La noche de los asombros. Ramón López Reina

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La noche de los asombros - Ramón López Reina

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una de ellas pasamos un susto tremendo que nos hizo salir corriendo de la habitación dejando la vela encendida y todo dispuesto… luego ninguno quería entrar en ella para recoger, ni siquiera el dueño de la casa. Creo que fue la vez en la que el vaso decía cosas sin sentido o no paraba de moverse. Y el maestro de ceremonias no tiene otra pregunta que hacer que la siguiente:

      —¿Eres un espíritu de la luz… del bien?

      Lentamente el vaso se movió hacia el SÍ y casi cuando estaba llegando cambia bruscamente la dirección y se pone en el NO rotundo. Salimos como alma que lleva el Diablo, nunca mejor dicho. Pasamos bastante miedo, no queríamos ni entrar en la casa. A mí personalmente me aterraba la idea de que un espíritu maligno me atormentara por el resto de mis días, por no haber cerrado o despedido la sesión en condiciones y se trasladara ese ente a mi casa. Ahora una sonrisa vislumbra mi cara con este recuerdo… ¡Pero en aquel entonces!, era harina de otro costal.

      En una de aquellas sesiones no niego que me abordaba el miedo y la inquietud, pero también había algo que no me cuadraba y decidí intervenir poniendo a prueba a aquella fuerza que venía del otro mundo. Como no podía interferir en la dirección del maestro de ceremonias, no se me ocurre otra cosa que hacer presión fuerte sobre el vaso para ver qué es lo que pasaba… El vaso empezó a rotar en círculos sin responder a ninguna de las preguntas del portavoz del juego, por contraposición de fuerzas, supuse… «¡Pues te pillé el rollo amigo!». Pensé para mis adentros, no queriendo que detectaran mi posible boicot. Así que alivie la presión de mi contacto sobre el vaso y le seguí la corriente como si nada. Pero he ahí que mi amigo y vecino detectó que le estaba haciendo trampas y, muy hábil e inteligente formuló una pregunta al espíritu que no había realizado en ninguna sesión hasta el momento:

      —¿Hay alguien que te moleste o quieras que salga del grupo?

      Pregunta inquietante sin duda, a mí me causó pavor en aquel instante. El vaso se movió lentamente hacia mí se quedó clavado en mi posición. Yo no sé si al espíritu le molestaba, pero desde luego a mi vecino sí. Me aparte del juego con una pequeña sonrisa de entre miedo y picardía aunque yo por lo menos estaba más tranquilo. No me acuerdo qué paso al final de esa sesión, solo recuerdo que algunos de los que jugamos a la ouija tuvimos muchas pesadillas y no podíamos conciliar el sueño durante días, y dando muestras de ello por sus acusadas ojeras, bolsas palpebrales inflamadas y la piel de rostro blanquecina. No volvimos a hacer espiritismo, máxime porque una mamá puso el grito en el cielo al saber qué es lo que habíamos hecho y alertó a toda la calle.

      Pasó el tiempo, nos hicimos adultos y a día de hoy alguno de los que estuvimos allí me sigue diciendo que aquello fue real, que contactamos con espíritus del otro lado. Aunque en mi opinión el único ente con el que pudimos contactar era mi astuto vecino…

      Asombros en la sierra

      El viejo sendero empedrado de época romana —las escaleruelas— que nos sube hacia el pico del Camorro Alto de la sierra del Torcal y hacia la zona de los Navazos. Utilizado para el paso de carruajes, bestias y cabalgaduras desde tiempos inmemoriales, junto con la antes mencionada zona de los Navazos que se ubica en su parte alta. Es escenario para el supuesto avistamiento de los denominados asombros, término que emerge del antiguo saber popular rural para designar a fantasmas o apariciones espectrales.

      Hemos de tener en cuenta que muy posiblemente el Torcal de Antequera sirviera de refugio y salvaguarda de los últimos almorávides que se vieron expulsados de la misma plaza, utilizando este viejo camino a través de la sierra como paso de huida hacia la costa. De ahí la leyenda de la supuesta sombra espectral de una mujer árabe que se aparece en el camino por las noches según rumores. Este relato nos cuenta cómo una mujer que viaja a través del páramo, en medio de una tormenta, es derribada por su animal asustado y desbocado tras perder la vida al tropezar su cabalgadura y despeñarse por los riscos.

      Es curioso nombrar otra vieja leyenda que nos cuenta cómo en la noche de san Juan se podía oír en el Torcal el eco de la sinfonía tocada por una orquesta invisible. Pues bien, he de decir tras algunas pesquisas que en las proximidades de este lugar hay un farallón impresionante denominado Tajo del Espejo, existiendo una gran roca colgante hacia el talud que la llaman La Comedianta en honor a una actriz de teatro que sufrió un accidente mortal al precipitarse desde el tajo. En mi opinión personal creo que ambas leyendas, —la orquesta fantasmal y la de la comedianta— guardan algo de relación entre sí, porque se conjuran para ser hechos insólitos con denominador común.

      A modo de apunte y por finalizar con este pintoresco lugar y sus asombros decir que también hay testimonios de avistamientos ovnis o similares que vienen a poner el broche dentro de un marco súper misterioso como parece ser este.

      Es el testimonio de Luis Mariano Fernández que lleva años investigando estos fenómenos en la Joya de Abdalajís y que asegura haber visto un triángulo formado por tres luces en el cielo sin estructura física ni fuselaje que se movían muy despacio.

      Cuando el perro aúlla

      Cuánto se ha escrito y comentado sobre este menester a lo largo de los tiempos. Fruto en parte, de la cultura ancestral antigua y el saber popular de nuestros mayores. He de reconocer que desde pequeño este tema me fascinaba y es en ese tiempo, cuando oí de primera voz y en primera persona, los comentarios de mis abuelos. Con toda una serie de señales premonitorias del fallecimiento de una persona. Ese día aciago que todos en gran parte tememos.

      La muerte y todo lo relacionado con ella es el gran misterio aún por resolver por parte del hombre y de su ciencia. Quizás ese sea el motivo por el cual nos aterra, nos infunda respeto, nos es extraña, queremos por todos los medios alejarnos de ella. Simplemente, no entra en nuestra forma de pensar o vivir en estos tiempos de avance tecnológico y era virtual.

      Nuestros antecesores, por el contrario, no lo sentían de igual manera. Ellos vivían más la muerte como algo natural aunque respetado y temido, más cercano, y como tal, en este asunto y otros tantos, sabían escuchar e interpretar la voz de la naturaleza —sus señales—. Algo mundano y terrenal que escapaba a la importancia del presagio pero que en muchos casos era certero. Otras veces sabían hacerse eco de su voz interior, de su intuición. La parte de sí mismo que nadie comprende pero que nos habla desde lo más profundo de nuestro ser, llámesele tener un mal presentimiento o corazonada.

      Sin más dilación pasemos a nombrar algunas de ellas, quizás las más características y populares, no por eso menos intrigantes.

      Creo que el aullido del perro es la señal más popular y que pronostica la muerte de un ser cercano o tragedia relacionada con toda la persona que lo oía. No en vano me comentaron que algunos de los animales que adquirían esta nefasta virtud eran sacrificados de inmediato en los cortijos o casas de campo por ser tristemente mensajeros del supuesto mal augurio. Es un lamento profundo de nuestro amigo más leal, es distinto al aullido de otros canes como lobos, chacales etc. Muy lastimero lleno de suplicio, es siempre sobrecogedor. El perro y la muerte han coexistido en numerosos capítulos del misterio tal como la figura del gran perro negro con ojos ardientes en fuego que atormentaba en las últimas horas de vida al monarca y emperador Felipe II, y que él mismo calificó al extraño animal como guarda del averno.

      O como el perro vagabundo de nombre Moro que en la localidad cordobesa de Fernán Núñez escoltaba a todas las comitivas de los sepelios en su camino al cementerio. Por esta acción fue popularizado como el perro de los entierros. Querido y cuidado por muchos que solían acariciarle y darle de comer, o denostado

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