Conocimiento y lenguaje. AAVV
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Con todo, más profunda ha sido todavía la transformación del lector prototípico. Cuando escribimos el manual de 1990, la lingüística era una ciencia dura y formalizada, venía a ser las matemáticas de las letras, por expresarlo de manera gráfica, y así lo refleja con fidelidad el índice de aquella obra. Pero lo que los lectores piden a un texto de lingüística en el siglo XXI es muy diferente. Comenzando por el título mismo, ya no interesa tanto el método lingüístico cuanto el lenguaje como fenómeno: fenómeno social, fenómeno cultural, fenómeno mental y hasta fenómeno biológico. Digamos que, en el momento presente, la ciencia del lenguaje, sin dejar de ser ciencia, ha retomado una dimensión humanística que nunca debió perder. Ello implica un replanteamiento absoluto de los contenidos y del tono, lo cual nos obligaba a escribir una obra completamente nueva. En cuanto a los contenidos, este trabajo atiende sobre todo a lo que, parafraseando el título de un conocido libro de Charles Bally, pudiéramos llamar el lenguaje y la vida. En cuanto al tono, se ha concebido como una obra de divulgación científica y no como una obra de referencia. En otras palabras que es más un libro para leer que para estudiar y, sobre todo, aspira a ser un libro para motivar.
¿Motivar? ¿Motivar a qué? ¿Acaso esto de la lingüística no es simplemente una de las partes que integran el currículo de los profesores de lengua, tanto materna como segunda? También, desde luego, pero no sólo y cada día menos. Ya no se trata únicamente de que en el momento actual el panorama de las salidas laborales docentes se presente ensombrecido: esto es algo contingente que pasará. Lo más importante es que la actitud de los seres humanos ante el lenguaje ha cambiado: ahora se sabe que el lenguaje es un instrumento poderoso que permite cambiar la sociedad mediante los medios de comunicación –el cuarto poder– y la economía mediante el dominio de las relaciones comunicativas, que permite entender el mundo mediante los símbolos culturales, que permite terapias insospechadas en pacientes de etiología muy variable. Todo lo cual no es nuevo, claro, sino antiquísimo: el lenguaje como poder, como retórica o como taumaturgia es tan antiguo como la civilización occidental. Sólo que nadie le había prestado atención en el mundo académico, entretenidos como estábamos en estériles análisis gramaticales y en inacabables comentarios de texto.
Los profesores que hemos elaborado este libro pertenecemos a las universidades valencianas, a la de València, a la de Alacant y a la Jaume I, pero también al Colegio de México. Ello representa ya una ampliación respecto a la procedencia de los autores del manual de 1990, si bien menos amplia de lo que hubiéramos deseado. Son razones de proximidad geográfica y el aprovechamiento de una estancia investigadora en España las que han determinado una colaboración viable, quiere decirse, real. Un problema de las obras colectivas es que cada uno sólo se preocupa de su parte y, al final, el lector no sabe a qué carta quedarse. Confiamos en que este no sea nuestro defecto. Porque el carácter humanístico que ha llegado a tener la lingüística puede dar la impresión de que se trata de una serie de opiniones dispersas sobre el lenguaje. No hay tal: ni están dispersas ni se trata de meras opiniones sin contrastar. Pero el mejor juez de la coherencia de la obra que presentamos al lector será el lector mismo: a su buen juicio nos encomedamos rogándole, eso sí, que no deje de hacernos partícipe de sus comentarios, sugerencias o reservas.
ÁNGEL LÓPEZ GARCÍA
BEATRIZ GALLARDO PAÚLS
1. Comunicación y lenguaje
José María Bernardo Paniagua
Universitat de València
1.1 Introducción
Los manuales de Lingüística suelen comenzar con un capítulo titulado comunicación y lenguaje en el que se presentan, a modo de introducción y supuesto general, algunas cuestiones que hacen referencia a la comunicación (delimitación, elementos, dinámica, funciones y tipología) y, a partir de ese marco disciplinar, otras relacionadas con la definición del lenguaje (capacidad humana, instrumento o sistema de comunicación). Además suelen especificarse aquellos rasgos que se consideran más relevantes para abordar el tratamiento científico del lenguaje por parte de la Lingüística, fundamentalmente las unidades sígnicas que lo componen, su inserción en los diferentes niveles lingüísticos y la interrelación de las mismas en las construcciones que conforman los hablantes para interactuar en las diferentes y peculiares acciones y situaciones comunicativas.
Ahora bien, y como quiera que las cuestiones aludidas anteriormente tienen un tratamiento adecuado y prolijo en varios de los capítulos de esta obra, hemos optado por elaborar este apartado siguiendo pautas y coordenadas que marcan los estudios actuales de Teoría de la Comunicación y, por otra parte, dar entrada a ciertos aspectos que los lingüistas no suelen tratar normalmente por razones diversas. Entre otras, el planteamiento restrictivo que limita el objeto de la Lingüística al estudio del lenguaje humano oral o escrito y deja de lado aquellas manifestaciones de la comunicación y del lenguaje que tienen que ver de manera especial con ciertos espacios comunicativos que se caracterizan por la complejidad proveniente de la producción y recepción de determinados textos o discursos propios de un tipo de acción comunicativa muy relevante que se vehiculiza a través de los medios de comunicación social actualmente dominantes: la prensa, la radio, la televisión, el cine e internet. En segundo lugar, el riesgo de que se considere una osada intromisión o arriesgada aventura el intento de afrontar esas manifestaciones desde la perspectiva lingüística. Finalmente, también debe contemplarse la posibilidad de que los propios lingüistas estén guiados por prejuicios que conduzcan a mirar con cierto desdén algunos lenguajes y, por lo mismo, consideren impropio o poco serio el tratamiento científico de los mismos.
A este planteamiento puede concedérsele, sin duda alguna, un carácter marcadamente prospectivo puesto que significa una exigencia con vistas al futuro del desarrollo de los estudios lingüísticos. No obstante, y tal como demuestra de forma exhaustiva S. Serrano (2000), tiene sus raíces en la propia evolución de la comunicación, del lenguaje y de los estudios sobre ambos fenómenos en el mismo campo de la Lingüística y en otros de ciencias cercanas y no tan cercanas a ese campo del saber. Por esa y otras razones, quizás sea conveniente comenzar a asumir esta propuesta como necesidad basada en supuestos antropológicos (Grau, 2002; Duranti, 2000), semiótico-comunicativos (Martín-Barbero y Rey, 1999; Pérez, 1995) y específicamente lingüísticos como subraya, desde una doble perspectiva pragmática y epistemológica, López (1999: 75) al afirmar:
Hoy, como siempre, las secuencias lingüísticas son verbalizaciones del mundo, que lo presuponen y reflejan en mayor o menor medida, lo que ha cambiado es que, ahora, grandes parcelas de la lengua son indisociables de una imagen que las acompaña. Más aún, la percepción de la lengua que tienen los hablantes, la cual es el fundamento de su estudio científico, es una percepción ligada indisociablemente al mundo visual. En un panorama como el que estoy bosquejando, me parece que la relación entre la Lingüística y la Comunicación Audiovisual son obvias. Hoy la cultura es una cultura más audiovisual que escrita. Y si la Lingüística aspira a ser una de las ciencias culturales del momento presente, forzoso es que, como disciplina ocupada en desentrañar los fundamentos del acto comunicativo, tienda puentes hacia la modalidad más popular de la comunicación de fines del siglo XX, la audiovisual.
Para responder a las cuestiones mencionadas en esta introducción, realizaremos un breve recorrido que tiene como hitos fundamentales:
a) la constatación de la pluralidad y diversidad de las situaciones comunicativas, y no sólo el