Correr, la experiencia total. George Sheehan

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Correr, la experiencia total - George Sheehan Deportes

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que debe vivir. Un ascetismo que practican los halterófilos, los jugadores de fútbol americano y los corredores de fondo, así como los santos y los filósofos.

      «Primero sé un asceta, es decir, un gimnasta –escribió Kierkegaard−. Luego da fe de la verdad». Y siguió su propio camino de ascetismo por medio de sus paseos, en los cuales se dedicó a pensar y elaboró su filosofía. Kant fue otro gran caminante. Sus vecinos ponían en hora sus relojes a su paso por el pueblo.

      Para Thoreau, la longitud de sus paseos fue pareja a la longitud de sus escritos; si se encerraba a cal y canto en casa, no escribía nada. La mente y el cuerpo, escribió Huxley −otro abogado de la condición física−, son orgánicamente uno. El movimiento y la meditación son aparentemente una unidad. «Siéntate lo menos posible –escribió Nietzsche−. No des crédito a ningún pensamiento que no haya nacido al aire libre mientras uno transita en libertad, o cuando los músculos no estén también celebrando el festín».

      Sin embargo, para que tus músculos lo celebren y te muevas con libertad, tendrás que prestar atención a detalles como la alimentación, el clima y el entrenamiento. ¿Cómo puede uno jugar, pensar y hallar la verdad atiborrado de donuts rellenos? La nutrición sigue siendo un tema controvertido, pero pocos discutirán que tendremos más dificultades comiendo que ayunando, y que nuestra ingesta de sal y azúcar refinado no es natural.

      El clima es algo sobre lo que no tenemos muchas opciones. Algunos tienen más suerte que otros. Cuando Green Bay entrenaba en Santa Bárbara para la primera Super Bowl, uno del equipo de los Packers preguntó a un reportero: «¿Qué han hecho ellos para merecer vivir aquí?». Otros tienen que vivir su propio equivalente de Leipzig, Venecia y Basilea, lugares que Nietzsche consideraba desastrosos para su fisiología.

      No obstante, el ejercicio encubre multitud de pecados dietéticos y meteorológicos. El atleta aclimatado se ajusta a su entorno y comienza a aprovechar la altura, el calor o la humedad para hacerse más fuerte. Y su alimentación, por medio de cierta sabiduría inherente al cuerpo que ahora se deja que opere, comienza a amoldarse a sus necesidades, a su naturaleza.

      Presta atención, pues, a los pequeños detalles, a algo tan normal como la alimentación y el clima, y a tu propia elección del juego y deporte. «Yo soy el único obstáculo a la perfección», escribió Kierkegaard. Los deportistas siempre lo han sabido. Los deportistas y los niños que juegan tienen la misma percepción: Que todas esas cosas son posibles y que sólo uno es el dueño de su destino.

      Cierto, debemos dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Son las cuarenta horas con las que debemos contribuir al bien común y a la preservación de nosotros mismos y de nuestras familias. Pero más allá de la puerta está la libertad. El esfuerzo por hacer del trabajo algo más que la llave de esa puerta tal vez no tenga éxito en nuestra vida o en vidas futuras. Pero eso no debería preocuparnos.

      Incluso ahora, el trabajo parece afligir más a los psicólogos, psiquiatras y sociólogos que a los trabajadores, porque han hallado la sabiduría para asimilarlo. Y no han dejado que les afecten sus inadecuaciones físicas, espirituales y psicológicas.

      El trabajo de hoy no nos convierte en las personas que podemos ser. El trabajo es simplemente el precio que hay que pagar. Una vez ganado el pan diario, podemos volcarnos en nuestro juego diario. Después de pagar nuestro precio por la supervivencia, podremos prestar atención a la labor más seria de vivir. Una vez que hemos atendido a la salud de nuestras cuentas corrientes, estamos listos para cuidar de nuestros cuerpos y de las mentes que los habitan.

      La sabiduría, como dice aquí, comienza a las 5 de la mañana.

      «¿Hay algún médico que tenga tiempo −escribió un alemán de diecisiete años al ministro de industria− para decirme cómo vivir de manera saludable?»

      No estoy seguro de si algún médico abordaría esa pregunta aunque tuviese tiempo. Vivir de manera saludable es un tema que pocos médicos parecen preparados para tratar. Vivir de manera saludable es nada menos que llegar a la vejez y, en palabras de Erickson, «aceptarse a sí mismo y aceptar el ciclo de la vida como algo que tenía que ser y que, por necesidad, no tiene vuelta de hoja».

      Para vivir de manera saludable, por tanto, hay que transformarse en lo que uno realmente es y trabajar en ello. Como dijo Ortega, para convertirse en lo que eres por designio. Esto puede ser un logro rutinario o poco corriente, dependiendo de cómo lo veas. En mi caso actual, en mis vagabundeos durante la mediana edad en busca de respuestas, es como esperar que me ocurriera lo mismo que a Pablo en el camino de Damasco.

      Los jóvenes, sin embargo, tal vez vivan la misma revelación a través del deporte, porque es un área de la actividad humana en que se puede saborear la perfección. E incluso mediante el fracaso no hay mejor forma de conocerse uno mismo.

      El atleta no puede falsearlo. Es un ejemplo muy visible de hombre que alcanza el cenit o que fracasa en el intento. En esta era de farsantes y de fracasos ascendentes, el atleta se mantiene como un ejemplo de excelencia, gracia y pureza. O al menos como un ejemplo del esfuerzo honrado por alcanzar esos atributos.

      Tanto con el éxito como con el fracaso, el verdadero atleta no recurre a excusas. Se acepta como es sin orgullo ni prejuicios. Sabe lo que puede hacer y lo que no. Ha hallado lo que hace mejor y es feliz así, con independencia de a qué puesto se aúpe en el escalafón. Se ha descubierto a sí mismo, ha comprendido sus puntos fuertes y débiles, y los acepta.

      «Cambiar los patrones fundamentales de la constitución y el temperamento supera nuestra capacidad –escribió Aldous Huxley−. Con la mejor voluntad del mundo, lo más que podemos esperar es aprovechar al máximo su naturaleza psicofísica [la personalidad concreta asociada a una constitución física dada].»

      El atleta ya sabe esto. Por eso, saca el máximo provecho de ello. Busca la forma física, más por medio de objetivos positivos que de restricciones negativas. El atleta no deja de fumar y empieza a entrenar, sino que empieza a entrenar y se da cuenta de que ha dejado de fumar. El atleta no se pone a dieta y empieza a entrenar, sino que empieza a entrenar y se da cuenta de que está comiendo lo correcto en los momentos correctos. Es de este modo como las cosas encuentran su sitio. Sus hábitos de sueño se normalizan. Automáticamente descansa después de comer y entrena con el estómago vacío. Realiza calentamientos concienzudos y queda satisfecho con los avances por lentos que sean.

      Ha descubierto la condición física y la delgada línea entre el rendimiento óptimo y el desastre. Se vuelve atento a las señales que emite el cuerpo. Las palpitaciones, el dolor de garganta, los mareos al levantarse, los dolores articulares menores, o el despertarse en mitad de la noche; todos estos signos tienen un significado y le alertan igual que el crujir de una ramita alerta al ciervo en el bosque. Le avisan de que ha ido todo lo lejos que puede ir.

      Cuando la condición física acaba, empieza el descubrimiento de uno mismo. El atleta que está al mando de las destrezas de su deporte comprende a la persona que es por medio de su estrecha relación con el deporte y su respuesta a los esfuerzos y tensiones que surgen dentro de él. Y descubre de qué está hecho. Y cuál es su verdadera personalidad.

      Charles Morris, en su obra Variedades del valor humano, sugiere que hay tres componentes básicos en la personalidad humana: dionisiaca, cuya tendencia es dejarse llevar y ser indulgente con sus deseos; prometeica, con tendencia a manipular y reconstruir el mundo; y budista, con tendencia a regularse controlando los propios deseos. En resumidas cuentas, estos componentes psicológicos se describen como dependencia, dominancia e imparcialidad.

      No debería costar tanto que una persona de setenta años en buena forma

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