Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida. Teresa Southwick

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Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida - Teresa Southwick Omnibus Julia

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17

       Un extraño en mi vida

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Capítulo 15

       Capítulo 16

       Si te ha gustado este libro…

      DECIRLE a un antiguo novio que tenía una hija que no conocía era una manera horrible de empezar el día.

      Y la sala de urgencias del Centro Médico Misericordia en la que él trabajaba era una lugar horrible pare decírselo, pero Emily Summers sabía que lo encontraría allí sin duda. El doctor Cal Westen era especialista en urgencias pediátricas y pronto estaría allí. Siempre se pasaba por la sala de médicos de urgencias treinta minutos antes de que diera comienzo su turno para tomarse un café. Al menos eso solía hacer. Emily ya no estaba al tanto de sus costumbres desde que rompieron hacía más de un año.

      Emily abrió la puerta y el corazón le dio un vuelco al verlo. Algunas cosas no cambiaban, incluida su reacción física ante aquel carismático y encantador médico.

      —Hola —dijo levantando la mano en gesto de saludo.

      Cal sonrió al instante nada más verla.

      —Emily Summers en persona.

      Ella entró en la sala y se colocó al lado de la mesita que había en el centro.

      —¿Cómo estás, Cal?

      —Bien.

      Tenía buen aspecto. Como siempre. Era alto, bronceado y musculoso. Aquel hombre conseguía incluso que la bata sin forma resultara sexy. Emily tenía un pasado de atracciones por hombres altos, morenos y guapos. Pero Cal había cambiado eso. Tenía el cabello rubio y revuelto y un hoyuelo profundo le suavizaba la recta mandíbula.

      —Me alegro de verte —sus ojos azules brillaron con auténtica alegría, pero cuando le contara lo que había ido a decirle, probablemente eso cambiaría. Cal colocó su taza de café de papel sobre la mesa que los separaba—. ¿Cuánto hacía que no nos veíamos?

      Emily estaba de cuatro semanas cuando lo vio por última vez, y desde entonces su vida había transcurrido en una nebulosa de embarazo y bebé.

      —Unos dos años.

      —Parece que fue ayer —dijo Cal sacudiendo la cabeza.

      Ella no podía decir lo mismo, porque su vida había cambiado profundamente durante ese tiempo. Desde que el bebé se movió dentro de ella, había sentido un amor más poderoso que nada que hubiera conocido antes. Su hija era la única razón por la que estaba ahora allí, porque ver a Cal de nuevo era lo último que deseaba. Él le había roto el corazón.

      Cal la miró de arriba abajo y sonrió.

      —Llevas el pelo más corto.

      —Así es más cómodo —pensó tocándose la corta melena.

      —Está bien. Muy bien —en sus ojos había aprobación—. ¿Has perdido peso?

      —Siempre tan encantador —dijo Emily. Durante el primer trimestre del embarazo no había dejado de vomitar, y el resto del embarazo también había sido duro. Después del parto había estado muy ocupada y no había recuperado los seis kilos que había perdido su metro sesenta de altura.

      —En serio, estás distinta.

      Tenía una hija, la hija de Cal, pero no quería soltarlo de golpe. Aunque no sabía por qué tenían que preocuparle sus sentimientos cuando él había despreciado los suyos.

      —Sigo siendo la misma.

      Cal se cruzó de brazos mientras la observaba, y Emily se fijó en el contorno de sus músculos. Parecía que fue ayer cuando acarició con las manos la suave mata de pelo de su pecho.

      Él rodeó la mesa y se colocó delante de ella, lo suficientemente cerca como para que pudiera percibir el calor de su cuerpo.

      —Estás estupenda, Emily. ¿Cuál es tu secreto? Nunca supe dónde fuiste cuando dejaste el Centro Médico Misericordia.

      ¿Significaba eso que había tratado de averiguarlo? Cuando Emily creía que tenía el corazón bajo control, volvía a latirle a toda prisa. Pero Emily no quería volver a sufrir como había sufrido por él.

      —Fui al Centro Médico Amanecer.

      —¿Sigues siendo trabajadora social? —le preguntó Cal.

      —Sí. Y también hago otras cosas.

      —Sea lo que sea te sienta bien.

      Emily había querido ser madre desde la primera vez que se quedó embarazada, pero entonces era demasiado joven para quedarse con el bebé.

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