La competitividad de la región centro del estado de Guanajuato y valoración de su capital territorial. Susana Suárez Paniagua

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La competitividad de la región centro del estado de Guanajuato y valoración de su capital territorial - Susana Suárez Paniagua Pùblica Social

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sectores.

      Por todo ello, se considera que la globalización ha sido un proceso que ha llevado a la interdependencia económica entre los países, a través del comercio internacional, flujo de capital y producción internacional. Como señala Müller (1995, citado por Boisier, 1998), “la globalización empuja a poblaciones e individuos, a países, regiones y localidades, a nuevas formas de interdependencia” (p. 757), la cual no es solo económica, sino también política.

      Sin duda la globalización económica conlleva una reconfiguración territorial, que va más allá de la formación de instituciones globales y de la interdependencia entre los Estados-nación del mundo, o con la disminución del papel del Estado en la actividad económica. Para Sassen (2000), la globalización requiere una nueva estructura organizativa, es decir, un espacio global que configura lo que ha sido llamado una economía global.

      Los espacios globales son territorios estratégicos en donde se materializan los procesos globales y los vínculos que los conectan, siendo así un espacio de interdependencias, de flujos y movilidades de productos, de personas, de capital. De acuerdo con Bervejillo (1995) en estos espacios globales se despliega un conjunto de sistemas globales, cuyos componentes funcionan de una forma muy integrada, a pesar de la dispersión y la distancia. Se trata pues, de sitios estratégicos para producir y reproducir las actividades especializadas requeridas para el funcionamiento y coordinación de la economía global.

      En estos espacios se materializan las nuevas dinámicas globales, las cuales implican la operación de una red mundial de fábricas, oficinas, subsidiarias y empresas de servicio que conforman un sistema (Sassen, 2000, p. 373). Los nodos de la red son las ciudades globales entre las que ocurren los principales flujos, concentran cada vez más las funciones de dirección, gestión, producción de conocimientos e innovación, convirtiéndose en los centros rectores del nuevo modelo económico. De esta forma, como apunta Caravaca (1998) en las ciudades globales, se gesta la forma espacial dominante de articulación y concentración del poder y de la riqueza (p. 9).

      Vemos que la globalización lleva a una reestructuración en el modo de producción económico, el cual se caracteriza por presentar al mismo tiempo procesos de dispersión-descentralización y de concentración de actividades económicas. Esta reestructuración económica tiene importantes consecuencias socio-culturales y espaciales, pues el espacio global generado por la globalización no es un espacio homogéneo, al cual se han integrado en su totalidad y de la misma manera todos los territorios. Es más bien un espacio en el que se han agudizado las desigualdades existentes entre los territorios. Es, de acuerdo con Caravaca (1998, p. 7), un espacio desequilibrado y muy cambiante en el que se distinguen y contraponen áreas innovadoras y bien conectadas a la red, con áreas marginadas o excluidas por su falta de innovación y deficiencia de su conexión.

      Si bien la globalización pretendía conformar una economía global, con la integración de la economía a nivel planetario, esto no ha ocurrido. Como afirma Braudel (1986), la integración económica lograda ha sido parcial e incompleta, desigual y jerarquizada. Es un hecho que no todos los territorios se han incorporado de la misma manera en el mercado global, ni han podido aprovechar las ventajas que la liberación del comercio para ampliar las oportunidades de desarrollo y por lo tanto para ser territorios competitivos.

      Las economías no han crecido de la misma manera, con las mismas tasas, algunas se han estancado, e incluso algunas han experimentado procesos de desaceleración (retroceso) económica. Es notoria también una diferencia entre los territorios y al interior de ellos en su capacidad de lograr una mejora en la distribución del ingreso y en los niveles de vida de la población, generando mayor polarización sociodemográfica y económica, así como tensiones sociales. Lo que queda evidenciado por las grandes desigualdades que muestra el Producto Interno Bruto (:PIB) en los territorios y al interior de estos. Tan solo el :PIB de territorios como Argentina, Brasil o México es 10 veces menor que el :PIB generado por los países más ricos del mundo (Llisterri, 2000).

      Como resultado de la dinámica económica global, se ha conformado una nueva geografía económica caracterizada por espacios ganadores y espacios perdedores, dando lugar a una tipología de territorios ricos, pobres, ganadores y perdedores. De acuerdo con Silva, los territorios ganadores (y los potencialmente ganadores o en marcha) son aquellos cuyas economías han crecido por arriba del promedio nacional al igual que su :PIB y que tienen un comportamiento exitoso frente a los procesos de la globalización (Silva, 2005, p. 92). Se trata de los territorios que han sabido aprovechar sus ventajas comparativas, o han concentrado en sus territorios gran actividad económica, transformándose en centros financieros y de capitales, en otras palabras, son los que se encuentran bien articulados a la red global.

      Los territorios potencialmente ganadores, pero en marcha, son aquellos que se encuentran en un proceso de crecimiento económico asociado al uso de las nuevas tecnologías y a procesos de reconversión productiva, que les ha permitido aprovechar las ventajas competitivas que permanecían latentes para impulsar su sector primario-exportador o agregar valor a sus procesos productivos a partir de los recursos locales.

      Los territorios potencialmente perdedores, estancados o en retroceso, son aquellos no dinámicos con bajo o alto :PIB que han crecido por debajo de la media nacional. En esta categoría encontramos a territorios que han pasado por procesos de desindustrialización que no se han acompañado de una reconversión productiva, o es el caso también de territorios con economías rurales de muy baja productividad y escaso capital humano que no han podido insertarse en la economía global. Finalmente, los territorios en retroceso son aquellos que han pasado por periodos de contracción económica derivados del agotamiento de sus recursos naturales o pérdida de su competitividad o mercados, por lo que han perdido sus ventajas comparativas (Silva, 2005, p. 93-94).

      De tal manera que algunos países, los más desarrollados y productivos, han tenido las mejores ventajas en el escenario mundial, mientras que los menos desarrollados se encuentran desconectados de las redes, por lo que no han logrado entrar de manera favorable para sus economías locales y su población, y se quedan al margen y son excluidos del sistema global, reforzando así las desigualdades existentes entre los territorios. Pues como señala Caravaca (1998), en la economía global solo quedan articulados y se integran aquellos territorios que son necesarios por ser funcionales y rentables, los demás territorios y sus pobladores, ineficientes y poco competitivos son excluidos (p. 21).

      Como se puede observar, la globalización afecta de manera diferente a los territorios, de acuerdo con su historia y a las dotaciones y capacidades acumuladas con las que entran al juego de la economía global, pues de ello depende la forma en que estos territorios logran articularse y formar redes en la economía global. Es decir, depende de la dinámica de la relación entre lo local y lo global. Como argumenta Sassen (2007:5), la globalización es un proceso con dos dinámicas, una global y la otra local, las cuales llevan a analizar la interacción entre lo nacional y lo global, pues las dinámicas globales generadas inciden en los territorios y sociedades locales y con ello esa relación entre lo local-global aumenta la complejidad territorial y la incertidumbre respecto a sus posibilidades de desarrollo en las nuevas reglas del juego global establecidas (Bervejillo, 1995).

      Pues en efecto, la globalización no tiene efectos iguales en todos los territorios, para algunos representa una oportunidad de desarrollo, mientras que para otros representa una amenaza. Es una oportunidad de desarrollo al brindar la posibilidad de promover y comercializar esos productos y servicios específicos del territorio. Para algunos territorios constituye una amenaza por varias razones:

      1. Porque elimina las barreras (geográficas, legales, identitarias) que daban protección a los productos y cultura local, promoviendo la competencia directa entre los productos similares procedentes de distintos territorios (Observatorio Europeo, Leader, 2001).

      2. Implica la amenaza de una integración económica subordinada y frágil dependiente de las inversiones de actores globales externos, los cuales pueden retirarse

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