E-Pack HQN Sherryl Woods 3. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 3 - Sherryl Woods Pack

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toda velocidad si se olieran siquiera que volvían a estar juntos.

      –Hay demasiadas cosas en juego, Cora Jane. No hay nada por lo que merezca la pena correr el riesgo de lastimar a B.J.

      –Pues lo siento por ti –le dijo ella con voz suave–. No hay nada en la vida que carezca de riesgos, ¿habrías renunciado a la posibilidad de tener a B.J. de haber sabido con antelación el dolor que te esperaba al perder a Jenny?

      –Claro que no.

      –Pues a eso me refiero. Si quieres llegar a las cimas más altas, también tienes que arriesgarte a pasar por las hondonadas más profundas.

      –Quiero que tanto mi vida como la de mi hijo se mantengan en una plácida llanura –él mismo era consciente de que lo que estaba diciendo era un sueño imposible.

      –Me parece un objetivo loable, pero poco realista. La vida no es así –le sostuvo la mirada al añadir–: Y sabes tan bien como yo, Boone Dorsett, que te aburrirías a más no poder si lo fuera.

      Quizás sí, quizás no; en todo caso, él estaría encantado de probar esa plácida existencia por un tiempo, a ver qué tal.

      B.J. salió como un cohete a la terraza del Castle’s, y al ver a Boone echó a correr hacia él. Emily le siguió un poco vacilante. Le habría encantado poder evitarle por completo, pero aquel hombre parecía atraerla como un imán.

      –¡Papá! ¿Sabes qué?, ¡soy el asesor de Emily!

      Boone sonrió al verle tan entusiasmado, pero miró a Emily con expresión interrogante.

      –¿Y eso?

      –B.J. tiene muy buen ojo para el diseño de interiores, me da muy buenos consejos.

      Boone ni siquiera intentó ocultar su escepticismo.

      –Tiene ocho años, ¿qué consejos puede darte?

      –Se ha dado cuenta de inmediato de que los muebles que estaba viendo en mi portátil no encajaban aquí –sonrió al añadir–: Y me lo ha dicho sin cortapisas, esa es una cualidad positiva en un asesor.

      Boone no pudo evitar soltar una carcajada al oír aquello, y no pudo por menos que admitir:

      –Sí, no se calla casi nada. Si se le pasa por la cabeza, lo suelta por la boca –alborotó el pelo del niño en un gesto juguetón–. No habrás estado dándole la lata a Emily, ¿verdad?

      El pequeño protestó con indignación:

      –¡Ya te he dicho que soy su asesor!, ¡ella quiere que la ayude!

      –Ojalá pudiera servir las mesas por mí –comentó ella.

      Estaba deseando alejarse de Boone, pero no le entusiasmaba demasiado tener que lidiar con la hora punta de la comida; a juzgar por el montón de gente que estaba llegando, estaba claro que, como de costumbre, Cora Jane había acertado al decidir reabrir.

      –Puedo ayudar a llevar y traer cosas –se ofreció B.J. de inmediato.

      –Lo siento, campeón, pero tenemos que irnos –le dijo Boone–. Tengo que volver a mi restaurante, solo he venido a ver cómo va la cuadrilla de Tommy con el tejado.

      –A juzgar por los martillazos que he oído cuando estaba dentro, deben de estar avanzando bastante –comentó Emily.

      –Sí, Tommy me ha dicho que la cubierta de protección va a estar colocada antes de que empiece a llover esta tarde, y también van a empezar a poner las nuevas tejas.

      –Eso va a ser todo un alivio para la abuela, le preocupaba que entrara más agua y hubiera más daños; por cierto, ¿te ha dicho que el mueble de la caja registradora está hecho un desastre?

      –Sí, echaré un vistazo antes de irme. Conozco a un ebanista muy bueno al que suelo recurrir, se llama Wade. Puedo pedirle que venga mañana, para hacer otro mueble a medida y cualquier otro cambio que Cora Jane quiera en el comedor.

      –¿Crees que mi abuela va a querer cambiar algo? Tengo suerte de que me haya dado permiso para traer a los pintores.

      –Sí, es una defensora acérrima de mantener las cosas tal y como están –la observó con ojos penetrantes antes de preguntar–: ¿Aún te molesta eso, o ya te has resignado?

      –Voy a seguir dándole la lata, pero no creo que sirva de mucho.

      –Bueno, voy a echarle un vistazo a ese mueble y después me voy. Vamos, B.J.

      –¡Yo quiero quedarme aquí! –protestó el niño.

      –Esta tarde no, todo el mundo está muy ocupado y molestarías. Cora Jane no puede vigilarte cuando tiene tanto trabajo.

      –Ya le vigilo yo –se ofreció Emily, antes de tener tiempo de pensárselo dos veces–. Si a ti te parece bien, claro. Entre la abuela, Gabi, Samantha y yo, no habrá ningún problema. Puede quedarse en la cocina, a Jerry le encanta que le haga compañía; además, supongo que tendrás que hacer un montón de cosas en tu restaurante, ¿no? Me he enterado de que ha sufrido bastantes daños.

      –Sí, pero…

      B.J. empezó a dar saltitos, y miró suplicante a su padre.

      –¡Por favor, papá!

      –Lo siento, campeón. Ya está todo arreglado para que pases la tarde en casa de Alex, su madre me ha dicho que puedes quedarte a dormir allí.

      –¡Yo prefiero quedarme aquí!

      –Solo tendremos abierto hasta las tres –intervino Emily–. Después nos pondremos a limpiar otra vez el local, y podremos tenerle entretenido con eso; cuando acabemos, alguien puede llevártelo al restaurante o a tu casa –se preguntó si el verdadero problema era que Boone quería estar libre aquella noche porque tenía una cita. A lo mejor estaba saliendo con alguien–. Si tienes planes para esta noche, puede quedarse a dormir en casa de la abuela –le ofreció, con toda naturalidad.

      –No, no tengo planes –le contestó él, con voz un poco tensa–. Por regla general, le encanta quedarse a dormir en casa de Alex, porque ellos tienen las videoconsolas que yo me niego a comprarle.

      –¡Pero hoy quiero quedarme aquí a ayudar!

      Boone no tuvo más remedio que claudicar al verle tan empeñado en quedarse, pero no disimuló su renuencia.

      –Vale, está bien. Deja que hable con Cora Jane.

      –No hace falta, ya se lo digo yo –le aseguró Emily.

      –De acuerdo, ¿te va bien que pase a buscarle por vuestra casa a eso de las siete y media? Así no tendrá que esperar en mi restaurante a que yo termine si tengo que quedarme allí más tiempo del previsto.

      –Perfecto. Saber que vas a ir a buscarle a casa será la excusa perfecta para conseguir que la abuela salga de aquí a una hora decente.

      –Genial, todos contentos –comentó él con ironía,

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