El Libro de Urantia. Urantia Foundation

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El Libro de Urantia - Urantia Foundation

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de Dios al universo de universos.

      1:5.14 (29.4) Dios, siendo eterno, universal, absoluto, e infinito, no crece en conocimiento ni aumenta en sabiduría. Dios no adquiere experiencia, tal como podría conjeturar o entender el hombre finito, pero disfruta, dentro de los dominios de su propia personalidad eterna, de esas continuas expansiones de autorrealización que son en cierto modo comparables y análogas a la adquisición de nueva experiencia por parte de las criaturas finitas de los mundos evolucionarios.

      1:5.15 (29.5) La perfección absoluta del Dios infinito le haría sufrir las tremendas limitaciones de la finalidad no cualificada de la perfectitud si no fuera un hecho que el Padre Universal participa directamente en el esfuerzo de la personalidad de toda alma imperfecta en el vasto universo que busca, con ayuda divina, ascender a los mundos espiritualmente perfectos en lo alto. Esta experiencia progresiva de todo ser del espíritu y de cada criatura mortal a través del universo de universos es parte de la conciencia —sempiternamente expansiva— de la Deidad del Padre, que pertenece al interminable círculo divino de autorrealización sin fin.

      1:5.16 (29.6) Es literalmente verdadero: «en todas vuestras aflicciones él se aflige». «En todos vuestros triunfos él triunfa en vosotros y con vosotros». Su espíritu divino prepersonal es una parte real de vosotros. La Isla del Paraíso responde a todas las metamorfosis físicas del universo de universos; el Hijo Eterno incluye todos los impulsos espirituales de toda la creación; el Actor Conjunto abarca toda expresión de la mente del cosmos en expansión. El Padre Universal se da cuenta en la plenitud de la conciencia divina de toda la experiencia individual de las luchas progresivas de las mentes en expansión y los espíritus ascendentes de toda entidad, ser y personalidad de toda la creación evolucionaria del tiempo y el espacio. Y todo esto es literalmente verdad, porque «en él todos vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser».

      1:6.1 (29.7) La personalidad humana es la imagen-sombra espacio-temporal proyectada por la divina personalidad del Creador, y jamás se puede comprender adecuadamente realidad alguna mediante el examen de su sombra. Las sombras deben interpretarse en términos de la verdadera substancia.

      1:6.2 (30.1) Dios es para la ciencia una causa; para la filosofía, una idea; para la religión, una persona, incluso el amante Padre celestial. Dios es para el científico una fuerza primordial; para el filósofo, una hipótesis de unidad; para el religioso, una experiencia espiritual viviente. El concepto inadecuado que tiene el hombre de la personalidad del Padre Universal puede ser mejorado solamente mediante el progreso espiritual del hombre en el universo y llegará a ser verdaderamente adecuado sólo cuando los peregrinos del tiempo y el espacio alcancen finalmente el abrazo divino del Dios viviente en el Paraíso.

      1:6.3 (30.2) No perdáis jamás de vista las perspectivas antipodales de la personalidad tal como es concebida por Dios y por el hombre. El hombre ve y comprende la personalidad, mirando desde lo finito hacia lo infinito; Dios mira de lo infinito a lo finito. El hombre posee el tipo más bajo de personalidad; Dios, el más alto, incluso supremo, último y absoluto. Por lo tanto, los mejores conceptos de la personalidad tuvieron que esperar pacientemente la aparición de ideas mejoradas de la personalidad humana, especialmente la revelación ampliada de la personalidad tanto divina como humana en la vida de otorgamiento en Urantia de Micael, un Hijo Creador.

      1:6.4 (30.3) El espíritu divino prepersonal que mora en la mente mortal lleva, en su presencia misma, la prueba válida de su existencia actual, pero sólo puede comprenderse el concepto de la personalidad divina por medio del discernimiento espiritual de experiencia religiosa personal genuina. Toda persona, humana o divina, puede ser conocida y comprendida independientemente de las reacciones externas o de la presencia material de esa persona.

      1:6.5 (30.4) Cierto grado de afinidad moral y de armonía espiritual es esencial para la amistad entre dos personas; una personalidad amorosa difícilmente puede revelarse a una persona carente de amor. Aun para acercarse al conocimiento de una personalidad divina, todas las dotes de personalidad del hombre deben consagrarse totalmente a ese esfuerzo; la devoción reservada, parcial, será infructuosa.

      1:6.6 (30.5) Cuanto más completamente se comprenda el hombre a sí mismo y aprecie los valores de personalidad de sus semejantes, tanto más anhelará conocer la Personalidad Original, y tanto más sinceramente luchará ese ser humano que conoce a Dios por llegar a ser como la Personalidad Original. Podéis argüir sobre opiniones acerca de Dios, pero la experiencia con él y en él existe por encima y más allá de toda controversia humana y de la mera lógica intelectual. El hombre que conoce a Dios describe sus experiencias espirituales, no para convencer a los incrédulos, sino para la edificación y la satisfacción mutua de los creyentes.

      1:6.7 (30.6) Suponer que el universo puede ser conocido, que es inteligible, es suponer que el universo es una creación de la mente y está administrada por la personalidad. La mente del hombre sólo puede percibir los fenómenos mentales de otras mentes, sean ellas humanas o sobrehumanas. Si la personalidad del hombre puede experimentar el universo, hay una mente divina y una personalidad real oculta en alguna parte de ese universo.

      1:6.8 (30.7) Dios es espíritu —personalidad del espíritu; el hombre también es un espíritu — personalidad potencial del espíritu. Jesús de Nazaret alcanzó la plena realización de este potencial de personalidad del espíritu en la experiencia humana; por lo tanto, su vida de alcanzar la voluntad del Padre llega a ser la revelación más real e ideal que tiene el hombre acerca de la personalidad de Dios. Aunque la personalidad del Padre Universal tan sólo pueda ser comprendida mediante una experiencia religiosa real, en la vida terrena de Jesús hallamos inspiración por la demostración perfecta de dicha realización y revelación de la personalidad de Dios en una experiencia verdaderamente humana.

      1:7.1 (31.1) Cuando Jesús hablaba del «Dios viviente», se refería a una Deidad personal —el Padre que está en los cielos. El concepto de la personalidad de la Deidad facilita la comunidad; favorece la adoración inteligente; promueve la confianza refrescante. Puede haber interacciónes entre cosas no personales, pero no puede haber comunidad. La relación de comunidad entre padre e hijo, así como entre Dios y el hombre, no puede ser disfrutada a menos que ambos sean personas. Solamente las personalidades pueden comunicar entre sí, aunque esta comunión personal puede ser facilitada grandemente aun por la presencia de una entidad impersonal tal como el Ajustador del Pensamiento.

      1:7.2 (31.2) El hombre no logra la unión con Dios como una gota de agua podría encontrar unidad con el océano. El hombre alcanza la unión divina mediante una comunión espiritual progresiva y recíproca, una relación de personalidad con el Dios personal, un creciente logro de la naturaleza divina a través de una conformidad, inteligente y sincera con la voluntad divina. Dicha relación sublime sólo puede existir entre personalidades.

      1:7.3 (31.3) El concepto de la verdad podría ser abrigado tal vez aparte de la personalidad, el concepto de belleza puede existir sin personalidad, pero el concepto de bondad divina es comprensible sólo en relación con la personalidad. Tan sólo una persona puede amar y ser amada. Incluso la belleza y la verdad estarían divorciadas de la esperanza de supervivencia si no fueran atributos de un Dios personal, un Padre amante.

      1:7.4 (31.4) No podemos comprender plenamente cómo Dios puede ser primordial, inmutable, todopotente y perfecto, y al mismo tiempo estar rodeado de un universo en mutación constante y aparentemente limitado por la ley, un universo evolutivo de imperfecciones relativas. Pero podemos conocer esa verdad en nuestra propia experiencia personal puesto que todos mantenemos la identidad de la personalidad y la unidad de la voluntad a pesar del cambio constante de nosotros mismos y de nuestro medio ambiente.

      1:7.5

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