Escultura Barroca Española. Entre el Barroco y el siglo XXI. Antonio Rafael Fernández Paradas
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No puede olvidarse cómo la escultura siempre ocupó un lugar privilegiado entre las creaciones plásticas del último Renacimiento y, singularmente, del Barroco hispano. La causa de esta posición de privilegio radica en el hecho de estarle reservado un especial carácter emblemático, claramente conectado con los principios básicos de una cultura de masas dirigida por los poderes eclesiásticos y estatales. Sin embargo, no es menos cierto que la profunda relación ritual y afectiva que la base popular estableció de inmediato con dichas creaciones artísticas acabaría por hacer de ellas unos elementos de identificación e integración simbólicas que sirvieron de aglutinante para numerosos colectivos, comunidades y variopintas fórmulas de asociacionismo o agrupación social, desde las células más primarias —llámese collación, casa de vecinos, calle, parroquia o barrio— hasta las más complejas, en el supuesto de un pueblo, una ciudad o una demarcación regional. Todavía hoy sigue vigente en muchos lugares esta situación, lo cual implica que sigan esculpiéndose obras con las técnicas tradicionales de ayer, pero inteligentemente reinventadas por mor de las exigencias culturales y el sustrato socio-antropológico de hoy mismo.
El universo barroco es simplemente ilimitado y se amplía de manera natural, en cuanto fenómeno vivo, orgánicamente considerado en nuestro caso gracias a la escultura. Hablamos de barroco en el sentido de un estilo artístico, pero no debemos olvidar que también existió una sociedad barroca, que se relacionaba y persiste en relacionarse con sus obras escultóricas de una manera muy particular, como hoy mismo pudiera hacerlo nuestra era neobarroca, situada ya más allá de la posmodernidad. Por supuesto que tampoco podemos dejar de reconocer en el respaldo popular a la escultura barroca, sin distingo de clases sociales, niveles adquisitivos, jerarquías o situaciones y en la entrega incondicional del público a sus heterodoxias, otras claves categóricas de su éxito, generando un efecto unificador en lo estético y lo cultural que no deberíamos reparar en calificar de inequívocamente globalizador, sin que ello suponga contradecir el sentido de lo poliédrico que, justo es decir, también impulsa a libres y casi infinitas interpretaciones de las constantes vitales barrocas, sin dejar de generar relecturas subjetivas del mismo, con personalidad propia y capacidad de perpetuarse en el tiempo más allá de los controvertidos Siglos de Oro, incidiendo con irrefrenable ímpetu en pleno siglo XXI.
Quienes confluyan en el universo barroco ampliado por la escultura española, no solamente protagonizarán una fascinante inmersión en la comprensión y la vida de las imágenes, sino que tomarán conciencia de la complejidad de una sociedad y de sus testimonios artísticos, que fueron capaces de transformar la noción de las cosas y convertirse, por sí mismos, en el epicentro de una particular visión del mundo. Esta vino reflejándose en una pluralidad de soportes y manifestaciones que, hoy en día, y a casi tres lustros discurridos del siglo XXI, nos demuestran que ese universo barroco ampliado no solamente sigue estando vivo, sino que goza, y hay que decir que por fortuna, de un perfectísimo estado de salud. Y aquí está este libro para demostrarlo, para demostrárnoslo…
Juan Antonio Sánchez López
Universidad de Málaga
Introducción. Entre el Barroco y el siglo XXI
Antonio Rafael Fernández Paradas
Han pasado 32 años desde que el profesor Martín González publicara su Escultura Barroca en España 1600-1770. Mucho ha llovido, historiográficamente hablando, desde entones. Aquel fue un trabajo, arduo, intenso, a la par que laborioso. No en vano, pretendía crear una magna obra que fuera, como fue y sigue siendo, el punto de referencia obligatorio al que todo investigador interesado en cuestiones relativas a la escultura barroca tuviera que dirigirse. Así, nos encontramos ante el libro de cabera de tres generaciones de investigadores.
Lo que Martín González consiguió, y pasó la prueba holgadísimamente, es lo que nosotros nos proponemos hacer, 32 años después, con la diferencia de que él era uno y nosotros treinta, en treinta y siete capítulos (en tres volúmenes).
La cuestión de la escultura barroca española no solo es una de las grandes aportaciones del país a la Historia del Arte Internacional, sino que, per se, es un mundo fascinante, que ha sido capaz de adaptarse no solo a los tiempos, sino lo que es más importante, a los caracteres de las comunidades de personas con las que se relacionaba. Así, nunca serán igual las piezas que afloraron en Antequera, que se estrena en esto de las grandes historias, como las se realizaron en Valladolid. Todos eran barrocos, peros sus idiosincrasias e interrelaciones personales eran diferentes. Existe una escultura barroca porque existe una sociedad barroca, que asume, consume y hace suya esas interrelaciones personales con la imagen religiosa, que trascienden a la propia divinidad, humanizando lo que muchos ven solo como un fragmento de madera, marfil, plata, o piedra. Pero para otros tantos, esas imágenes, ese barroco, en el sentido más amplio del término, es el día a día, que se perpetúa generación tras generación, donde personas y esculturas conviven por los tiempos de los tiempos. Esta es la clave del éxito de la escultura barroca en el siglo XXI, conjugar una perfecta y armónica convivencia entre hombres y mujeres de escultura, con hombres y mujeres de carne y hueso. Los segundos se ven reflejados en los primeros. ¿Escultura barroca en el siglo XXI? Sí, por favor.
Hagan memoria y deténganse a pensar en algún producto de la Historia del Arte que no solo haya sido capaz de reinventarse a sí mismo hasta la saciedad, sino que haya perdurado siglo tras siglo, superando guerras, cambios en el gusto, prohibiciones, etc., hasta ganarle la batalla a los propios representantes del clero y a la Santa Madre Iglesia. Probablemente ninguno. ¿El cubismo? ¿El expresionismo? ¿El romanticismo?... Todos tuvieron su época. De los pocos, la escultura barroca. Si empezamos a contar desde el manierismo, o del primer naturalismo, como está ahora tan de moda, nosotros somos hijos de nuestro tiempo, la escultura barroca lleva, en esencia, más de 400 años tal cual. Han cambiado muchas cosas, pero ella sigue moviendo masas, siendo reclamada y producida y, además, no solo está viva, sino que a día de hoy goza de una salud inmejorable, situándose en una de las cotas de esplendor más altas de su propia historia, probablemente la más alta. Los talleres y las esculturas en pleno 2015 afloran por doquier. No en vano, en su capacidad camaleónica, la escultura barroca que ya tenía como muy bien aprendido eso de las masas, y la sociedad, se ha sumado otro tanto, y se ha convertido en 2.0, y tiene perfil en todas las redes sociales y, además, se ha cansado de la oscuridad de las naves de las iglesias, prestándose a verse como una obra de arte, sin más, que puede ser adquirida y consumida desde una galería de arte hasta en una exposición. Que se lo digan a los compañeros de La Hornacina y sus premios…
Naturalista, barroca, clásico-barroca, preciosista, de Olot, de repoblación, popular, neo-barroca, neo-barroca gay, realista, hiperrealista, hipernaturalista, post Miñarro, post Zafra, post Buiza, post Duarte, post Suso de Marcos, 3D, ufff… Larga vida a la escultura barroca.
Ellas, las esculturas, salvo que se produzcan catástrofes naturales o intervengan las manos del hombre, pervivirán por los siglos. Nosotros nos iremos, pero los que vienen detrás siempre encontrarán en ellas un espejo en el que mirarse o, por lo menos, hasta que la sociedad deje de ser barroca.
De todas