Economía española y del País Valenciano. Autores Varios
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En el País Valenciano, por su parte, las finanzas, pero sobre todo la agricultura, son las principales vías de penetración de las nuevas formas de organización productiva. Las finanzas, en concreto, vivieron una efímera eclosión de modernidad, a mediados de siglo, con la creación de la Sociedad Valenciana de Crédito y Fomento (a iniciativa de José Campo –con el tiempo marqués de Campo–, el representante más genuino de la burguesía emergente) y de la Sociedad de Crédito Valenciano (a iniciativa del rival de Campo, Gaspar Dotrés).
Aunque las dos sociedades de crédito (era el nombre que recibían los bancos entonces) estaban vinculadas inteligentemente a negocios de las infraestructuras derivadas de la revolución de los transportes (la construcción del ferrocarril y la del puerto del Grao de Valencia, respectivamente), fueron los problemas de gestión de estos mismos negocios los que crearon dificultades añadidas a la gran crisis financiera de 1866, que se volvió, de este modo, insuperable.
Pero, para una economía que aún se sostenía sobre las actividades primarias principalmente, son los avatares de la agricultura los que marcarán de manera determinante los cambios del conjunto de la economía. Así, debemos constatar que, a partir de la década de los cuarenta del siglo XIX, se inicia el proceso de tránsito de la agricultura de subsistencia a la agricultura comercial. Un tránsito que sólo era posible si había una demanda que no hiciera vano el esfuerzo de mejora cuantitativa y cualitativa de la oferta productiva.
Así ocurrió cuando la pasa y el vino, primero, y la naranja, después, protagonizaron un gran auge de la demanda (externa). La naranja, en concreto, se vio beneficiada por el incremento de las rentas familiares en la Europa industrializada y por la mejora dietética que comportaba, lo que permitió el consumo masivo de fruta de invierno de importación. La naranja valenciana se beneficia, además, de que los países consumidores no tenían, ni tienen, las condiciones climáticas para pasar a ser productores.
La incorporación de una serie de innovaciones técnicas –máquinas de vapor para elevar aguas subterráneas, uso de fertilizantes importados, naturales, o artificiales más tarde– permitió incrementar la producción, así como los nuevos medios de transporte –el ferrocarril y la navegación a vapor– facilitaron el acceso a los mercados europeos. Eso no quita que hubiese también una cierta expansión del cultivo de los cereales –incluido el arroz–, de las hortalizas y una recuperación de la ganadería, que completarían las transformaciones del panorama agrario del último tercio del siglo XIX y el primero del XX.
La mayor propensión a exportar de la agricultura valenciana se mantiene a pesar de las vicisitudes de la estricta política proteccionista practicada por el Gobierno español, lo que hace que la controversia que enfrenta a los proteccionistas (fundamentalmente los industriales catalanes y vascos y los cerealistas castellanos y andaluces) y los librecambistas (fundamentalmente vinateros, naranjeros y productores de frutos secos mediterráneos) se viva, por lo tanto, de manera particular en las tierras valencianas.
Los sectores proteccionistas (manufacturas –Alcoy, como paradigma– y cereales, también el arroz –Sueca, como paradigma–), mayoritarios a nivel español, eran minoritarios en la economía valenciana, mientras que los sectores exportadores librecambistas, minoritarios a nivel del Estado, eran claramente predominantes en el País Valenciano gracias a la presencia del vino, los productos hortícolas y, especialmente, la naranja.
Pero la evidente hegemonía agraria no debe hacer olvidar la presencia de una relativamente importante base manufacturera. En la primera mitad del XIX, ya sucede el tránsito a la industria de la manufactura textil lanera y del sector papelero en Alcoy. Otras actividades manufactureras existentes en la época, como la sedería de la ciudad de Valencia o el textil de Morella o Enguera, perderán fuerza a lo largo del tiempo. Pero es a finales del XIX cuando se extiende por todo el país la actividad manufacturera, aunque este sector no fue nunca un importante receptor de capitales.
Esta base industrial finisecular estaba formada por una manufactura diversa y dispersa en el territorio, pero aglomerada por sectores en ciertas comarcas. En unos casos estaba vinculada al comercio de la exportación agraria (papel, madera, química-fertilizantes), en otros al crecimiento urbano (mueble, calzado, cerámica y azulejo, transformados metálicos, etc.) o, incluso, a las insuficiencias de las rentas agrarias (caso paradigmático del textil o el metalomecánico alcoyano). Se inicia también la producción de máquinas de vapor y turbinas y arrancan las primeras industrias metálicas, químicas y de la alimentación.
• 1914-1959
La segunda etapa se despliega en el mundo occidental entre 1913 y 1945 e incluye dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945), la revolución bolchevique (1917), la gran crisis del 29, una hegemonía económica compartida por EE. UU. y los grandes países europeos y unas reglas de juego en el comercio y el sistema de pagos permanentemente en crisis, dado que aún predominaba el bilateralismo.
En España este período se alarga hasta 1959. Es un período en el que España mantiene el aislamiento económico, el cual tendrá en los primeros veinte años de la dictadura franquista (1939-1959) su expresión más radical en forma de autarquía económica. El profesor García Delgado nombrará a este largo período el de la vía nacionalista española de crecimiento económico.
El crecimiento económico se basará, por lo tanto, en la sustitución de importaciones, hecho que permitirá la existencia de actividades económicas que serían inviables en otras circunstancias. Ahora bien, esta forzada reserva del mercado interior dificulta, por la parte de la demanda, el propio crecimiento económico porque, como los niveles de renta per cápita son muy bajos, la capacidad de compra de las unidades familiares es muy limitada y, en consecuencia, también la demanda agregada.
Pero hay, durante las primeras décadas del siglo XX, una cierta extensión y diversificación del tejido industrial alimentadas por las innovaciones técnicas de la época, la repatriación de capitales a raíz de la pérdida de las colonias en 1898 (que se traduciría, también, en una expansión del negocio bancario) y los beneficios extraordinarios derivados de la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial.
Los efectos de la crisis del 29 que afectan a la estabilidad económica y social del período republicano, la Guerra Civil (1936-1939) y el período autárquico posterior detienen esta aproximación a los estándares europeos y ampliarán aún más la brecha tecnológica y de nivel de vida.
En el País Valenciano, una vez pasada la coyuntura extraordinaria de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) –que había beneficiado en exclusiva a la industria y cereales como el arroz–, el auge comercial de la naranja comporta que cantidades ingentes de capitales se inviertan en la transformación de terrenos y en la captación de aguas subterráneas: a la década de los veinte se la llamará la década dorada de la naranja. En 1930 se llega al hito de un millón de toneladas exportadas, cifra que no se volverá a alcanzar hasta bien entrados los cincuenta. Sin embargo, la modernización y la capitalización de la agricultura no fueron generales porque amplias zonas interiores del País quedaron al margen.
La base manufacturera, por su parte, se refuerza durante la coyuntura extraordinaria de la Primera Guerra Mundial gracias a las exportaciones a los países en guerra y a la profundización del fenómeno de la sustitución de importaciones. El proteccionismo, en todo caso, ayudó a la pervivencia de esta manufactura, pero también puso límites –como ya se ha señalado antes para el conjunto de la economía española–, dada la escasa importancia del mercado interior español como marco de expansión potencial. Además, el complicado decenio de los años treinta –guerra civil incluida– y, particularmente, el período autárquico de 1939-1959 frenaron bruscamente la línea de progreso económico secular, como en el resto de