a considerar de infantiles por jugar a alinear cosas al lado de una jardinería, la oriental, que requiere de mucha imaginación y destreza. Estábamos ante la negativa ante lo hecho hasta ahora y se quería un modelo que obviando todo lo anterior buscara y encontrara, ahora sí, en la naturaleza, el “genio del lugar”.

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       Sabía que...

      En 1597 Francis Bacon, lanza unas primeras razones sobre este aspecto idealizando una naturaleza más fructífera y evocadora.

      Del autor que se puede fechar como primer jardín paisajista, el arquitecto William Kent, se acuñó la frase de “la naturaleza aborrece la línea recta” y con esta rotundidad se celebró el arranque de una teoría aún vigente, en conceptos claves como son el que el jardín natural es una intervención que quiere ocuparlo todo y que no entiende de opresiones, de ahí ese gran salto que supuso el invento del “Ha-Ha”, elemento que permitió derribar el muro perimetral que sociedad tras sociedad, cultura tras cultura, incorporaba en su particular forma de entender el jardín y que en todas se hizo común hasta la llegada del jardín paisajista. El jardín inglés trata el paisaje como lo es, sin estridencias, recreando una naturaleza de suaves ondulaciones que unían lo lejano y lo hacían armonioso en todo su conjunto. Se hacia un énfasis inusitado en la asimetría y en la incorporación de variedad de elementos que expresaban de igual forma un sentido de unidad que venía dado por la creatividad en la unión de los mismos, expresando perspectivas y fondos a los que ayudaban las propias sombras arrojadas. El jardín inglés había de ser un paisaje privilegiado, de praderas de suaves ondulaciones que se encuentran con el ecotono natural de unos estratos arbustivos y arbóreos sutilmente dispuestos y que ayudan a marcar circulaciones. Los espacios centrales merecen el vacío espacial para contrastar con los bordes en luminosidad, texturas y siluetas. Una composición que es difícil de apreciar hasta por el diestro.

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       Nota

      En realidad se pretende un nuevo modelo en el que naturaleza y genio del lugar se unan para contraer una nueva imagen de la primeriza naturaleza.

      2.6. El jardín japonés y de extremo oriente

      Pronunciado el balance positivo que supuso el jardín oriental sobre el inglés y europeo del siglo XVIII, hemos de apreciar más que sus influencias sobre el modelo occidental, su gran valor intrínseco. Y de ello hay que responsabilizar en mucho a la alta carga religiosa con que se dota e impregnan las realizaciones orientales, las cuales lejos de los referentes religiosos occidentales en las que el hombre es dominador total de los terrenos, encuentran un contraste máximo en unas sociedades, que ponen a la madre naturaleza como cenit de todo y en la que en ningún modo el hombre podrá intervenirla. Dicho de otra forma, cualquier paisaje natural no podrá sufrir mejora alguna al ser esa su definición potencial máxima. Con ello, en función del valor y belleza natural que adopte el espacio natural, será motivo de exaltación y reconocimientos o simplemente será naturaleza. Este valor que imprimen a la naturaleza desde los principios de su historia, es un culmen en el que el alma presente en cada elemento terráqueo no tiene parangón alguno en lo físico o en lo filosófico para el pueblo chino.

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      De la clasificación que hacen en lo femenino (yin) y lo masculino (yan) o lo que es lo mismo en la pareja de contrarios y complementarios, se fija siempre el valor de los jardines a exaltar y que será motivo y principio de las nuevas concepciones jardineras de origen humano. De esta manera por ejemplo, el contraste entre un árbol erguido y de porte muy estridente habrá de encontrar la suavidad de la tenue y sutil nevada en su base. Siempre serán motivos contrapuestos a la vez que necesitados de sí, los que eleven la protección a reverencial y de aquí a su imitación, copia y distribución en ejercicios profesionales. El simbolismo es base de un trazado que siendo imposible reproducir físicamente ha de buscar al menos el idéntico efecto sensorial en escala reducida. Por ejemplo, una montaña (piedra singular) junto a una ladera boscosa de gramíneas (musgo).

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       Recuerde

      El jardín se convierte en reproducción a escala reducida del paisaje.

      La sociedad japonesa perfeccionó y aumentó con creces el valor paisajístico del jardín oriental, dotándolo de una tecnología más sutil aún. Llegado el siglo XV, llegan a definir hasta tres tipologías bien definidas de intervenciones: jardín colina, jardín llano y jardín de té. En función al grado de definición que adoptaran estos podrán ser además: acabados, semiacabados o inacabados, todos y cada unos de los elementos que componían las intervenciones incorporaban una simbología además de su propia función. De los tres el jardín de té resolvía un grado de excelencia y sofisticación que difícilmente encuentra similitud alguna en cualquier modelo paisajístico. Su denominación que viene dada por el requerimiento tan preciso y complejo que adopta el hecho de tomar el té, suponía además de una intervención paisajística de gran calado, todo un guión ceremonial que aglutinaba y requería un gran número de elementos compositivos de un jardín en el que el individuo había de encontrar grandes virtudes.

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       Recuerde

      La base del trazado del jardín oriental y en especial del japonés era el simbolismo.

      2.7. Las vanguardias del paisaje

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