Perspectivas actuales del feminicidio en México. María Eugenia Covarrubias Hernández

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Perspectivas actuales del feminicidio en México - María Eugenia Covarrubias Hernández

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humillado por su diferencia, por no cumplir con el «mandato»,36 pues «la masculinidad hegemónica o dominante constituye un saber que orienta, motiva e interpela a los individuos constituyéndolos como sujetos»,37 pero que también supone transgresión y negación en la compleja red de relaciones sociales entre las personas.

      Por lo anterior, es evidente que las mujeres no son las únicas víctimas; los varones también están insertos o aprisionados en un sistema de valores que ya no cumple su función. Las antiguas características de la virilidad, la fuerza física, la autoridad moral, el liderazgo familiar ya no los representan a todos, pues hoy día los hombres se enfrentan a nuevos contextos. Por ejemplo, los hijos adolescentes se burlan del padre o retan su autoridad, las esposas que trabajan y ganan dinero, son más independientes e incluso cuestionan su autoridad.

      Es así que un sinnúmero de varones sienten inseguridad al ver tambalear sus roles masculinos, entran en conflicto, pues no saben qué papel desempeñar en el proceso de cambio cultural, ya que comúnmente se les ha educado desde la infancia a través de una serie de estereotipos que atienden al poder, la dominación, la competencia, el control de otras u otros, el autocontrol, el pensamiento racional y lógico, el éxito en el trabajo, la autoestima apoyada en los logros (principalmente en la vida laboral y económica), la egolatría, la agresividad, la fanfarronería, el ser mujeriego, el gran bebedor y poseedor de una «sexualidad activa» entre otras muchas acciones; todo esto como medio vital para demostrar la masculinidad.38

      Por lo tanto, para invalidar el mito de la violencia contra las mujeres como un asunto privado, una situación «natural» o coyuntural «normal» de la dinámica familiar y las relaciones de pareja, fuera de la injerencia de la justicia y del Estado, es indispensable deconstruir el modelo de dominación sexista imperante en nuestra sociedad.39

      Se considera que a los varones la estructura y los patrones patriarcales también los someten. Igualmente son violentados por los estereotipos sociales, porque los obligan a negar sus necesidades afectivas al tratar de mantener un modelo «heterosexual falocéntrico».40

      Es necesario visibilizar otras maneras de ser hombre, distintas del arquetipo tradicional de la virilidad.41 Porque las ideas que se tienen con respecto a lo que es ser hombre no son naturales y cambian con el tiempo, y puesto que cada varón puede construir su propia forma de masculinidad, es por ello que se habla de masculinidades en plural, pues no hay sólo una forma de serlo. Hay que tener en cuenta que los hombres son diferentes y diversos y que en la vida diaria hacen cosas que antes se pensaban exclusivas de las mujeres; en la actualidad algunos han modificado las formas tradicionales de ser hombre, pero aún falta que muchos otros se sumen al cambio o lo acepten. Ya que cada hombre o mujer puede rechazar o ser complaciente con los roles hegemónicos de género.42

      Es indudable que hoy día la masculinidad hegemónica es constantemente cuestionada. Una y otra vez se rompen los roles tradicionales frente a los nuevos. Asimismo, hay que tener en cuenta que los sujetos están inmersos en un contexto complejo y de crisis, pues las desigualdades económicas se traducen en miseria cultural y violencia extrema. En los barrios marginales las familias están atrapadas en la sobrevivencia, la desintegración familiar, el abandono, el hambre, la discriminación, la pobreza y la precariedad en múltiples sentidos.43

      EL ÁMBITO FAMILIAR

      Las distintas configuraciones familiares influyen en gran medida en la interiorización y asimilación de estereotipos ideales de lo que deben ser y hacer los hombres y las mujeres. Desde el nacimiento, las personas reciben un trato diferente según su género, tanto en los juegos, el uso de colores, el lenguaje, los nombres, los espacios propios para estar, etcétera.

      Muchos niños y jóvenes viven esta presión de forma traumática en su infancia, sufren frustración tras las burlas, las imposiciones y los castigos a los que fueron sometidos por sus padres, hermanos y compañeros. Frecuentemente se les dice: «tienes que ser hombre», o «para que aprendas a ser hombre», convirtiendo esas expectativas en moldes rígidos del «deber ser».44

      En repetidas ocasiones son las madres las que suelen vigilar la masculinidad de sus hijos e intentan continuamente reformarlos. Por ejemplo, se les señala: «no aguantas nada», «lloras como una niña», o «aguántese, ¿qué no es hombrecito?» Si bien se ha insistido (en algunos casos) que todo hombre tuvo una madre que lo crió, también es cierto que ellas no son las únicas responsables de la construcción de la masculinidad de los varones.

      Es así que, consecuentemente, «volverse hombre» es alejarse de la influencia femenina. Entonces «el hombre es más hombre cuanto más se aleja de lo femenino». Se observa así un modelo hegemónico de masculinidad; éste supone que un «verdadero hombre» oculta su miedo y dolor y resiste a difíciles pruebas.

      Por ejemplo, a los varones adultos se les suele justificar diciendo: «es de carácter fuerte», «es un poco brusco», «es muy exigente», o «así son los hombres», y sucede desde luego que se justifican de alguna manera las conductas machistas y violentas.45

      EL ÁMBITO ESCOLAR

      Por otro lado, está el ámbito escolar (como grupo secundario de socialización), en éste, es común que el profesorado interiorice los estereotipos dominantes y los reproduzca. Es a través del «currículum oculto»46 que la escuela reproduce valores, actitudes y conductas fomentando las relaciones jerárquicas de género, donde las mujeres constituyen el grupo socialmente subordinado.47 Es así que «las escuelas no son [sólo] agencias socializadoras; [también] son agencias colonizadoras».48

      Es por esto ciertas actividades son monopolizadas por un sexo; por ejemplo, a las chicas comúnmente no se les da la misma formación en las áreas de mecánica, física y matemáticas como a los chicos. Mientras que éstos últimos no aspiran a realizar roles de «cuidador» o a profesiones consideradas como femeninas, pues son vistas como inferiores.49

      Asimismo se generan características supuestas como «masculinas», tales como la despreocupación, la tendencia a infringir las normas, resolver problemas matemáticos, la competencia, el trabajo físico y la actitud territorial. La actitud territorial (dominante) por parte de los chicos, es tanto en el aula como en el patio de recreo, no sólo compiten por el espacio, también lo hacen por la atención del profesor/a en una constante lucha de poder. Matizado por sus «osadías» y «peleas», asimilando su identidad masculina con la imagen de un cuasi-héroe.50

      Empero, también es una realidad que ser hombre y estar en el ámbito escolar no es sencillo, ya que la escuela es un «campo de prueba» para demostrar cuán masculinos son. Bajo una fachada (agresiva y temperamental), negando todo aquello que pudiera estar relacionado con lo femenino (dolor, emotividad, delicadeza).51 Puesto que para hacer valer su identidad masculina los chicos deberán afianzarse en tres pilares: 1) que no son una mujer, 2) que no son un bebé y 3) que no son homosexuales.52

      Entre tanto, los varones que no se ajustan al canon suelen ser objeto de acoso, burla y hasta de violencia (física y verbal) por parte de otros chicos, ya que éstos últimos aprovecharán cualquier ocasión para confirmar sus cualidades «masculinas» (superiores), frente a la vulnerabilidad del otro, con un lenguaje homofóbico, empleando calificativos como el de «cobarde», «nenita», «marica» o «afeminado».53

      LOS GRUPOS DE PARES

      Los grupos de pares también son importantes en la construcción de las diferencias sexuales. Ya que el tener amigos/as constituye una manera de adquirir conocimiento social, es decir, éstos son agentes de socialización

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