El gran libro de Illustrator. Eduardo Guarniz

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El gran libro de Illustrator - Eduardo Guarniz

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Clic y arrastrar sobre el extremo inferior del panel ([g]) para alargarlo hasta ver todas las muestras.

      [15] Clic en la muestra blanca ([b]) y, luego, presionando [⇧], clic en la última ([f]). Como sucede en todos los programas (funciona en el sistema operativo), esta técnica activará todo aquello que se encuentre en medio; está implementada para seleccionar diversas secuencias en Illustrator.

      [16] Repetir el paso [9]. La razón para no utilizar el comando que activa lo que no está en uso (paso [8]) es que las muestras blanca y negra sí están en uso: el estilo gráfico predeterminado aplica relleno blanco y delineado negro.

      [17] Clic y arrastrar sobre el nombre del panel de Muestras hacia la ventana del documento ([a], página opuesta). Con ello, el panel se desacoplará de los extremos de la ventana y, al ser flotante, puede colocarse donde se considere más conveniente, ocupando un tamaño reducido. En este panel es especialmente útil, porque la muestra puede aplicarse directamente arrastrando sobre el objeto a colorear, incluso si no se encuentra seleccionado.

      [18] ⇧⌘S. Guardar con otro nombre. Comparado con el archivo final del ejercicio anterior, este sí está vacío: los recursos predeterminados de Illustrator ocupan mucho espacio y, concretamente, muestras, pinceles, símbolos y estilos gráficos equivalen a múltiples objetos, a veces, complejos. Pero sería preferible no repetir estos pasos en cada archivo.

      [19] ⇧⌘S. Guardar el archivo optimizado como plantilla, seleccionando el formato ait (resaltado al margen).

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      [20] ⌘O. Abrir el archivo guardado en el paso anterior. Para ser estricto, el paso anterior debió decir “intentar abrir”, porque una plantilla no puede abrirse directamente con este comando, y lo que se obtiene es una copia del archivo que ocupará el tamaño mínimo de los objetos que sean creados o colocados en él. Así, los dos archivos adicionales en la carpeta del capítulo son las dos plantillas que se tomarán como punto de partida en diversos ejercicios del libro, una horizontal y otra vertical. Puedo garantizar que los pasos de este ejercicio serán útiles cuando se quiera optimizar archivos de Illustrator.

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      a4horizn.ait

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      a4vertcl.ait

      Más específicamente, si en un año recibo cien archivos de Illustrator, con mucha suerte, uno de ellos estará optimizado. Si en mi carpeta de trabajo cada archivo ocupa diez o veinte veces más de lo necesario, ¿cuánto espacio pierdo en diez logotipos? ¿Qué tal si coloco cien avisos en una revista? ¿Cuántos años pienso trabajar con este programa, en todo caso?

      O puedo argumentar desde el otro extremo: eliminando estos recursos de mi plantilla, no pierdo nada, pues me bastaría con crear un documento nuevo (⌥⌘N) para tenerlos, intactos, nuevamente allí. En todo caso, debe quedar claro que las técnicas del capítulo me dan el punto de partida más limpio para empezar a trabajar un archivo de Illustrator, sea que todavía me dé el humor para revisar algunos otros fundamentos en el siguiente capítulo… o prefiera saltar al cuarto, para la creación de objetos.

       Capítulo III Navegación Adobe

       Los rasgos de la mirada

      Hacia 1982, dos ingenieros informáticos de Xerox concluyeron que la oficina del futuro no solamente debería reproducir documentos con medios ópticos (como las fotocopiadoras de la compañía en que trabajaban) e inventaron un lenguaje de programación capaz de describir fielmente las páginas: el PostScript. El potencial tan revolucionario de esa idea, por supuesto, era suficiente como para crear su propia empresa, Adobe.

      Cinco años después (1987), nació el primer intérprete visual de ese lenguaje, Illustrator, y bien pudiera ser “visual” la palabra clave del capítulo, puesto que junto con sus hermanos menores (entre los que destacan Photoshop en 1990 e InDesign en 1999), esa familia, que ahora llamamos la “Nube Creativa”, ha cambiado la forma en que vemos el mundo.

      El capítulo anterior mostró los elementos comunes de la interfaz de los programas de Adobe, cómo configuramos y personalizamos su aspecto: cómo vemos cada aplicación. Este capítulo reforzará que aprender Illustrator es aprender –al menos, en parte– InDesign y Photoshop, por esa enorme estabilidad de su lógica, de lo reconocible que son sus rasgos familiares (si se quiere), al exponer la forma común en la que nos desplazamos en las “páginas”, las examinamos, las comparamos o, en síntesis, cómo vemos cada documento.

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