El corazón del cambio social. Marshall B. Rosenberg
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Y, ¿cómo sabemos si una organización, ya sea una familia, un equipo de trabajo o un gobierno, está al servicio de la vida? Lo descubrimos preguntando: ¿es su misión satisfacer las necesidades y enriquecer la vida de las personas que participan en la organización y que se ven afectadas por ella?
¿Y qué necesitan las personas? El dinero no es una necesidad. Es una estrategia que a veces puede cubrir una necesidad. La fama no es una necesidad. El estatus no es una necesidad. Son recursos que emplean las estructuras de dominación para confundir a las personas: toman una necesidad real y la tergiversan, y consiguen que las personas piensen que esas cosas falsas son lo que necesitan.
De modo que una organización que enriquece la vida está al servicio de la vida, está al servicio de las necesidades. Además, todo el trabajo que se lleva a cabo dentro de una estructura que enriquece la vida está motivado por la misión. No por el dinero, no por el salario, no por la posición, no por el estatus. Cada pequeña tarea que las personas desempeñan está motivada por la alegría de cumplir con esa misión. Y las organizaciones que enriquecen la vida dan a los trabajadores el apoyo que necesitan para vivir esa misión. Ahí es donde entra en juego el dinero. Pueden recibir un salario para mantenerse y alimentar a su familia, pero el salario no es la razón por la que hacen lo que hacen. Son personas motivadas a hacer el trabajo puramente movidas por la misión de servicio a la vida. En este sentido, lo más importante en una organización no es el dinero.
Una organización que enriquece la vida debe funcionar de tal manera que les lleguen expresiones de gratitud genuina a todos los participantes. Ese es el combustible necesario para mantener a las personas trabajando en una organización que enriquece la vida: la gratitud sincera. Cuando eso se logra, las personas se dan cuenta de que sus esfuerzos desempeñan un papel importante en la misión de servicio a la vida.
Mi necesidad no es enseñar Comunicación NoViolenta. Eso no es una necesidad. Mi necesidad es de seguridad, de diversión, de que se distribuyan los recursos, de que la vida en el planeta sea sostenible. La Comunicación NoViolenta es una estrategia que me sirve para cubrir esas necesidades. Busco maneras de cubrir mi necesidad y también la necesidad de la otra persona. No intento venderle nada; mi intención es que se satisfagan las necesidades de ambos.
De modo que mi primera tarea es crear una cualidad de conexión que me permita ver con claridad cuál es la necesidad de la otra persona, y que le permita a ella ver cuál es mi necesidad. Cuando la otra persona confía en que estoy tan interesado en sus necesidades como en las mías, el 90 por ciento del problema está resuelto. Hacer una petición a alguien sin haber ahondado en las necesidades suena como si quisiéramos venderle algo.
LA BASE ESPIRITUAL DEL CAMBIO SOCIAL
MBR: A menos que los agentes del cambio social actuemos movidos por una cierta espiritualidad, es probable que hagamos más mal que bien. Con espiritualidad me refiero a que, momento a momento, nos matengamos conectados con nuestra propia vida y con la vida de los demás. Y podemos descubrir nuestra espiritualidad preguntándonos: ¿Qué es una buena vida? ¿Qué hacemos aquí?
Esa cualidad de conciencia nos ayudará a guiarnos por una espiritualidad que enriquezca la vida, que nos ayude a conectar con nosotros mismos y con los demás a nivel de corazón. Somos todos muy sofisticados a nivel político, conocemos todas esas estructuras peligrosas que hay ahí fuera, somos muy astutos a la hora de ver qué es lo que está mal en el mundo, y lo vamos a cambiar. Si no hacemos primero un cambio espiritual radical en nuestro interior no vamos a ser efectivos; de hecho, puede que incluso contribuyamos a empeorar la situación.
De modo que, sí: vamos a comenzar con nosotros mismos, pero hay que tener cuidado, porque la espiritualidad se puede volver reaccionaria si conduce a que las personas sean tan calmadas, tan comprensivas y tan amorosas que lleguen a tolerar las estructuras peligrosas. La espiritualidad que necesitamos desarrollar para el cambio social es una que nos movilice hacia el cambio social. No que simplemente nos permita quedarnos ahí y disfrutar del mundo pase lo que pase. Una espiritualidad que nos aporte una energía que nos mueva a actuar. A menos que nuestro desarrollo espiritual tenga esa cualidad, no creo que podamos crear la clase de cambio social que a mí me gustaría ver.
La espiritualidad que trato que rija mi vida es una espiritualidad muy sencilla. Yo solía aburrirme cuando asistía a iglesias y sinagogas; yo necesito una espiritualidad que esté viva para mí, que no necesite muchas palabras. Me gusta cómo lo resume Joseph Campbell. Él es un señor que ha escrito un montón sobre mitos y religiones comparadas. Intentó identificar lo más bello de cada religión y descubrió que, a su entender, todas ellas estaban diciendo lo mismo, y le gustó aquello que interpretó a partir de sus estudios. ¿Cómo resume él la espiritualidad? Lo que todas las religiones básicas dicen es: no haga usted nada que no viva como un juego.
Yo predigo que cuando tengamos eso en mente —no hacer nada que no vivamos como un juego—, nos daremos cuenta de que el juego que más disfrutamos es el de hacer que la vida sea maravillosa. ¿Y cómo se enriquece la vida de esa manera? Sin hacer nada que no se viva como un juego. Esperando hasta poder vivirlo como un juego. Y será como un juego en el momento en que su plena conciencia albergue una visión que enriquece la vida. Entonces, use su poder al servicio de las necesidades humanas y del planeta. Use su poder para enriquecer la vida y cubrir necesidades.
El cambio social consiste en liberarnos de toda teología y de toda espiritualidad que no esté en armonía con aquello que creemos que nos capacitará para crear la clase de mundo que nos gustaría. Primero tenga muy claro en qué clase de mundo le gustaría vivir y después empiece a vivir de esa manera. En el momento en que comenzamos a regirnos por una espiritualidad diferente, ya estamos iniciando un cambio social. Obviamente, no queremos que la cosa termine ahí, pero en el momento en que vivamos una espiritualidad diferente (y según el grado en que la vivamos), comienza el cambio social.
El desarrollo espiritual de las personas determina en gran medida el tipo de mundo que van a crear, el tipo de estructuras sociales que van a construir. Por ejemplo, el desarrollo espiritual que necesitamos, tal como yo entiendo la espiritualidad, se centra en unas pocas preguntas: ¿Cuál es nuestra naturaleza como seres humanos? ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué es una buena vida?
La espiritualidad a la que yo me vi expuesto en la cultura en la que me crié consideraba que la buena vida consiste en castigar a los malos. Las fuerzas bondadosas castigan a las fuerzas malignas. Yo diría que esta espiritualidad es todavía la espiritualidad que prevalece mayoritariamente. Los niños de nuestra cultura están expuestos a ella, especialmente entre las siete y las nueve de la noche, cuando están viendo la televisión. En el setenta y cinco por ciento de los programas, el héroe, los tipos buenos, o bien matan a alguien o bien le dan una paliza. No podemos culpar a la televisión por esa espiritualidad; muchos libros sagrados se han usado para transmitir el mismo mensaje. Pero yo quería definir mi espiritualidad de forma diferente.
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