Tentación arriesgada - Diario íntimo. Anne Oliver

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Tentación arriesgada - Diario íntimo - Anne Oliver страница 12

Tentación arriesgada - Diario íntimo - Anne Oliver Ómnibus Deseo

Скачать книгу

una abogada –dijo él, con una voz tan rígida como el bulto que se adivinaba en sus pantalones–. Veré si sigue trabajando en la ciudad y la llamaré enseguida.

      Lissa se mordió el labio y bajó la mirada a las manos.

      –Muy bien.

      Blake se giró sobre los talones y abandonó el salón. Lissa lo vio marcharse, con el corazón desbocado y los labios mojados. Con Blake seguía siendo la chica ingenua que no sabía cómo actuar con los hombres.

      Pero su futuro profesional era lo más importante en aquellos momentos. Si algo salía mal entre ellos podría perder la oportunidad que se le presentaba para darle un empujón definitivo a su carrera.

      Sin embargo tenía que admitir que Blake no había intentado aprovecharse de ella. Se había detenido nada más pedírselo. Incluso había tenido en cuenta a Jared y el sentido del honor. ¿Cuántos hombres actuaban con honor? Blake era un tipo decente. Los rumores tenían que ser falsos.

      Todd era el motivo por el que no confiaba en los hombres. Su atractivo había ocultado su lado más siniestro. El Sapo le había mentido sobre su pasado y había jugado con sus sentimientos. Un hombre sin honra ni moral. Todo lo contrario a Blake.

      Pero no iba a pensar en las increíbles sensaciones que acababa de experimentar con él. De ninguna manera. Aquel camino solo podía conducir al desencanto y la amargura, porque Blake podía marcharse en cualquier momento.

      Lo que debía hacer era concentrarse en la labor que tenía por delante, y demostrarle a todos, a Blake, a su familia y a ella misma, que podía ser la mujer competente y triunfadora que anhelaba ser.

      Con renovado entusiasmo recogió las muestras de pintura y un retal de tela dorada para ponerse manos a la obra, pero Blake asomó la cabeza por la puerta.

      –¿Puedes estar lista para salir en media hora? –la recorrió lentamente con la mirada, deteniéndose en las manchas de humedad que le había dejado en la camiseta.

      Lissa sintió que el rubor le cubría el cuello y las mejillas.

      –Claro.

      –Estupendo –la miró brevemente a los ojos y volvió a marcharse.

      Ella se miró la camiseta y los vaqueros. Obviamente tendría que cambiarse de ropa.

      Blake regresó al estudio, satisfecho con la prontitud de los preparativos. Deanna Mayfield era una vieja amiga de la escuela que ejercía la abogacía en Mooloolaba. Se había divorciado dos veces y se había mostrado encantada al saber de él, hasta el punto de cambiar su agenda para recibirlos.

      A continuación llamó a un fontanero y a un electricista para que fueran aquella misma tarde, y luego se conectó a Internet para buscar tiendas de ropa masculina. De esa manera consiguió mantener la cabeza ocupada y no pensar en lo que había ocurrido en el salón. Muy fácil, de no ser porque aún sentía el sabor de Lissa en los labios y su olor impregnándole la ropa.

      Le había hecho una oferta de trabajo y un segundo después la estaba besando. Y no había sido un simple beso. Tan cegado estaba por la pasión que ni siquiera se había parado a pensar que pudiera ser virgen.

      ¿Cuántas mujeres seguían siendo vírgenes con veintitrés años?

      ¿Estaría buscando al hombre perfecto? ¿O tal vez no había encontrado al hombre con el suficiente vigor para encender su fuego? Blake prefería la segunda opción. No podía ser el hombre perfecto para ninguna mujer y ya había atisbado las llamas de pasión en sus ojos.

      Tamborileó con los dedos en la mesa. El problema con las vírgenes era que le daban demasiada importancia a los sentimientos, y lo último que él necesitaba era una mujer emocional que esperase algo más.

      Lissa era la hermana de Jared. Acostarse con la hermana de un amigo era una cosa, pero cuando la susodicha hermana era virgen… No, eso sí que no.

      Tenía que recordar los términos de su acuerdo, concentrarse en los objetivos marcados y mantenerse alejado de su cuerpo. De su enérgico, voluptuoso y virginal cuerpo.

      Cuanto antes acabaran las reparaciones del barco, antes podría… Un chillido desgarrador lo hizo levantarse de un salto y correr hacia la puerta.

      Lissa miraba, aturdida e incrédula, el espacio que hasta unos momentos antes había ocupado la casa flotante.

      –Oh, Dios mío, Dios mío, Dios mío… –murmuraba en un débil susurro, después de haber gritado hasta quedarse sin voz. Las piernas le temblaban.

      Aquello no podía estar pasando. Tenía que ser un sueño, una pesadilla… Oyó abrirse la puerta y las maldiciones y pisadas de Blake, pero no se dio la vuelta, siguió mirando las aguas revueltas y la forma rectangular que desaparecía bajo la turbulenta superficie.

      –¡No!

      –Lissa –la agarró firmemente por los hombres–. Todo va a salir bien.

      Las burbujas subían a la superficie mientras su hogar se hundía. Lissa lo contemplaba impotente y temblorosa.

      –¿Que todo va a salir bien? Mi barco, mi casa, mi vida… Todo se ha perdido. ¿Y me dices que todo va a salir bien? –se llevó las manos a la cara–. ¿Por qué me ocultaste hasta qué punto la situación era grave? ¿Por qué no me dijiste que sacara todas mis cosas del barco?

      Era absurdo culpar a otra persona por sus errores, pues no soportaba que le dijeran lo que debía hacer.

      –Hemos salvado lo más importante…

      –¡He perdido toda mi ropa! –gritó, y ambos miraron en silencio cómo una forma de color claro se elevaba de las profundidades. Dos pequeños montículos asomaron en la superficie como dos islotes desiertos.

      –Bueno, puede que toda no –murmuró él. Se arrodilló y sacó un sujetador amarillo del agua.

      –¡Cállate! ¡Te odio! –fue vagamente consciente de que, en circunstancias normales, la habría excitado ver los largos dedos de Blake en su ropa interior. Pero en aquellos momentos solo sentía rabia y vergüenza.

      Le arrebató la prenda, sin atreverse a mirar a Blake. ¿Por qué tenía que ser él, precisamente él, quien asistiera a su derrota?

      –Lo siento, no debería haber dicho eso –se disculpó y la estrechó entre sus brazos–. Pero sé que la Lissa que yo conozco, la Lissa fuerte y decidida, saldrá adelante.

      –¡No sabes cómo soy! Ni siquiera te fijabas en mí. Para ti solo era una cría…

      –Una cría decidida y con las ideas muy claras.

      –Sí, claro –quería decir «cabezota, mimada, caprichosa e irresponsable». Y aquella tragedia lo demostraba. Tenía la obligación de cuidar el barco de Jared y…

      –Lo más importante es que estás a salvo –le murmuró él al oído.

      ¿A salvo? ¿Cómo iba a estar a salvo cuando no tenía donde vivir?

      –Solo son cosas, Lissa. Nada que no pueda reemplazarse.

      –¡Son

Скачать книгу