Paso a la juventud. Sandra Souto Kustrín

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Paso a la juventud - Sandra Souto Kustrín Historia

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Libre.5 En enero de 1937 murió, a causa de una septicemia producida tras ser herido en Guadalajara, Antonio Muñoz García, que había sido uno de los fundadores de la Juventud de Acción Republicana, el partido dirigido por Manuel Azaña que, junto con los republicanos galleguistas y los radical socialistas independientes, formó Izquierda Republicana en abril de 1934. Antonio Muñoz fue también el primer responsable del Frente de la Juventud –en su origen en la primavera de 1936, como veremos, órgano coordinador de diferentes organizaciones juveniles y/o que trabajaban con los jóvenes–, y era secretario de propaganda del Comité Nacional de la JIR.6

      Estos primeros ejemplos nos ponen en contacto con una realidad poco estudiada que es la del papel de los jóvenes y de las organizaciones juveniles en la guerra civil española en general y, en concreto, en la zona republicana. Si bien los jóvenes fueron los que nutrieron el ejército republicano, pocos estudios lo han destacado y prácticamente no se ha investigado. Entre las más que escasas excepciones hay que nombrar a la historiadora británica Helen Graham, que considera a la JSU como una de las fuentes principales de la estrategia de movilización permanente que realizó el PCE durante la guerra civil y destaca el papel de los jóvenes en el comisariado y en el ejército: «como muestran los informes de la Comandancia de Milicias, el reclutamiento, lejos de derivar del “pueblo en armas” como un todo o del proletariado organizado, provenía principalmente de sectores de hombres jóvenes, no cualificados y previamente no movilizados».7 Y aunque las estadísticas son aún más escasas, las existentes son muy significativas: cuando en 1940 el gobierno franquista llamó a filas a seis quintas, desde la de 1935 a la de 1940, en Cataluña aproximadamente el 15% de esos jóvenes ya estaban muertos, la mayoría en la guerra; otro 11% estaba en prisión o en campos de concentración; y otro 8% fue declarado desaparecido, «seguramente porque estaba en el exilio», «es decir, más de un tercio de los jóvenes catalanes que entonces tenían entre 19 y 25 años, o ya habían muerto, o estaban detenidos o se habían exiliado».8 No fue solo en los campos de batalla donde la juventud jugó o intentó jugar un papel destacado, si no que fue también muy activa en la política cultural de la República en guerra y en la movilización en la retaguardia, tanto en la producción industrial y agrícola como en la movilización de las mujeres jóvenes o en la organización y el cuidado de la infancia. Y, aún más desconocido, se movilizó en el extranjero como no lo había hecho anteriormente con el objetivo de lograr apoyo internacional para la causa republicana.

      Sin embargo, aunque desde hace mucho tiempo se ha destacado en la historiografía española el papel de la Federación Universitaria Escolar (FUE) en la caída de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, y se ha planteado que la Segunda República vivió un proceso de movilización juvenil sin precedentes, poco se sabe de qué fue de todos aquellos jóvenes y de sus organizaciones durante la guerra civil o qué plantearon, a quienes apoyaron y que actividades realizaron, a pesar de que el mismo Santiago Carrillo, secretario general, primero, de la Federación de Juventudes Socialistas y, después, de las Juventudes Socialistas Unificadas, destacó hace ya algo más de diez años que durante la guerra civil las organizaciones juveniles llegaron a tener más militantes que sus organizaciones de adultos respectivas,9 cuya historia –aunque con diferencias en función de los casos– es mucho más conocida. Las investigaciones existentes hasta ahora sobre los jóvenes son más que escasas y se basan, sobre todo, en publicaciones periódicas de las diferentes organizaciones, centrándose más en lo que dichas organizaciones se planteaban hacer que en lo que realmente fueron capaces de realizar en las difíciles condiciones del conflicto bélico. La utilización de fuentes de diferentes archivos ha permitido ver las limitaciones de algunas de las posiciones consideradas generalizadas en las diferentes organizaciones juveniles o las razones u objetivos de otras, a la vez que destaca el papel de la juventud en aspectos casi olvidados o apenas investigados como la producción, la organización de mujeres y niños o la búsqueda de la solidaridad internacional con la República.

      Ni la acción interior y exterior de las organizaciones juveniles de la República en guerra, ni la solidaridad hacia esta última desarrollada por organizaciones juveniles de diferentes países y de distintas tendencias políticas, ideológicas y religiosas se explican sin la movilización juvenil sin precedentes que vivió la sociedad europea tras la Primera Guerra Mundial y sin el desarrollo de las organizaciones juveniles españolas, especialmente en los últimos años de la dictadura de Miguel Primo de Rivera y los cinco años de la República en paz, a los que se dedica el primer capítulo de este libro. Posteriormente, se analizan las diferentes organizaciones juveniles presentes durante la guerra civil en la zona republicana –centrándose especialmente en las que tenían o pretendían tener una dimensión estatal–, su desarrollo y las distintas posiciones que fueron adoptando, o intentaron adoptar, a lo largo del conflicto, en gran medida como consecuencia de éste y para participar en mejores condiciones y con mayores posibilidades de éxito en la guerra. Un apartado específico se dedica a los grupos sociales vinculados a las organizaciones juveniles y generalmente subordinados a ellas y aún menos estudiados: las organizaciones de la infancia obrera y de las mujeres jóvenes. Por último, se analizan los intentos de unidad de acción entre las distintas organizaciones juveniles, con todas sus diferencias regionales y temporales, para concluir con la movilización juvenil –tanto nacional como internacional– por la República y/o por la revolución, y el último y casi desesperado esfuerzo de los últimos meses de guerra –realizado en medio de grandes conflictos internos– y las primeras dificultades del exilio.

      Como siempre sucede en una obra de estas características, la lista de agradecimientos podría ser muy larga. Debo recordar en primer lugar a todos los archiveros y, especialmente, a los trabajadores del Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca que, con su amabilidad y rapidez, siguen haciendo de ese archivo un magnífico lugar para investigar. Pilar Salomón me descubrió documentación en los archivos de la British Library of Political and Economic Science y Manuel Ballarín me informó de la colocación en la página web de la Institución Fernando el Católico de Zaragoza de los números que se publicaron entre diciembre de 1935 y julio de 1936 de un periódico juvenil llamado Vanguardia –única copia conservada de este periódico, pero también una de las escasas colecciones completas de una publicación realizada por organizaciones juveniles en el primer semestre de 1936– recuperada gracias a Carlos Forcadell que, como buen historiador, conoce más que perfectamente la importancia de la conservación de todos los documentos históricos.

      Sin el profesor Paul Preston, las largas estancias en el Cañada Blanch Centre for Contemporary Spanish Studies, el centro de investigación que dirige en la London School of Economics and Political Science, su apoyo, sus ánimos y su confianza este trabajo hubiera sido imposible. Tampoco puedo olvidar la utilidad de las colecciones documentales que se conservan en el Cañada Blanch Centre y las conversaciones con el mismo Paul Preston, con las profesoras Carmen González Martínez y Helen Graham sobre diferentes aspectos de esta investigación y, con Julio Aróstegui Sánchez, sobre la izquierda socialista.

      Este trabajo también se ha beneficiado del apoyo de Francisco Villacorta Baños en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de la participación en los proyectos de investigación que ha dirigido en los últimos años –especialmente en el proyecto «Grupos profesionales, corpora-tivismo y políticas sectoriales del Estado durante la Dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930»–,10 que financiaron diversos viajes para consultar diferentes archivos. Y este libro tampoco hubiera visto la luz sin mi familia y mis amigos de siempre y otros que se han ido sumando en el camino, a los que ya no me queda espacio suficiente para nombrar pero que espero que sepan que estos agradecimientos también se dirigen a todos ellos.

      Madrid, diciembre de 2009

      1 Intervención de M. Pérez Feliú en La FIJL con el pueblo. Gran acto nacional celebrado en Valencia el 12-6-38. Una conducta… una posición… una finalidad, Valencia, Graficas Cultura y Libertad, s.f. (1938), p. 29. Paso a la juventud fue también el título de una película elaborada durante la guerra civil (Nueva República, Madrid, Portavoz de los Jóvenes Republicanos de Izquierda

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