El precio de una pasión peligrosa. Jane Porter

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El precio de una pasión peligrosa - Jane Porter Bianca

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pasamos una noche juntos. Por eso es por lo que quiero que hagamos la prueba de ADN hoy mismo. Solo voy a quedarme aquí el fin de semana, el lunes me iré a Inglaterra a pasar allí una semana, pero nos darán los resultados de la prueba de ADN dentro de siete días laborales, tres si pagamos extra –Charlotte paró, tomó aire y añadió–: Preferiría pagar extra. De esa manera, podría quedar resuelto el papeleo de la custodia antes de tomar el vuelo de regreso a California.

      –¿El papeleo de la custodia? –repitió él, consciente de que Charlotte parecía haberlo planeado todo, hasta el último detalle.

      –El niño, o la niña, vivirá conmigo.

      –Me parece que tenemos que hablar largo y tendido.

      –Brando, quiero asegurarte que no he venido aquí para causarte problemas. Estoy más que dispuesta a encargarme yo sola de la crianza de nuestro hijo.

      Brando arqueó una ceja.

      –¿Y nuestro hijo no va a saber que yo soy su padre?

      –¿Quieres ser padre? –replicó ella.

      –No entiendo la pregunta, cara. Si soy el padre, soy el padre.

      –Supongo que eso es lo que tenemos que discutir –dijo Charlotte enrojeciendo de nuevo.

      ¿En serio quería Charlotte mantenerle al margen de la vida de su hijo? Sintió un súbito ataque de cólera, pero lo controló.

      –Sí, creo que tenemos mucho que discutir –dijo él–. Pero prefiero que lo hagamos en privado. Con Louisa aquí, no es el momento más adecuado.

      Charlotte miró al techo como si esperara ver a Louisa allí, colgada de la araña.

      –Tienes razón –Charlotte se puso de nuevo el abrigo, abrió su bolso y sacó un papel–. Esta es la clínica más cercana que hace pruebas de ADN. Podrían hacérnosla esta misma tarde. Cuando salga de tu casa iré directamente allí. ¿Podrías llamarles y pedirles una cita para ti hoy mismo?

      –No veo motivo para retrasarlo.

      –Estupendo. Gracias –Charlotte se puso en pie–. Te pido disculpas por haberme presentado aquí sin avisar, debería haber considerado la posibilidad de que no estuvieras solo.

      –No te preocupes. Estoy es importante –Brando no podía imaginar nada tan importante ni una mujer más hermosa que Charlotte Parks. La deseaba desde el momento de conocerla.

      Brando la acompañó a la puerta de la casa.

      –¿Dónde te hospedas?

      Charlotte le dio el nombre del hotel, un hotel de cinco estrellas con vistas al río. Era donde se había hospedado con anterioridad.

      –Deja que te busque un taxi –dijo él.

      –Prefiero caminar –Charlotte forzó una débil sonrisa–. Creo que el aire fresco me sentará bien antes de ponerme a trabajar.

      –¿No has dejado el trabajo?

      –No, por supuesto que no –volvió a sonreírle–. Es lo que mejor se me da.

      –¿No es peligroso que sigas trabajando estando embarazada ya de seis mese?

      –No. Todo está bien.

      Ver a Brando de nuevo la había dejado sintiéndose vulnerable, pensó Charlotte mientras caminaba de regreso al hotel.

      No sentía nada por él, y sin embargo…

      Respiró hondo, parpadeó y se preguntó por qué se sentía tan terriblemente confusa, tan extraña, tan dolida, con los nervios a flor de piel.

      Lo que no tenía sentido, ya que Brando se había mostrado educado, respetuoso y comprensivo a pesar de la noticia que le había dado. Nada de tragedias. No obstante, la falta de drama la tenía en vilo, demasiado maravilloso para ser verdad.

      Quizá Brando no creía ser el padre y estaba esperando a que les dieran los resultados de la prueba de ADN para desafiarla.

      O quizá ya ni siquiera pensaba en eso y estaba de vuelta en la cama con Louisa.

      El estómago le dio un vuelco.

      ¡Qué mala suerte que Louisa hubiera estado allí ese día! ¿Por qué, por qué?

      Brando salió de la clínica, delante del hospital Maria Beatrice, y llamó a Charlotte.

      –Hola, soy Brando –dijo él cuando ella contestó–. ¿Estás ocupada?

      –No. Estoy tratando de redactar un comunicado de prensa, pero no consigo concentrarme. Anoche no dormí bien.

      –Deberías acostarte un rato.

      –Quizás tengas razón –respondió ella.

      –¿Qué vas a hacer luego? –preguntó Brando–. ¿Tienes planes para cenar esta noche?

      –No. Iba a trabajar.

      –Cena conmigo.

      –¿Te has hecho la prueba?

      –Sí. Y se supone que nos van a dar los resultados mañana por la mañana.

      –¿Cómo es posible? Me habían dicho que como pronto tardarían tres días…

      –A menos que pagues un montón de dinero.

      –Ah.

      –Bueno, la cena…

      –¿Y Louisa?

      –No la he invitado.

      –Brando.

      –¿No puedes pensar en ti aunque solo sea por una vez? Estás aquí, embarazada de seis meses. ¿No te parece que ya es hora de que por fin logremos comunicarnos?

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