Pack Bianca enero 2021. Varias Autoras
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–¿Es algo importante para ti?, ¿soñabas con encontrar el amor? –le preguntó Mateo finalmente.
Dicho así sonaba patético. ¿Quería el cuento de hadas, enamorarse perdidamente de alguien? ¿Lo quería de verdad, o solo porque en las películas y en los libros lo pintaban tan perfecto?
Cuando Mateo y ella habían empezado a trabajar juntos se había encaprichado de él, y le había costado superar ese enamoramiento. ¿De verdad quería volver a pasar por eso, por esa sensación angustiosa de notar el corazón encogido al saber que no era correspondida? ¿No sería mucho más fácil si los dos acordaran desde un principio dejar el amor fuera de la ecuación?
–Pues… no lo sé –dijo lentamente–. Es lo que todo el mundo parece suponer que deberías querer: encontrar el amor, lo de «felices para siempre»…
–Eso solo pasa en la ficción, no en la vida real. Esa clase de sentimientos se van diluyendo con el tiempo. Pero lo que nosotros tenemos, una relación basada en la confianza y la franqueza, eso es algo mucho más valioso.
–Bueno, tampoco tienes que despreciar así el amor –replicó Rachel.
–No lo estoy despreciando; solo estoy siendo realista –argumentó él.
–O sea que… ¿lo del amor no va contigo? –le preguntó ella. Aunque lo dijo en un tono despreocupado, sus palabras sonaron algo patéticas–. Solo quiero asegurarme.
El largo silencio de Mateo se le hizo tremendamente doloroso.
–No, no va conmigo.
Rachel asintió y trató de asimilarlo. Bueno, al menos se lo había dejado claro; no le había dado falsas esperanzas. ¿Podía conformarse con un matrimonio sin amor?
–También tengo que pensar en mi madre –dijo finalmente, sin creer que estuviese entrando en las cuestiones prácticas, como dando por hecho que iba a aceptar su proposición–. Tiene Alzheimer y está a mi cuidado.
–Eso no es problema. Podría venirse con nosotros a Kallyria, donde recibiría los mejores cuidados médicos en palacio. Dispondría de sus propios aposentos, y de personal médico cualificado que la atendería las veinticuatro horas del día.
–No sé si llevaría bien tantos cambios; bastante le costó adaptarse cuando me la traje de Sussex.
–Bueno, si fuera preferible, también podría quedarse aquí, en Cambridge. Le buscaríamos la mejor residencia de la zona.
Rachel suspiró. La idea de escapar de la monótona vida que llevaba con su madre, de las constantes críticas y quejas de esta, se le antojaba maravillosamente liberadora, pero a la vez la hacía sentir culpable.
–No sé, supongo que podría hablarlo con ella –dijo por fin, aunque de solo pensarlo se le encogía el estómago.
–Si sirviera de algo, podría intentar echarte una mano en eso –propuso Mateo.
–Gracias –murmuró ella con voz trémula.
Mateo se quedó callado un momento, antes de añadir:
–Aunque soy consciente de la enormidad que supone esta decisión para ti, y entiendo que necesitarías más tiempo para considerarlo, me temo que la situación en mi país es apremiante.
–¿Qué quieres decir?
–La inestabilidad en el trono ha provocado un movimiento de insurrección contra la Corona. Nada que no pueda controlar, pero tengo que volver a Kallyria lo antes posible.
–¿De cuánto tiempo estamos hablando cuando dices «lo antes posible»? –inquirió Rachel aturdida.
–Lo ideal sería que partiésemos pasado mañana como muy tarde.
Rachel se quedó mirándolo boquiabierta.
–¡¿Pasado mañana?! Mateo, para dejar mi puesto tengo que hacerlo con quince días de preaviso…
–Eso puedo arreglarlo.
–Y mi madre…
–Como te he dicho, eso tampoco es problema.
–¿Y mi apartamento?
–Puedes conservarlo, o puedo hacer que una agencia inmobiliaria te encuentre un comprador; como prefieras.
Había tenido que ahorrar tanto para comprar ese apartamento… Rachel inspiró, tratando de calmarse.
–No sé, es que… todo esto va demasiado deprisa –murmuró–. ¿Puedo pensármelo al menos esta noche y darte una respuesta mañana a primera hora?
Mateo vaciló, pero finalmente asintió.
–Está bien. Pero es importante que seas consciente de que, si me dices que sí, tendremos que iniciar todas las gestiones de inmediato.
–Lo entiendo.
Mateo puso su mano sobre la de ella.
–Sé que todo esto te abruma, y que tienes que sopesar muchas cosas, pero estoy convencido, absolutamente convencido, de que podríamos tener un matrimonio muy feliz.
Ella asintió y apretó los labios para que no le temblaran.
Capítulo 7
Dos días después
RACHEL miró por la ventanilla y vio cómo la niebla gris del otoño inglés iba disipándose a medida que el avión tomaba altura por encima de las nubes, donde el cielo estaba azul. Había aceptado la proposición de Mateo, y se dirigían a Kallyria en el jet privado de la Casa Real.
Todavía no acababa de creerse lo rápido que había ocurrido todo. Después de la cena en el Cotto, Mateo la había acompañado a casa, la había besado en la mejilla y le había dicho que la llamaría a las siete de la mañana para saber su respuesta.
De vuelta en su apartamento con su madre, apalancada frente al televisor, y con el olor a sándwich quemado flotando aún en el aire, había sentido lo sofocante y gris que era su vida. Y el paternalista e-mail de Simon el Sieso que había encontrado al revisar su correo en el móvil había sido la puntilla, el empujón que en realidad ni siquiera habría necesitado. Iba a aceptar la proposición de Mateo.
Esa noche apenas había dormido, y cuando le había sonado el móvil a las siete en punto había sentido un cosquilleo en el estómago, en parte por los nervios, pero también de emoción.
–¿Has decidido qué quieres hacer? –le había preguntado Mateo.
Ella había inspirado profundamente y le había respondido:
–Sí. Mi respuesta es sí.
Mateo le había dicho entonces que estaría en su casa en media hora para poner en marcha todos los preparativos y gestiones necesarios.