Una propuesta para Amy - El amor de mi vida - Mi vida contigo. Tessa Radley

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Una propuesta para Amy - El amor de mi vida - Mi vida contigo - Tessa Radley Ómnibus Deseo

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se olvidarán de ello en cuanto tengan un nuevo chisme con el que entretenerse.

      –Sí, pero durante esos días yo estaré en boca de todos. Quiero tener mi vida de antes.

      –Amy, ahora con el bebé eso ya no va a ser posible.

      –El bebé no es el culpable de nada. Siempre deseé tener un bebé. Pero suponía que los bebés debían estar dentro del matrimonio, no así.

      –Pues cásate conmigo. Cuidaré de ti y del bebé. Nos iremos de luna de miel y cuando volvamos todo el asunto se habrá olvidado.

      Heath sonrió imaginando a todos los amigos y amigas de Amy puestos en fila, saludándola muy efusivamente a su regreso.

      –Esto no tiene ninguna gracia, Heath.

      –No es tan malo como crees. Relájate y di que sí. Te prometo que nadie se atreverá a decirte ninguna inconveniencia mientras yo esté a tu lado.

      –Sí, tienes razón. Nadie se atrevería.

      Heath no quería que ella se casara con él por su fama de rebelde y pendenciero, pero tampoco era cuestión de desaprovechar las ventajas.

      –¿Es eso un sí?

      Heath se quedó expectante al ver un leve movimiento en sus manos.

      –¿Qué otra cosa puedo hacer? –dijo ella suspirando–. Está bien, me casaré contigo, Heath.

      Capítulo Cinco

      Todo sucedió a velocidad de vértigo a partir de ese momento.

      Heath consultó el calendario en su BlackBerry y concertó una fecha para la boda. Luego habló con varios servicios de catering y… Antes de que ella pudiera decirle que se tomara las cosas con más calma y le diera un poco de tiempo para ir haciéndose a la idea, Kay Saxon, la madre de Heath, se presentó en casa.

      –Amy, querida –exclamó Kay dándole un abrazo y envolviéndola en su perfume de lavanda–. Heath me llamó para decirme que estás esperando un bebé de Roland y que os vais a casar. No sabes cuánto me alegro. Deberías haberme dicho antes lo del bebé.

      Kay se apartó de Amy con los ojos llenos de lágrimas.

      –No lo supe hasta hace unos días –replicó Amy.

      –No sé por qué estoy llorando. No suelo hacerlo. Debe ser de felicidad.

      –¿No te importa? –preguntó Amy en un hilo de voz.

      –¿Importarme? ¿Por qué habría de importarme?

      –¿No crees que esto le puede parecer mal a alguien? Habrá quien se extrañe de que me case con Heath habiendo estado prometida de Roland.

      –¿Qué importa lo que piense la gente? El bebé es lo único importante. Estoy orgullosa de Heath y de ti. Los dos habéis demostrado una gran sensatez haciendo lo que teníais que hacer. Además, ¿sabes lo que esto significa, Amy? Pues que ya no tiene sentido pensar en divorciarme de Phillip ni irme a Australia. Ahora tengo una nueva obligación: estar aquí a tu lado, contigo y con el bebé de Roland.

      Por un momento, Amy pensó que iba a desmayarse de nuevo.

      –Me encantará contar con tu ayuda.

      –Me pregunto si el bebé será pelirrojo como Roland o tendrá el pelo castaño como Megan –dijo Kay.

      –Podría tener también el pelo oscuro como yo –dijo una voz masculina.

      Amy alzó la cabeza y vio a Heath con sus ojos inescrutables. Iba vestido de una forma poco habitual en él. Llevaba un traje oscuro y una camisa blanca de vestir con el botón de arriba desabrochado. No llevaba corbata.

      –Heath, tu madre ha vuelto –dijo ella con una sonrisa–. Por el bebé.

      –Y por la noticia de vuestro compromiso –replicó Kay radiante de felicidad.

      –Bienvenida a casa, mamá.

      Kay abrazó a su hijo.

      –Os he echado mucho de menos a todos. Estoy muy contenta de estar aquí de nuevo. Hijo, ¿no te parece fabulosa la noticia de Amy? Tu padre también está muy contento.

      Heath miró a Amy por encima de la cabeza de su madre y le dirigió una sonrisa de complicidad, como si quisiera decirle con los ojos: «¿Lo ves? Mi familia necesitaba este bebé».

      Amy sintió una extraña sensación. Era como si estuviese siendo manipulada. Lo único que le importaba a todos era su bebé. Gracias a él, parecía que iban a solucionarse todos los problemas de la familia.

      –¡Oh, qué buena idea! –exclamó Kay con las manos juntas y aplaudiendo.

      Amy miró a Heath con un gesto de extrañeza.

      –¿Perdón? ¿Me he perdido algo?

      –Heath va a llevarte a comer por ahí para celebrarlo –respondió Kay.

      –Tengo mucho trabajo… No sé si…

      –Te sentará bien salir un rato –dijo Heath.

      –Llamaré a Voyagers y le pediré a Gus que os reserve una mesa. En ese restaurante fue donde le dije a Phillip que estaba embarazada de Joshua –dijo Kay con los ojos radiantes de alegría–. No te preocupes, querida, yo atenderé esto mientras estéis fuera.

      –Gracias, eres encantadora –dijo Amy, mirando a Heath con ojos asesinos.

      Voyagers tenía un sabor nórdico como su propietario. Las tablas del suelo de madera clara, algo oscurecidas por la pátina del tiempo, se daban cita con las velas de lino que cubrían el patio.

      Amy y Heath pasaron dentro y se sentaron en una mesa junto a un gran ventanal desde el que había una vista espléndida de Marine Parade y del Pacífico.

      Gus se acercó a su mesa y les recomendó las especialidades de la casa.

      Durante la comida, hablaron sobre la historia de Hawkes Bay y la diversidad de culturas que habían confluido allí. La familia de Gus había llegado a Napier a finales del siglo XIX.

      Por una vez, Amy se encontró a gusto hablando con Heath, sin que se produjeran silencios incómodos en ningún momento. Pero después de la comida, cuando les sirvieron una taza de té para ella y un café para él, junto con un platito de bombones, todo cambió.

      –Hay una cosa de la que tenemos que hablar, Amy.

      Ella se sobresaltó al ver la grave expresión de su mirada.

      –¿De qué se trata, Heath?

      –De sexo.

      –No, no quiero hablar de eso –dijo ella con un intenso rubor en las mejillas.

      –Tenemos que hacerlo –replicó él en voz baja–.

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