Más que una secretaria. Carla Cassidy

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Más que una secretaria - Carla Cassidy Jazmín

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haber herido sus sentimientos, aunque sabía que Sheila estaría bien, con él o sin él. Era una de esas mujeres que siempre tendría un hombre a su lado. Al igual que él, era una superviviente en el juego de las relaciones.

      Apartando a un lado cualquier resto de remordimiento, hizo una seña al camarero para que le llevara la cuenta.

      –Adiós, Sheila –murmuró para sí, sabiendo que había hecho bien rompiendo con ella esa noche. A fin de cuentas, al día siguiente iba a ser un hombre «casado»

      Mientras esperaba al camarero, pensó en su secretaria, la mujer que iba a interpretar el papel de su esposa. Angela era exactamente la clase de mujer que le parecería bien a Brody. Sencilla y tranquila, consciente de sus deberes y eficiente, tenía todas las cualidades de una esposa tradicional. Y, sobre todo, no suponía ninguna amenaza para su soltería.

      Sonrió al pensar en las palabras con que se había despedido Sheila. Esperaba que alguna mujer le rompiera el corazón. Rio en alto al pensar en ello. El día que permitiera que una mujer entrara en su corazón sería el mismo que besaría el feo rostro de Brody Robinson. Y eso no sucedería mientras viviera.

      Capítulo 2

      PARA, Brian! –Angela trató de mirar a su hermano con expresión severa, pero rompió a reír mientras este sostenía el cepillo del pelo en alto, por encima de su cabeza–. Vamos, necesito cepillarme antes de que venga el señor Riverton.

      Brian se puso a bailar alrededor de ella y acabó tras la mesa de la cocina, con una amplia sonrisa en su rostro delgado.

      A los diecinueve años, Brian era aún un joven alto y desgarbado, con un travieso sentido del humor que a veces volvía loca a Angela.

      –¿Por qué iba a dártelo? Seguro que vas a sujetarte el pelo atrás con uno de esos pasadores tan feos.

      –Mis pasadores no son feos, ¡y mi jefe va a llegar en cualquier momento! –Angela rodeó la mesa, golpeó a su hermano juguetonamente en el pecho y volvió a reír cuando este la abrazó como un oso.

      Cuánto quería a su hermano… pensó mientras luchaba por librarse de su abrazo. Aunque Brian ya no era ningún bebé, aún lo adoraba.

      Su padre los abandonó cuando su madre estaba embarazada de Brian. Poco después del nacimiento de este, su madre se puso mala del corazón y fue Angela la que se ocupó de criarlo. El resultado fue un amoroso e intenso lazo de unión entre los dos hermanos.

      El timbre de la puerta sonó en ese momento y Angela se quedó petrificada. Mientras oía que su madre iba a abrir, luchó por librarse del abrazo de su hermano.

      –Si no me sueltas ahora mismo, voy a… voy a…

      Brian rio.

      –¿Qué vas a hacer? Soy demasiado grande como para que me des unos azotes en el trasero –la soltó justo cuando Hank Riverton entraba en la cocina.

      –Buenos días –saludó Hank, alzando una ceja con gesto de sorpresa.

      Angela sintió las mejillas totalmente acaloradas mientras tomaba el cepillo de la mano de Brian y se apartaba el pelo del rostro.

      –Buenos días –contestó–. Yo… estaré lista en un momento. Brian, ¿por qué no sirves una taza de café al señor Riverton?

      –Yo me ocuparé del señor Riverton. Tú ve a terminar de prepararte –dijo Janette Samuels mientras entraba en la cocina.

      Angela dedicó a su madre una sonrisa de gratitud y luego corrió a su dormitorio, donde la aguardaba el equipaje, ya preparado.

      Se cepilló rápidamente el pelo hacia atrás y se lo sujetó en la nuca con un amplio pasador. No quería entretenerse más. No quería que su madre se pusiera a interrogar a su jefe sobre su «viaje de negocios».

      Miró su reflejo en el espejo. Hank le había dicho que se vistiera informalmente y le había hecho caso. Llevaba unos vaqueros y una blusa blanca y azul marino. En lugar de sus habituales zapatos negros se había puesto unas zapatillas deportivas blancas. Tras una última y nerviosa mirada al espejo, tomó la maleta y salió del dormitorio.

      Su jefe estaba sentado a la mesa de la cocina, flanqueado por su madre y su hermano. Brian le estaba hablando de las clases a las que asistía en la universidad local.

      Mientras su hermano hablaba, Angela se tomó un momento para observar al hombre que iba a ser su supuesto marido durante la siguiente semana. Vestido con vaqueros y un polo de manga corta que enfatizaba sus anchos hombros y biceps, resultaba demasiado masculino y viril como para dejarla tranquila.

      –Parece que tienes un horario muy duro –comentó Hank cuando Brian terminó de hablar.

      Angela se acercó a su hermano y le puso las manos en los hombros.

      –Brian puede con él. Fue el primero de su promoción en el colegio y ha recibido ofertas de becas de las mejores universidades del país.

      Janette palmeó la mano de su hijo.

      –Y el año que viene irá a una de esas universidades.

      –Ya veremos, mamá –dijo Brian, sin comprometerse.

      Hank se levantó y miró a Angela.

      –Nos espera un largo trayecto. Será mejor que nos pongamos en marcha.

      –Sí, claro –Angela tomó su maleta y se encaminó hacia la puerta de salida.

      –Déjame –Hank le quitó la maleta de la mano y se volvió hacia la madre de Angela–. Ha sido un placer conocerla, señora Samuels. Me ocuparé de devolverle a su hija sana y salva el próximo domingo.

      Janette sonrió.

      –Muy bien. Espero que sus negocios vayan bien.

      –Adiós, hermanita –dijo Brian.

      –Adiós, Brian. Y no faltes a clase mientras estoy de viaje –bromeó Angela.

      Una vez fuera de la casa, respiró aliviada. Hank metió su equipaje en el maletero mientras ella entraba en el deportivo rojo.

      –Siento no haber estado lista cuando ha llegado. No pretendía que tuviera que charlar con mi madre y mi hermano –dijo Angela, nerviosa, mientras Hank ocupaba su asiento ante el volante.

      –No me ha importado –contestó él. Tras arrancar el coche, se volvió a mirarla–. De hecho, me ha parecido bastante interesante. Este fin de semana, mientras leía el informe que me habías preparado, he comprendido que apenas sabía nada sobre ti. Y por cierto, será mejor que empieces a tutearme. Resultaría muy extraño que me trataras de usted estando casados.

      Angela asintió.

      –No hay mucho que saber –dijo, mientras él ponía el coche en marcha.

      –Al contrario. No sabía que tuvieras familia. Siempre estás disponible para trabajar horas extra y los fines de semana. Si no recuerdo mal, la pasada nochebuena supervisaste una fiesta en mi casa durante casi toda la noche.

      Angela

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