Universidad de Guadalajara: caleidoscopio e identidades. María Alicia Peredo Merlo

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Universidad de Guadalajara: caleidoscopio e identidades - María Alicia Peredo Merlo

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en algunos estudios preliminares y algunas categorías orientadoras, nuestros planteamientos e interpretaciones se orientan a responder: ¿cómo se observa el cambio de identidad institucional en los discursos narrativos y argumentativos de algunos académicos de la Universidad de Guadalajara, a la luz de una reforma en su estructura organizativa?

      Nuestro principal interés investigativo está enfocado en la búsqueda de respuestas por parte de los actores académicos hacia la pregunta ¿cómo ha cambiado la identidad institucional en la Universidad de Guadalajara?, bajo el supuesto inicial de que los académicos con diferentes años de antigüedad en la institución son informantes fundamentales para captar, entre otras cosas, este dinamismo que, sin duda, ha tenido la identidad. Partimos básicamente, como hipótesis de trabajo, de la idea de que hubo un punto de quiebre cuando la Universidad pasó por una Reforma que descentralizó y extendió su presencia en las diversas regiones del estado de Jalisco. Esta hipótesis de trabajo parte de considerar que, al transformarse la organización territorial, académica y administrativa de la Universidad, necesariamente cambió el ambiente interno en el que los universitarios se desarrollan y conviven en el cotidiano de sus actividades. Es interés fundamental del presente trabajo caracterizar el cambio mencionado por sus elementos definitorios tales como los símbolos, valores, mitos, narraciones y ritos que integran o modifican la identidad institucional, según la antigüedad de los académicos en relación con la Reforma. La voz propia de los universitarios será la fuente de información privilegiada en el relato de su propia experiencia.

      Identidad institucional

      […] el estudio sobre la identidad ligada a la universidad se centra generalmente en los actores universitarios, tales como académicos (Henkel, 2000; 2002; 2005), estudiantes (Scanlon et al., 2007) o investigadores (Hakala, 2009); o bien, en un marco más general, se centra en la identidad de las profesiones (Moore y Hofman, 1988); en la diversidad de identidades que proveen las prácticas culturales del alumnado (Cross, 2004); en el predominio de una cultura de lo masculino y de heterosexismo en la identidad institucional de las universidades (Blumenfeld, 2006); o en la confesión religiosa como definitoria de la identidad de la institución (Glanzer et al., 2010; Vargas, 2011: 80).

      Desde una visión interpretativista podemos analizar los discursos, relatos y guiones que surgen y que son compartidos por una comunidad que, en este caso, pertenece a la institución. Gordon (1992) afirma que los relatos son aquellos que la gente cuenta y que recogen incidentes de una especie de historia oral cuyos personajes principales son los miembros de la misma. Ahora bien, estos relatos, sin duda, no están exentos de subjetividad y visiones del mundo ni de la historia individual sostenida dentro de la formación o en la actividad laboral que se desempeña al interior de la universidad.

      En este aspecto, las instituciones generan procesos de identidad en dos sentidos interconectados: los sujetos que pertenecen a una institución educativa y se desempeñan como académicos y la identidad institucional que da sentido a la existencia de una organización con fines determinados.

      Para Walter Cornejo Báez et al. (2015), la identidad se asocia con la representación que los individuos tienen de sí mismos como sujetos o como miembros de una organización o institución. Para Myer (2007, citado por Cornejo Báez), los seres humanos, en tanto especie social, se definen en función del grupo de pertenencia. Se habla así de identidad personal (el autoconcepto de quienes somos) e identidad social (en cuanto se percibe perteneciente a un grupo o colectivo determinado). Todo individuo, en tanto sujeto social, pertenece a un grupo o a una institución, por lo tanto, es posible mostrar una identidad con la institución (educativa, universitaria, laboral). La pertenencia grupal tiene consecuencias sobre tres dimensiones: la cognitiva, que hace referencia al conocimiento que el individuo tiene de su pertenencia al grupo; la evaluativa, que trata de la valoración que se realiza sobre la pertenencia, y la emocional, relativa a las emociones que acompañan al reconocimiento de pertenencia categorial y a su aspecto valorativo (Cornejo Báez et al., 2015; Tajfel, 1981, citado por Mercado Maldonado et al., 2010).

      Cuando nos referimos a la identidad dentro de una institución o a la identidad institucional debemos pensar en las identidades colectivas. Es decir, podemos intentar responder a la forma en cómo una persona se vincula al grupo de pertenencia, y desde ahí se producen e introyectan repertorios culturales, de manera que la identidad colectiva es una construcción subjetiva, resultado de interacciones sociales cotidianas, a través de lo cual se establecen las diferencias entre lo propio y lo ajeno, entre el nosotros y los otros (Mercado Maldonado et al., 2010). La identidad colectiva tiene relación con la identidad social (Henry Tajfel, citado por Mercado Maldonado, 2010) entendida como el proceso mediante el cual la persona se siente parte de un grupo con el que comparte estereotipos y creencias, las cuales compara con otros que no pertenecen; esto es, un proceso de interiorización del complejo simbólico-cultural que conforma un “nosotros”. En este estudio veremos nítidamente algunos de estos componentes expresados por los académicos entrevistados, quienes muestran diferentes dominios y creencias alrededor de su pertenencia a la Universidad de Guadalajara. Otros autores como Catalina Arteaga (2000: 54, citada por Mercado Maldonado) proponen que la identidad colectiva es la autopercepción, en contraposición a los otros, con atributos que funcionan como símbolos que delimitan el espacio de la mismidad identitaria, sin dejar de lado el componente social. De acuerdo con Piqueiras (1996, citado por Mercado), la identidad colectiva es una construcción sociocultural del sentido de pertenencia relacionado estrechamente con las interacciones sociales. Es, además, la definición que los actores sociales hacen de sí mismos a partir de lo cual se dan los procesos de perpetuación de la identidad colectiva, constituyendo el punto de partida de los elementos culturales seleccionados por la propia colectividad. Es en este sentido cultural de la identidad que entra la narrativa o la memoria colectiva, que incluye la escala axiológica en la que el sujeto formula juicios de valor de sí mismo y de los atributos intersubjetivos en relación con otros que no pertenecen y comparten otros marcos culturales, lo que da origen a la categoría de distinguibilidad (Giménez, 1997).

      Ahora bien, desde la perspectiva interpretativista y culturalista, las significaciones imaginarias sociales funcionan a partir de instituir, mantener, justificar, cuestionar y criticar un orden social. El concepto del imaginario social es una categoría clave en la interpretación de las creencias colectivas. Para que una sociedad exista, dice Cabrera (2004: 4) necesita su mundo de significaciones que permiten pensarla como una sociedad particular con la especificidad de su organización. Sin duda, las instituciones educativas son microsociedades que poseen una matriz de significaciones que las legitiman como fuente de sentido. Para Castoriadis (1996, citado por Cabrera), las instituciones, en su imaginario social, constituyen un sistema de normas, valores y finalidades tanto de la vida colectiva como individual. Es así como se conforma el conjunto de creencias compartidas que implican un “nosotros”.

      Gatti (2007) propone pensar a la identidad como un concepto “habitable”, lo cual, sin duda, es estimulante para la reflexión. Es una manera de deconstruir e introducirse a las nuevas identidades como un activo en la agencia social y no sólo como una serie de atributos generalmente ligados a la historia o al territorio. En su concepción, la identidad es un espacio en el que uno se introduce y donde está. Cuando, como en este caso, nos referimos a una institución educativa, claramente puede verse la agencia en los colectivos disciplinares-gremiales, y cómo en la medida que se va ganando antigüedad en la institución, se gesta una especie de institución de vida habitable en el sentido del espacio en donde la persona se siente acogida, realizada, reconocida.

      En razón de que nos referimos a una institución de educación superior, es necesario analizar sucintamente la identidad académica, estrechamente relacionada con la identidad institucional. Las universidades y su vida académica se han hecho cada vez más complejas y diferenciadas unas de otras de manera tal que la identidad académica no es una categoría fija,

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