Pack Bianca y Deseo enero 2021. Varias Autoras

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que no había sido normal era la noche anterior. En cierto modo, se sentía un poco decepcionado consigo mismo. Era la primera vez que utilizaba a una mujer por placer, sin conocerla. De hecho, no sabía ni su nombre, aunque sí sabía cómo hacerla enloquecer de deseo.

      Se preguntó si volvería a encontrársela esa noche también. O esa misma mañana, en el vestíbulo del hotel. Estudió su reflejo en el espejo y sacudió la cabeza. Tenía mal aspecto.

      Se dio una ducha, se afeitó y se vistió antes de salir a desayunar. Tenía un par de horas, como mucho, antes de hacer lo que había ido a hacer allí. Solo de pensarlo se le encogió el estómago y, de repente, ya no quiso desayunar. Enfrentarse a su madre biológica y a su padre iba a ser lo más duro que había hecho en su vida. Eran las personas que debían haberlo criado, con las que debía haber compartido los momentos más importantes de su vida.

      ¿Qué pensarían cuando supiesen que a él también le interesaba todo lo relacionado con la arquitectura? ¿Valorarían su ética en el trabajo y que hubiese levantado un negocio multimillonario comprando edificios antiguos y convirtiéndolos en viviendas ecológicas por toda Australasia?

      Sin duda, le pedirían alguna prueba de que era quien afirmaba ser. Logan no era tonto. Había hecho sus pesquisas y sabía que Richmond Developments era una empresa de vanguardia, similar a la suya. Salvo que sus padres compraban edificios en lugares privilegiados, los demolían y construían de cero. Él prefería rendir homenaje al pasado histórico de las construcciones, conservar sus características especiales y, al mismo tiempo, modernizarlas. No, su familia no iba a recibirlo con los brazos abiertos. Dado que se dedicaban al mismo negocio, tal vez incluso sospechase de sus intenciones. Serían cautos, y harían bien. Tendrían que hacerse pruebas, pero al final se demostraría su relación. Y, entonces, ¿qué?

      Se preguntó, y no por primera vez, si habría seguido el mismo camino de haber crecido allí en vez de hacerlo en Nueva Zelanda. ¿Había sabido Alison Parker lo que hacía al robarlo del hospital para criarlo ella sola? No debía de haber estado en su sano juicio. Había dado a luz a su propio hijo, muerto el mismo día que Logan y su hermano gemelo habían nacido. Y la pérdida debía de haberla trastornado. Después de su muerte, varios meses atrás, Logan había encontrado sus diarios y se había quedado conmocionado al leerlos.

      No obstante, como madre, lo había hecho lo mejor que había podido. Cuando su marido había fallecido durante una peligrosa misión, ella había decidido marcharse de Estados Unidos y volver a Nueva Zelanda, su país natal, donde había criado a Logan como a cualquier niño local que hacía surf en verano y esquiaba en invierno. Y si alguien le había preguntado por qué no se parecía a sus primos, por qué él tenía el pelo rubio oscuro, la piel clara y los ojos grises, siempre habían explicado que se parecía a su padre. En cualquier caso, había sido de la familia y siempre se había sentido aceptado en ella.

      No obstante, Logan siempre había tenido la sensación de que aquel no era su lugar. Y, al encontrar los diarios de su madre y la pulsera del hospital con su verdadero nombre, por fin había entendido el motivo. No le había contado a nadie cuál era el motivo real por el que viajaba a Estados Unidos. Todos pensaban que estaba allí para ampliar el negocio de Parker Construction. Y, tal vez, si todo salía bien, lo haría.

      Enseguida se hizo la hora de ir a Richmond Developments. Después del paseo, Logan volvió al hotel a recoger su maletín y tomó un taxi en la puerta. Al llegar a Richmond Tower, comprobó su aspecto en los brillantes espejos del ascensor y lo dio por bueno. Llevaba en el maletín una copia de los diarios de Alison y de la pulsera del bebé. Había pedido ver a su padre biológico bajo el pretexto de hablar de una posible oportunidad de negocio con él. Y no era del todo mentira. Logan pensaba que a Richmond Developments le faltaba un importante nicho de mercado, que conservar edificios antiguos y su historia era el futuro porque todo el mundo necesitaba raíces, él, el primero.

      Las puertas del ascensor se abrieron, dando paso a una elegante zona de recepción. Las dos mujeres que había delante del mostrador levantaron la vista y le sonrieron, aunque, al mismo tiempo, pareciesen confundidas. La más joven se puso en pie.

      –¿Señor Richmond?

      –Soy Logan Parker, he venido a ver al señor Douglas Richmond –respondió él en tono firme.

      –Es usted el señor Parker –repitió ella.

      La otra mujer tiró de su brazo y murmuró algo y la joven volvió a sonreír.

      –Voy a avisar de su llegada.

      Logan acababa de descubrir que su gemelo trabajaba en el negocio familiar. Había pensado que sería más sencillo reunirse con su padre allí, pero no se había parado a reflexionar acerca del efecto que tendría su imagen.

      –Está aquí el señor Parker, que ha venido a ver al señor Richmond –dijo en voz baja–. Sí, señor, yo mismo lo acompañaré.

      Se puso en pie y se acercó a Logan.

      –Acompáñeme, señor Parker.

      Este la siguió por un largo pasillo hasta llegar a unas puertas dobles. La recepcionista llamó con los nudillos antes de abrirlas.

      –Está aquí el señor Parker, señor –anunció antes de girarse hacia Logan–. Adelante.

      –Gracias.

      Logan entró en el despacho y se sintió como si acabase de entrar en la guarida de un león. Puso los hombros rectos. Lo que ocurriese allí iba a determinar el curso del resto de su vida.

      El hombre mayor que había detrás del escritorio se puso en pie. Estaba bronceado, pero había palidecido ligeramente al verlo.

      –¿Keaton? ¿Qué estás haciendo?

      –No, señor, soy Logan Parker.

      El otro hombre palideció todavía más.

      –¿Quién demonios eres? –inquirió.

      –Como le he dicho, soy Logan Parker. Aunque tal vez me recuerde por otro hombre –continuó él, acercándose más y tendiéndole la mano.

      –¿Otro nombre? ¿Explíquese?

      –Al nacer me llamaron Kane Douglas Richmond –le dijo él, intentando guardar la calma.

      –Eso no es posible. Nuestro hijo desapareció hace más de treinta años, ¿verdad, Nancy?

      Al entrar, Logan no se había dado cuenta de que había una mujer delante del ventanal, en una esquina. Se giró hacia ella y oyó como daba un grito ahogado.

      –¿Kane? Douglas, ¿es posible…?

      Las rodillas se le doblaron al estudiarlo con la mirada y tuvo que apoyarse en una silla para mantenerse en pie. Las lágrimas brotaron de sus ojos y empezó a temblar mientras le tendía una mano.

      –Kane. Oh, Dios mío, Douglas, es él. Es nuestro niño, que vuelve con nosotros después de tanto tiempo.

      Douglas Richmond salió de detrás del escritorio y ayudó a su esposa a sentarse en un sillón antes de volver a mirar a Logan.

      –¿Qué significa esto? ¿Quién es usted? –lo interrogó.

      –Señor,

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