E-Pack HQN Sherryl Woods 3. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 3 - Sherryl Woods Pack

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asintió antes de agarrar un delantal y una libreta para tomar nota. Aunque servir mesas era un recuerdo distante, había pasado muchos veranos allí y sabía cómo funcionaba todo; tal y como Boone había comentado, no era un trabajo que le gustara, pero se le daba bien porque era una persona a la que le gustaba hacer bien las cosas. Para hacer mal algo, no lo hacía.

      Se dio cuenta de repente de que quizás era esa la razón por la que había abandonado a Boone: porque había tenido miedo de ser incapaz de hacer las cosas bien a la hora de tener una relación real y duradera. Decidió dejar esa reflexión para más tarde, en ese momento había clientes esperando.

      Cuando pasó junto a su abuela camino del comedor, esta le dijo:

      –Cuando pase la hora punta y la cosa se tranquilice, tú y yo vamos a hablar.

      –¿De mis ideas? –le preguntó, esperanzada.

      –De Boone.

      Emily se detuvo en seco al oír aquello, y le dijo con firmeza:

      –Ese tema no está abierto a debate.

      –Ya veremos –insistió su abuela con testarudez, antes de pasar junto a ella con los platos de sopa.

      Emily fue tras ella al comedor y dio la conversación por terminada, ya que allí había demasiado ruido como para hablar. Se sintió aliviada, porque no le apetecía oír nada de lo que su abuela pudiera decir acerca de Boone; además, seguro que el sermón que le tenía preparado no era nada en comparación con la reprimenda que ella misma estaba dándose mentalmente.

      Para variar, B.J. se quedó callado mientras se alejaban a toda velocidad del Castle’s. Boone no recordaba haberse sentido así de furioso y desilusionado en toda su vida, ni siquiera cuando Emily se había marchado diez años atrás.

      Su móvil empezó a sonar poco después de que saliera como un cohete del aparcamiento del restaurante, así que puso el manos libres y contestó con sequedad:

      –¿Qué pasa?

      –Qué saludo tan agradable –comentó Ethan Cole.

      –No me pillas en buen momento.

      –Pues no sabes cuánto me alegro de haberte llamado. Quería recordarte que tienes que traer a B.J. a la clínica para que le eche un vistazo a la herida. A lo mejor puedo curar también lo que te aqueja a ti, sea lo que sea.

      –Dudo que exista en el mercado una medicina lo suficientemente fuerte para eso. Estamos a un par de calles de ahí, ¿te va bien que vayamos?

      –Perfecto.

      –Gracias, Ethan.

      B.J. se incorporó un poco en su asiento y le preguntó:

      –¿Ese era el doctor Cole? –al verle asentir, añadió con preocupación–: ¿Va a quitarme los puntos?

      –Sí, casi seguro que sí.

      –¿Me va a doler?

      –Puede que un poquito.

      –Entonces quiero que Emily también venga –le dijo el niño, con los ojos llenos de lágrimas.

      Boone se quedó atónito al oír aquello.

      –Pero si fuiste muy valiente cuando el doctor Cole te cosió la herida, me lo dijo todo el mundo. ¿Por qué te da miedo que te quiten los puntos?

      –Porque me has dicho que a lo mejor me duele.

      –Pero no tanto como cuando te los pusieron.

      –¡Quiero que Emily esté conmigo! –insistió el pequeño, mientras el llanto arreciaba.

      Boone luchó por ocultar la frustración que sentía. En aquella ocasión no podía ceder, por mucho que B.J. insistiera en tener a Emily a su lado; en todo caso, seguro que todo salía bien. Aunque él tenía la cabeza hecha un lío en ese momento, Ethan sabía cómo calmar a un niño asustado.

      –Esta vez no, campeón.

      –¿Por qué? ¿Estás enfadado con ella?, ¿por eso hemos tenido que irnos del Castle’s?

      –B.J., tú y yo nos las arreglábamos muy bien solos antes de que ella llegara al pueblo. Somos un equipo, ¿no?

      –¡Quiero que Emily venga! –sollozó entre lágrimas.

      A Boone le destrozaba verle llorar, pero no dio su brazo a torcer. Cuando llegaron al aparcamiento de la clínica, bajó del coche y fue a abrir la puerta del lado del pasajero, pero el niño se negó a bajar.

      –Cuento hasta tres, campeón. Si no bajas del coche, tendré que llevarte en brazos como si fueras un bebé.

      B.J. le miró boquiabierto, pero bajó del coche; al pasar furibundo junto a él, exclamó:

      –¡Te odio!

      Boone sintió que se le rompía el corazón. No era la primera vez que el niño le lanzaba aquellas palabras, y siempre le dejaban igual de devastado. Cuando entraron en la clínica, notó que Ethan le miraba con curiosidad antes de entrar tras B.J. en la sala de reconocimiento. Él entró tras ellos, pero se quedó en la puerta mientras el niño se cruzaba de brazos y les miraba enfurruñado.

      –¿Qué tal estás, B.J.? –le preguntó Ethan, con voz serena.

      –Bien.

      –¿Estás listo para que te quite los puntos?

      –No.

      Ethan se quedó sorprendido ante aquella inesperada respuesta y miró a Boone, que admitió:

      –Le he dicho que a lo mejor le duele un poco.

      Ethan se volvió de nuevo hacia B.J. y le dijo, sonriente:

      –Los papás no tienen ni idea de estas cosas. Seguro que el tuyo era un cagueta, pero tú eres todo un valiente. No derramaste ni una sola lágrima cuando te cosí la herida, apuesto a que ni siquiera notas cómo te quito los puntos.

      B.J. le miró con suspicacia, pero dejó que se pusiera manos a la obra sin protestar.

      –¿Lo ves?, ya te he dicho que ni siquiera lo notarías –comentó Ethan, cuando terminó de quitárselos–. Y apenas se nota la cicatriz, debo admitir que he hecho un buen trabajo.

      –¿La cicatriz se borrará del todo antes de que empiece el cole? –le preguntó el niño, mientras examinaba con detenimiento su brazo.

      –No, del todo casi seguro que no. ¿Piensas enseñársela a tus amigos?

      –Sí, aunque habría sido mejor enseñarles los puntos.

      –Ya, pero no habría sido buena idea dejarlos más tiempo. ¿Por qué no vas al mostrador de recepción y pides un caramelo?, tu papá y yo enseguida salimos.

      B.J.

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