Pack Bianca y Deseo enero 2021. Varias Autoras

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      Él sonrió mientras se colocaba a la entrada de su cuerpo, que estaba húmedo después del orgasmo, así que no le costó entrar. Logan cerró los ojos y sintió cómo el cuerpo de ella se ajustaba a su erección.

      –¿A qué estás esperando? –le preguntó ella, apretándolo con sus músculos internos.

      –A eso –le dijo él, apartándose y volviendo a entrar.

      En ese momento todo se volvió borroso; no había nada más en el mundo que sus cuerpos unidos de la manera más íntima en la que un hombre y una mujer podían estar unidos. Se movió en su interior y notó cómo ella se apretaba contra él. La oyó respirar con dificultad y sintió que se aferraba a sus hombros. Logan se obligó a abrir los ojos, se obligó a mirarla, a grabar su imagen, así, debajo de su cuerpo, tan perdida en él como él en ella.

      Se dio cuenta de que volvía a tener el escote sonrojado y supo que estaba a punto de llegar al orgasmo otra vez. Tenía que verla ahogándose en aquel mar de placer antes de dejarse llevar por completo, pero al final llegaron al clímax a la vez.

      Logan se dejó caer sobre su cuerpo e hizo que ambos se tumbasen de lado. Seguía dentro de ella, podía sentir sus cuerpos unidos, sus corazones latiendo a un ritmo perfecto mientras la sensación de placer empezaba a decaer y la realidad ocupaba de nuevo su lugar. La mujer le acarició el rostro y lo miró fijamente a los ojos.

      –No sabía que pudiésemos estar así –le dijo–. Ha sido… no, tú has sido, somos perfectos.

      –Ha sido perfecto, sí –admitió él.

      Entonces le dio un beso profundo, lento. Era la primera vez que hacía algo así, pero ambos lo habían querido y lo cierto era que la experiencia había sido perfecta, sobre todo, siendo la primera vez que estaban juntos.

      «La primera y la última», se recordó. Se apartó de su cuerpo y se quedaron allí tumbados mientras sus corazones y sus respiraciones volvían a la normalidad. Logan necesitaba asearse, así que se levantó de la cama y fue al cuarto de baño. Cuando volvió, se la encontró tapada con las sábanas y profundamente dormida. Aunque su instinto lo instó a volver a la cama con ella, supo que solo había sido un desahogo para ella.

      Así que tomó su ropa y se vistió. Dejó la tarjeta de la habitación encima de la mesa y apagó la luz antes de salir de la habitación.

      No volvería a verla jamás, pero tampoco la olvidaría ni olvidaría aquella noche mientras viviese.

      Honor se despertó temprano a la mañana siguiente y se desperezó en la cama. Alargó la mano hacia Keaton y se sintió decepcionada, aunque no sorprendida, al no encontrarlo a su lado. Sonrió de oreja a oreja. La noche anterior había superado todas sus expectativas.

      Cuando le había sugerido darle algo de vida a su relación, jamás había esperado que él se lo tomase tan en serio. De hecho, había tenido la sensación de que casi no la escuchaba. Keaton era así. Tranquilo, en ocasiones pedante y siempre en control de la situación. Había mantenido el control incluso la noche anterior, aunque, sin duda, había desempeñado un papel nuevo. Hasta entonces, el sexo entre ellos siempre había sido, como mucho, insustancial. Y poco frecuente. De hecho, Honor había empezado a temerse que Keaton quisiese romper su compromiso. Fingir que no la conocía había sido una idea brillante. De hecho, había acariciado su cuerpo como si hubiese sido la primera vez. Incluso se había esforzado en simular un acento extranjero en las pocas palabras que habían intercambiado.

      Se pasó una mano por el pecho recordando cómo la había tocado él. Cómo le había excitado la aspereza de su barba en la piel. Keaton solía afeitarse dos veces al día y Honor se preguntó si, a partir de entonces, iba a empezar a relajarse un poco más. Tal vez la siguiente vez pudiese ser ella quien fingiese que no lo conocía.

      Se echó a reír al imaginar las posibles situaciones en las que cumplir sus fantasías. Se retorció entre las sábanas y lamentó que Keaton no estuviese allí. La noche anterior había sido ella la que más había disfrutado, la siguiente vez sería él quien gozase de sus atenciones, le demostraría lo mucho que le agradecía que hubiese hecho aquel esfuerzo.

      Giró la cabeza y miró el reloj digital que había sobre la mesita de noche. Tenía que ponerse en marcha si quería hacer su presentación. Se levantó de la cama y fue al cuarto de baño, sonrió al ver el envoltorio del preservativo en la basura. Abrió la ducha y se metió debajo del chorro sin esperar a que se calentase el agua. En esos momentos, necesitaba centrarse para la conferencia. Después, volvería al trabajo, a la normalidad. A Keaton.

      Se sintió esperanzada. Ojalá que la noche anterior hubiese sido el inicio de algo nuevo para ambos.

      Si sus peores temores se hubiesen hecho realidad y Keaton hubiese roto su compromiso, Honor sabía que lo que se habría esperado de ella era que se marchase de Richmond Developments. Por muchos años que hubiese trabajado allí. Douglas y Nancy Richmond eran muy leales a sus hijos, Keaton y Kristin. Lo daban todo por ellos y era evidente que Keaton iba a ocupar el puesto de su padre cuando este se jubilase, dos años más tarde. Y Honor tenía la esperanza de ascender también y ser su mano derecha.

      La pobreza en la que había pasado su niñez había alimentado su ambición. Había visto cómo sus padres se destrozaban el uno al otro a base de infidelidades, y la desesperación y la culpabilidad de su madre cuando su padre se había marchado de casa. Por eso había aceptado la propuesta de matrimonio de Keaton, porque era una persona estable, con la que era imposible tener terribles discusiones. Su matrimonio se basaría en sus sueños y metas comunes, en su búsqueda del éxito y la seguridad.

      Honor se había convencido de que era feliz con eso, de que era lo que siempre había querido, pero al ver que Keaton se mostraba reacio a fijar una fecha para la boda, había empezado a tener miedo y a sentir la misma inseguridad que de niña.

      Salió de la ducha, se secó y buscó en su bolsa de aseo el anillo de compromiso que Keaton le había regalado varios meses antes. Incluso la proposición había sido apática y pragmática. Después, habían salido juntos a comprar el diamante y Keaton había buscado en él más una inversión que una declaración de amor. Honor llevaba con orgullo la joya porque era una demostración de lo lejos que había llegado en la vida.

      Le costó un poco ponérselo y se preguntó por qué se lo había quitado nada más subir a la habitación, después de haberle dado la tarjeta de esta a Keaton.

      En cualquier caso, la noche anterior era un buen augurio de su futuro juntos, pensó mientras se maquillaba, se recogía el pelo en un moño y se ponía un traje de pantalón color crema. Se miró por última vez al espejo y asintió.

      En el ascensor, sacó el teléfono y le mandó un mensaje a Keaton: Ya te echo de menos. Estoy deseando volver a verte.

      Sonrió mientras lo enviaba y volvió a guardarse el teléfono en el bolsillo. No esperaba una respuesta. Aunque, después de la noche anterior, tal vez… Antes de entrar en la sala de conferencias comprobó de nuevo el teléfono. Nada. Se dijo que no debía sentirse decepcionada, sacó el ordenador portátil y abrió su presentación, pero no pudo evitar volver a comprobar si tenía mensajes.

      Nada. Apartó el tema de su mente y se centró en comenzar con la exposición. Ya tendría tiempo de decirle a Keaton lo mucho que le había gustado la noche anterior cuando lo viese unas horas después en la oficina.

      Logan

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