Vindictas. Varias Autoras

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Vindictas - Varias Autoras Vindictas

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en el olvido. Es un esfuerzo de memoria colectiva el que se requiere para traerlas de nuevo ante los ojos de los lectores.

      JC: Se trata de interpelar al diálogo. Desde el principio teníamos las ideas muy claras de cómo debíamos sortear algunos obstáculos y cómo llegar a algunos destinos. En cambio, nos hemos enfrentado a dificultades que tienen que ver con los criterios de la edición y el concepto mismo de realizar una antología de cuentos. No solo se trataba de iluminar a escritoras que estaban absolutamente en la periferia por ser mujeres, sino también por ser cuentistas. Nuestro debate acerca de esa doble realidad ha hecho factible el descubrimiento y una confirmación esperable; por supuesto que había escritoras cuentistas.

      SV: Es fundamental cuestionar y desestabilizar la convicción de que ya hemos leído a los mejores cuentistas latinoamericanos. Como en muchos otros campos, los lectores se han perdido, ni más ni menos, que la mitad de la creación literaria, concebida por la otra mitad del mundo: se han perdido la mirada de las mujeres, su mundo interior contado por ellas mismas. Escritoras que muchas veces no solo trabajaron el cuento, eran también autoras de ensayos, de crítica, de novelas; hay varias poetas. Creadoras en toda la extensión de la palabra, que si leemos sus semblanzas veremos cuánto lucharon por construir su habitación propia en sociedades donde la invisibilización de las mujeres era la norma.

      JC: Has enfrentado dos verbos importantes, desestabilizar y cuestionar, con un sustantivo, convicción. Este sustantivo pesa mucho como para modificarlo y transformarlo por sí solo. Hay que asediar con argumentos, que no son otros que las obras y las escritoras, a una convicción larvada a lo largo de más de un siglo, un canon sujeto a un espacio heteropatriarcal blanco, que fundamenta una mirada de leer excluyente y, por tanto, crea una invisibilidad. No estamos hablando simplemente de olvido. Para olvidar tiene que haber una voluntad de querer recordar. Y aquí no se ha querido recordar. Estamos frente a la invisibilidad. Estamos sin memoria.

      SV: Me gusta mucho que hables de voluntad. Es una palabra que nos ayuda a entender por qué estas obras no son conocidas. Leer a escritores es mucho más importante. Así funciona el heteropatriarcado: nos enseñaron que la voz masculina vale más. Nos enseñaron que era normal publicar y reconocer más la escritura masculina. En cambio, leer a las escritoras representa un esfuerzo. ¡Para empezar hay que encontrar sus libros! Un proyecto como éste, que busca reivindicar, en primer lugar significa la voluntad de encontrarlas, de leerlas.

      JC: La voluntad de leer partiendo de ese esfuerzo es el hecho diferencial que nutre a una antología no solo de una sensibilidad, sino también de una rigurosidad y una falta de prejuicio a la hora de acercarse a la obra literaria. Venimos de una falta de profundidad lectora temible. Lo digo como lector, editor y filólogo. El resultado que genera esta irresponsabilidad no es únicamente un canon sesgado, sino perpetuado. Poco importa que su origen esté mediatizado por una tendencia ideológica, una metodología de trabajo o una sensibilidad académica: el síntoma es unívoco, no hay escritoras ni en la bibliografía primaria ni en la secundaria que hemos consultado. Contra esa convicción había que ir.

      SV: Revisamos varias antologías canónicas de cuento hispanoamericano y latinoamericano del siglo XX —antologías que tuvieron y tienen reediciones—, la ausencia de escritoras es asombrosa. Pienso que al paso del tiempo esos antologadores pudieron revisar, revalorar y rescatar lo que no habían visto en un primer momento. No existió esa mirada que las buscara. Ahora, pensemos si en verdad era tan difícil encontrarlas. Durante el proceso de trabajo en este libro investigamos para construir las semblanzas de las autoras. Eran editoras, profesoras de literatura, periodistas, algunas estudiaron posgrados en el extranjero, se ve que con esfuerzos familiares importantes. Silda Cordoliani, por ejemplo, fue directora de Monte Ávila, la emblemática editorial venezolana. ¿De verdad era tan difícil encontrarlas? Imagínate todo lo que tuvieron que luchar en su campo de trabajo para dejar una huella que pudiera ser rastreada gracias a las escritoras e investigadoras que nos ayudaron.

      JC: Una antología es una historia de ausencias. Vindictas no viene a ocupar todo un territorio, sino que es una señal a seguir. Vindictas pone sobre la mesa que durante décadas se ha antologado de espaldas a las escritoras. Mencionabas esas antologías que recorren Latinoamérica. No era suficiente y descendimos un escalón más. Consultamos diferentes antologías nacionales, temáticas, especializadas en un género particular y siempre el mismo síntoma: apenas incluían escritoras. Vindictas es un grito que apela a ese esfuerzo de búsqueda y lectura; es una ventana abierta y ojalá se lea como tal. Desde las ilustraciones que acompañan la edición se pretende simbolizar este mensaje: enfocar con un pequeño destello una maravillosa cueva por descubrir. Ahí es precisamente donde el lector y la lectora van a tener que moverse y quiero pensar que con esta propuesta van a andar menos a tientas.

      SV: La ilustradora Jimena Estíbaliz y la diseñadora Clarisa Moura, quien también diseñó la colección de novela y memoria Vindictas, encontraron el registro perfecto para mostrar algo que se percibe en los propios textos: que las puertas estaban cerradas para estas escritoras; vieron cómo se construyó el canon sin ellas y vieron esas antologías magníficas, unas más relevantes que otras, según desde donde se producían. Ellas no estaban incluidas. Eso tiene que ver con la propuesta de ilustración de este libro, donde las puertas se abren y la luz va pasando de una mano a otra. Si muchas escritoras hoy podemos escribir y contar lo que queremos, lo que nos mueve, lo que nos duele, lo que nos interesa, es gracias a que otras escribieron antes. Esa deuda llega, si quieres, hasta Sor Juana, para hablar de una autora que representa tanto para las hispanoamericanas.

      JC: Se ha logrado hacer un libro bello que reúne la geografía del español a lo largo de veinte autoras, una por país. Casi todas ellas han nacido entre los años treinta y los cincuenta, salvo seis escritoras, desde la chilena Marta Brunet (1897) hasta Mimí Díaz Lozano (1928). En estas páginas se dan la mano generaciones de mujeres que van a escribir y publicar en las condiciones adversas y los años convulsos de la segunda mitad del siglo XX.

      SV: Es muy importante establecer ese puente temporal que abarca la antología y leer el contexto en que vivían estas 20 autoras, la época deja su marca de agua en el relato individual de cada una: el siglo de la tercera ola de la lucha feminista, del acceso a la píldora anticonceptiva, de las discusiones sobre el aborto o la reconsideración del papel de la maternidad. Al mismo tiempo que nacían movimientos literarios como el boom —tan sonoro—, había una implosión, un trabajo silencioso y silenciado. Mientras se servía el gran banquete donde se destacaban las voces de escritores, las voces de ellas hacían lo suyo. Tú detectaste que incluso en la edición, en el trabajo final de dar a luz a un libro —que tiene que ver con publicarlo—, allí las escritoras tenían la consciencia de que la puerta estaría cerrada. Una autora lograba terminar un libro contra viento y marea. ¿A quién recurría para publicarlo?

      JC: En su mayoría son voces silenciadas a la hora de editar sus libros y de establecer su presencia literaria. Ello supone un obstáculo muy profundo para visibilizar su escritura. Nos hemos enfrentado técnicamente a obras publicadas en editoriales minúsculas o de una existencia muy breve, con tiradas casi ínfimas, con una factura editorial precaria. Nos hemos topado con alguna obra que vio la luz gracias a la aportación económica de amistades, como es el caso de Puros cuentos, de Bertalicia Peralta. Es muy reseñable cómo algunas reediciones las han hecho sus descendientes. Los hijos de Mimí Díaz Lozano o María Luisa Elío así lo hicieron. Del mismo modo este silencio está provocado por la falta de reconocimientos, de premios, de trabajos académicos. Pongamos por ejemplo el caso de la escritora dominicana Hilma Contreras, nacida en 1913, que obtuvo el premio nacional en su país el año 2002, con casi 90 años. Me pregunto, ¿no se lo podían haber otorgado durante su juventud, a los 70 años? ¿Había que esperar tanto? Esta es la convicción a doblegar y tumbar.

      SV: Daniel Balderston, investigador de la universidad de Pittsburgh, hizo un recuento de varias antologías. Cuenta que, en 1959, Ángel Flores publicó su Historia y antología del cuento y la novela

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