De uno a cuatro. Paulien Bom
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Todos sabemos que los embarazos deben tener cierta duración para que los niños nazcan sanos. Si duran más de cuarenta semanas —o menos—, surgen algunos problemas que con frecuencia se hacen evidentes durante el parto.
El arte de educar consiste en encontrar el término medio preciso entre estimular a los niños demasiado o demasiado poco. Hoy en día existe la tendencia a acelerar el desarrollo de los niños, estimulando sobre todo sus capacidades intelectuales. Sin embargo, eso implica un empobrecimiento de otros ámbitos con sus correspondientes repercusiones, puesto que, al fin y al cabo, durante su vida el ser humano necesitará disponer de otras capacidades, además de las simplemente intelectuales.
LOS NIÑOS PEQUEÑOS NECESITAN PROTECCIÓN
El adulto, con la ayuda de su facultad de pensar, puede resumir y ordenar sus percepciones, puede distanciarse del mundo y de ese modo, consigue crear una especie de pared protectora a su alrededor.
En los niños pequeños, por el contrario, cada una de las impresiones que reciben a través de sus sentidos penetra en su interior y afecta, incluso, a la delicada formación de sus órganos. Los especialistas consideran, por unanimidad, que los tres primeros años de vida constituyen la fase más vulnerable y de mayor influencia en el desarrollo de los niños, tanto en lo que se refiere a su salud física posterior como a su bienestar anímico. Durante esos tres primeros años los niños dependen totalmente de sus padres. Ellos son quienes les proporcionan todo lo que necesitan y los protegen, tan bien como pueden, de estímulos y experiencias no deseados.
— LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO SON DECISIVOS PARA TODA LA VIDA —
LA POSIBILIDAD DE TENER EXPERIENCIAS ORIGINALES
Para que la primera fase de los niños pequeños sea saludable, es importante que tengan la oportunidad de reunir suficientes experiencias; experiencias que puedan aprovechar desde la perspectiva de sus propias posibilidades y que contribuyan a fomentar su sano desarrollo.
— LA IMPORTANCIA DE LAS EXPERIENCIAS SENSORIALES —
En primer lugar, están todas las experiencias sensoriales que los niños reciben de forma natural a través de sus ojos, sus oídos, el olfato y la piel. Perciben el olor del bosque, sienten la arena fría y la aspereza de la piedra, muerden una manzana, escuchan el viento o un pájaro y oyen a alguien cantando una canción. Este tipo de experiencias son numerosas. Caer y volver a levantarse, trepar, mantener el equilibrio sobre un triciclo, construir una gran torre con pequeñas piezas de madera. Sentarse a la mesa con mucha hambre después de no haber parado de moverse y hacer cosas. Mojarse y tener frío cuando llueve y después calentarse en una habitación caldeada, o romper a llorar porque a su hermana le dejan coger de la estantería un libro con ilustraciones muy bonitas que a él no le dejan.
Si los padres se ponen como meta transmitir a su hijo únicamente experiencias agradables, impiden el desarrollo de sus facultades sociales. Además, existe el peligro de que un niño así eche de menos la intensidad y los retos de una forma de vida donde las experiencias bonitas y las menos bonitas se alternan. Eso puede llevarle más adelante a buscar de forma inconsciente experiencias cada vez más placenteras, con el fin de compensar la falta de experiencias intensas.
Evidentemente es inevitable que se produzcan situaciones arriesgadas para la salud. A través de los ojos, los oídos, la piel, la boca y la nariz, el niño incorpora algunos elementos que pueden provocarle enfermedades, como es el caso de las alergias; pero como no va a ser posible eliminar estas cosas del mundo, lo fundamental es crear una compensación y ofrecer a los niños las máximas posibilidades de obtener experiencias originales.
MODELO E IMITACIÓN
Los niños necesitan tener un modelo para poder desarrollar lo que llevan dentro, lo que hay en ellos. Los bebés y los niños pequeños aún están totalmente abiertos a todo lo que sucede a su alrededor. Jugando, y a menudo sin que ni siquiera nos demos cuenta, imitan todo lo que hacemos. Por esa razón el modelo que los padres les ofrecen a sus hijos constituye el principal medio educativo durante los primeros años de vida. Además, los niños no sólo ven lo que hacen los adultos, sino también cómo lo hacen. Cuanto más interés, amor y alegría pongamos en nuestras acciones, más positivo será el efecto que esas acciones tendrán sobre los niños. Estos son los retos a los que se enfrentan los padres. Pero sin miedo: ¡ningún adulto dispone, desde el principio, de dicha facultad!
No tenga miedo de cometer errores
IGUAL QUE CADA NIÑO ES DIFERENTE, TAMBIÉN CADA PADRE Y CADA MADRE SON DISTINTOS. POR ESO NO PUEDEN EXISTIR SOLUCIONES DEFINITIVAS PARA LAS SITUACIONES DIFÍCILES.
Quien educa a su hijo de acuerdo con un método en exclusiva, o quien se deja guiar en exceso por el parecer de otras personas, corre el riesgo de descuidar sus propias impresiones y su propia capacidad de juicio. De esa forma los padres no se hacen ningún favor, ni a ellos mismos ni a su hijo. Una gran parte de la educación consiste en observar muy atentamente a los niños y ver cómo reaccionan ante lo que hace o dice su educador, pero al mismo tiempo hay que dirigir la mirada a uno mismo y estar atento a las propias necesidades para valorarlas debidamente. A fin de cuentas la educación tiene que ver con el hacer, y todos los padres cometen errores. Para muchos ser padres es como lanzarse a la piscina. Educar no significa evitar las equivocaciones, sino emprender con valentía el propio camino, por muy inseguro que uno se pueda sentir al principio. Por mucho que los padres intenten hacerlo todo correctamente, los errores son inevitables. Precisamente, el arte del educador consiste en aprender de los propios errores. ¡Al fin y al cabo, quienes son padres deben aprender a serlo desde cero!
— LOS ADULTOS SON UN MODELO DE IMITACIÓN —
CADA NIÑO TIENE SU PROPIA IDENTIDAD
Los niños de una misma familia resultan con frecuencia muy distintos. La educación y la herencia no son los únicos factores determinantes. Cada niño también trae consigo algo propio que a lo largo de la infancia se hace cada vez más patente. Todo ser humano tiene su propia identidad, y en él juegan un papel importante sus predisposiciones, sus talentos, sus carencias y las enfermedades que padece. En uno de sus hijos puede predominar un carácter radiante, alegre, sin complicaciones, mientras su hermano, por el contrario, puede estar marcado por enfermedades, fuertes cambios de ánimo y otras complicaciones. Con uno, el adulto puede tener una sensación de seguridad, y con el otro, dudar una y otra vez sobre su propia destreza como educador. Comprender que estas dificultades —al menos hasta cierto punto— forman parte del camino de ese niño debería contribuir a tranquilizar a sus padres y ayudarlos a aceptarlas. Ni siquiera dándoles todas las atenciones del mundo y una buena educación, seria sería evitar algunos problemas con los que nuestros hijos se encuentran en su desarrollo.
Resumen
* El amor y el calor, junto a unos límites bien señalados y claros, crean el ambiente básico para un mejor desarrollo de los niños.
* Trate de encontrar el punto medio entre la carencia y el exceso de estímulos, entre exigirles mucho, y demasiado