E-Pack HQN Sherryl Woods 3. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 3 - Sherryl Woods Pack

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      –¿He hecho algo mal?, ¿qué tiene de malo que le haya dado permiso para que se vaya en ese coche?

      –Que le has puesto muy fácil la huida –le contestó Gabi con exasperación–. La culpa no es tuya, yo creo que sería capaz de marcharse hasta haciendo autostop si no le quedara otra alternativa –se levantó de la silla y salió de la cocina sin más.

      –¿Por qué está tan enfadada? –preguntó Samantha.

      –Cree que estoy huyendo porque estoy asustada –le explicó Emily.

      –Pues claro, eso es lo que haces siempre.

      Emily la miró consternada; como de costumbre, las acusaciones de Samantha tenían un peso del que carecían las de Gabi, y se puso a la defensiva de inmediato.

      –¡Eso no es verdad!

      –Es lo que hiciste hace diez años, ¿no? Yo ya estaba en Nueva York, pero todas nos dimos cuenta de que te asustó la intensidad de lo que sentías por Boone y saliste huyendo.

      –Me marché porque quería lanzar mi carrera profesional en otro sitio –le espetó con impaciencia.

      –Sí, en cualquier sitio que estuviera lejos de Boone. ¿A que tengo razón, abuela?

      –Sí, yo también tuve esa impresión.

      –Y mira lo bien que te salió la jugada –siguió diciendo Samantha–. Él te dio la sorpresa del siglo al seguir adelante con su vida y tú te quedaste dolida, confundida y amargada.

      –No tienes ni idea de lo que pasó, y no tengo tiempo de discutir contigo. ¿Dónde están las llaves del coche?

      Su hermana se las lanzó antes de decir:

      –La documentación está en la guantera.

      –Gracias –después de darle las gracias con sequedad, le dio un abrazo y besó a su abuela en la frente–. Te quiero, volveré pronto.

      –Más te vale, señorita; como no lo hagas, mandaré a alguien a buscarte. Esa cobardía no la has aprendido de mí, y tampoco de tus padres.

      –¡No es cobardía!

      Se dio cuenta de que era inútil protestar, porque ninguna de las dos se creía que su marcha se debiera al trabajo; de hecho, no se lo creía ni ella. Había tomado aquella decisión la noche anterior de forma impulsiva, porque estaba asustada y el último ataque de nervios de Sophia le había dado la excusa perfecta, y ya no podía cambiar de opinión. Si no quería quedar como una idiota indecisa ante su familia y cualquier otra persona que tuviera el más mínimo interés en ella, tenía que cumplir con lo que había dicho y marcharse.

      Boone consiguió que B.J. aguantara las ganas de ir al Castle’s hasta después de comer, pero gracias a que le sobornó comprándole un videojuego portátil que llevaba meses pidiéndole; en cualquier caso, no tardó en darse cuenta de que había cometido un error, porque, tal y como temía, el niño no había dejado de jugar en toda la mañana.

      Cuando llegaron al aparcamiento del Castle’s, extendió la mano y le ordenó:

      –Dámelo.

      –¡Pero si es mío!, ¡quiero enseñárselo a la señora Cora Jane y a Emily!

      –Ya se lo enseñarás otro día, ahora vamos a guardarlo. Después decidiremos cuánto rato al día puedes jugar con él.

      –¡No es justo!, ¡me has dicho que es mío!

      –Y lo es, pero hay límites. Como con la tele.

      B.J. le miró enfurruñado, pero al final le dio el juego y salió a toda prisa de la camioneta.

      Boone suspiró al verle correr hacia el restaurante; al parecer, su hijo ya se había olvidado de cómo había acabado con puntos de sutura en el brazo.

      Fue sin prisa hacia el local, y se detuvo a hablar con Tommy para ver cómo iba la reparación del tejado y cuándo iba a poder ir a su restaurante.

      –Acabaré con esto mañana por la mañana como muy tarde, la cuadrilla estará en tu restaurante después de comer.

      –Perfecto. Ah, por cierto, pásame a mí la factura de Cora Jane.

      –Boone, sabes que va a ponerse hecha una furia.

      –Tú dile que no has tenido tiempo de hacer las cuentas.

      Tommy le miró con incredulidad.

      –¿Quieres que le dé largas? Tardará dos días en empezar a sospechar.

      –Yo creo que uno. Estoy en deuda con ella, quiero hacerle este regalo. Si le reclama este gasto al seguro, su cuota se resentirá. Es mejor que lo pague yo. No te preocupes, ya hablaré yo con ella.

      –Como empiece a sermonearme sobre lo mal que llevo mi negocio por no pasarle la factura, o se le ocurra llamar a mi madre para quejarse, te juro que se lo cuento todo. No quiero que se enfade conmigo, ni que mi madre meta las narices en mi negocio. Está deseando hacerse cargo de la contabilidad, y esto sería una excusa perfecta para ella.

      Boone se echó a reír. Tommy era un tipo de treinta y siete años que medía más de metro noventa y al que le iban bien los negocios, pero estaba claro que aún seguía teniéndole miedo a su madre. Aunque no era de extrañar, porque la señora en cuestión era una mujer de armas tomar.

      –No te preocupes, yo daré la cara frente a Cora Jane… y no te meteré en problemas con tu mamaíta –añadió, en tono de broma.

      Su sonrisa se ensanchó al ver que Tommy mascullaba una palabrota y se alejaba, pero se puso serio cuando, escasos segundos después, B.J. salió del restaurante con cara triste. Le agarró del hombro y se puso de cuclillas delante de él.

      –¿Qué pasa, campeón?

      El niño se sorbió la nariz, y se le llenaron los ojos de lágrimas al decir:

      –Emily se ha ido, nadie sabe cuándo va a volver.

      Boone maldijo para sus adentros. Aquello era justo lo que temía que pasara desde el principio.

      –¿Cuándo se ha ido?

      –Esta mañana, supongo –le miró con cara de reproche al añadir–: Yo quería venir, pero no me has dejado. A lo mejor no se habría ido si yo hubiera estado aquí.

      –Sabías desde el principio que ella tenía que retomar su trabajo, que tenía que volver a su casa –le recordó, a pesar de que estaba tan desconcertado como él por aquella súbita partida.

      –¡Pero aún no! Es demasiado pronto. Creía que era amiga mía, y se ha ido sin despedirse.

      «Tal y como yo predije», pensó Boone para sus adentros, mientras intentaba disimular la furia que sentía.

      –Lo siento, campeón. Pero has comentado que va a volver, ¿no?

      Los hombros del niño se alzaron en lo que

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