Las desesperantes horas de ocio. Jorge Humberto Ruiz Patiño

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Las desesperantes horas de ocio - Jorge Humberto Ruiz Patiño страница 16

Las desesperantes horas de ocio - Jorge Humberto Ruiz Patiño Opera Eximia

Скачать книгу

exóticos, escuchar conciertos o divertirse con carruseles o lanchas para regatas. Las implicaciones de este proceso de adopción serán tema de los siguientes capítulos.

       NOTAS

      1 “Art. 1. En los días 20, 21 y 22 de julio de cada cuatro años, empezando por el de 1849, se hará en la capital de la República una fiesta provincial consagrada a honrar las acciones virtuosas, i en especialidad a conceder premios y recompensas a los habitantes de la provincia que manifiesten su laboriosidad y honradez, por las obras que presenten como producto de cualquier jénero de industria a que estén dedicados para ganar su propia subsistencia i la de sus familias”. Véase la “Ordenanza 11 de 1842, 4 de octubre”, 20 de julio Fiestas Nacionales 1849, 1849, 4.

      2 En 1812 se celebró el segundo aniversario de la Independencia con corridas de toros y una representación teatral (Ibáñez 1917, 124); en 1819 el Congreso de Angostura decretó tres días de fiestas (25, 26 y 27 de diciembre) para conmemorar la gesta independentista (González, Jaimes y Carvajal 1994, 205); y en 1821 Francisco de Paula Santander, como vicepresidente de la República, ordenó la conmemoración del aniversario de la batalla de Boyacá durante los días 7, 8 y 9 de agosto con cabalgatas, comida cívica, representaciones teatrales, baile de disfraces en el teatro de la ciudad y corridas de toros (Ibáñez 1923, 219-222). Victoria Peralta comenta que Tomas Cipriano de Mosquera, presidente en 1845, decidió celebrar el trigesimoquinto aniversario de la Independencia nacional con “un festejo en el que hubo corridas de toros, encierros, cabalgatas y se gastó dinero en profusión” (1995, 49). Por su parte, José María Cordovez Moure indica en sus Reminiscencias que fue a partir de 1846, año en que se destapó la estatua de Simón Bolívar en el centro de la Plaza Mayor, cuando “se adoptó la costumbre” de conmemorar la Independencia nacional con la realización de fiestas que incluían diferentes clases de espectáculos, entre ellos las corridas de toros (1893/1942a, 86). El año de 1849 se toma como referencia porque coinciden la elección del primer Gobierno liberal del siglo XIX en Colombia y la ejecución de la Ordenanza 11 de 1842, que, como ya se comentó, establecía la celebración de una fiesta nacional en la capital de la República “consagrada a honrar las acciones virtuosas” a partir de dicho año (1849) los días 20, 21 y 22 de julio. Se desconoce la razón por la cual una disposición de 1842 ordenaba realizar la celebración de la Independencia siete años después, en 1849, y en el trigesimonoveno aniversario de dicho acontecimiento. Marcos González comenta que la Ordenanza 11 de 1842 fue la concreción de una propuesta que surgió a raíz de la muerte del dirigente militar Juan José Neira durante la guerra llamada de los Supremos (1839-1841), y que consistía en exaltar los adelantos en la industria del país mediante la creación de una “sociedad filantrópica” (González 2012, 277).

      3 A partir de aquí en todas las citas se conservan las formas ortográficas del periodo estudiado.

      4 “Es claro que la fiesta no pretende desligar la religión de la celebración, por el contrario, en ella, tienen espacio privilegiado, miembros de la iglesia (no autoridades eclesiásticas) que comulgan con las ideas del Partido Liberal y legitiman con su presencia el rito de la fiesta republicana” (González 1998, 72). Por su parte, Marco Palacios y Frank Safford dicen lo siguiente sobre la relación del liberalismo con la Iglesia católica: “Los liberales más radicales creían que la Iglesia católica, con su estructura jerárquica, era incompatible con la democracia; los liberales más moderados no estaban de acuerdo con esta posición tan radical, pero sí creían que era preciso reducir el poder y los privilegios eclesiásticos, por motivos tanto políticos como económicos” (Palacios y Safford 2002, 391).

      5 Tomo esta expresión de Marco Palacios y Frank Safford (2002).

      6 Para conocer sobre las distintas formas en que la historiografía ha concebido la relación entre el liberalismo radical y la Regeneración pueden consultarse las obras de Charles Bergquist (1978), Edwin Cruz (2011), Frédéric Martínez (2001), Leopoldo Múnera (2011), Luis Ospina (1987), Marco Palacios (1983 y 2002) y Marco Palacios y Frank Safford (2002).

      7 Marco Palacios y Frank Safford (2002) plantean que una de las características del periodo inicial de la era liberal (1849-1855) fue la delimitación del conflicto partidista por la hegemonía política, lo cual incita a pensar en la exacerbación de las tensiones entre las facciones políticas.

      8 “Ordenanza 11 de 1842, 4 de octubre”, 20 de julio Fiestas Nacionales 1849, 1849, 4.

      9 Ibíd., 6.

      10 “Art. 10. Se acordarán premios a los que, en beneficio de la sociedad, hayan proporcionado i proporcionen a las autoridades las noticias suficientes para perseguir, aprehender y castigar a los que profesan la infame industria de despojarse recíprocamente de lo que tienen, librando su fortuna al ciego capricho de la suerte”. Véase la “Ordenanza 11 de 1842, 4 de octubre”, 20 de julio Fiestas Nacionales 1849, 1849, 6.

      11 En la ciudad de Medellín una fiesta religiosa importante en la que se realizaban corridas de toros fue la celebrada en honor a la virgen de La Candelaria. Para indagar sobre la relación entre estas fiestas y las corridas de toros se pueden consultar los textos de Orián Jiménez (2007) y Cenedith Herrera (2013b).

      12 Por clase alta se entiende al grupo social que ocupa una posición privilegiada en la escala socioeconómica con relación a los demás grupos sociales. Es un grupo que abarca a la élite, aun cuando, a diferencia de esta, sus miembros no dirigen el sentido cultural, económico y político de una sociedad.

      13 Para conocer más detalladamente el proceso de evolución del teatro en Bogotá durante el siglo XIX se pueden consultar las obras de José María Cordovez Moure (1893, 50-89) y Pedro María Ibáñez (1923, 439-447). En la ciudad de Medellín el primer teatro fue el Teatro Principal, construido en 1836 y remodelado en 1919, año a partir del cual tomaría el nombre de Teatro Bolívar (Castro 1996b; Domínguez 2004; Herrera 2013a; Reyes 1996). La zarzuela y la ópera llegaron a esta ciudad en la década de 1890 con la Compañía Hispanoamericana Dalmau-Ughetti y la Compañía Lírico Dramática Azuaga, para el caso de la primera, y la Compañía de Ópera Italiana Zenardo, respecto a la segunda (Herrera 2009, 2011). Esta última compañía pertenecía al señor Francisco Zenardo, quien fuera el artífice de la construcción del Teatro Municipal en Bogotá, en 1890.

      14 Otras entretenciones de menor trascendencia eran las exhibiciones de equitación, maromeros, pirotecnia y globos aerostáticos (Cordovez Moure 1893), así como las expediciones recreativas al salto del Tequendama (Ibáñez 1917) y las jornadas de cacería de venados en la Sabana de Bogotá y de patos en la laguna de La Herrera (Wills 1935a).

      15 Entre 1845-1850 y 1866-1870 las importaciones crecieron a un ritmo anual de 3 %, mientras que durante los años setenta crecieron al 5,9 % anual, manteniendo un crecimiento similar hasta finales de siglo, cuando comenzaron a decaer (Ocampo 1984, 149). Para la década de 1860, los textiles conformaban el 70,2 % de las importaciones del país, participación que disminuyó paulatinamente hasta llegar al 52,7 % en la década de 1890. Por su parte, los bienes de capital constituían el 4,9 % de las importaciones en la década de 1860 y el 11,5 % en la de 1890 (Ocampo 1984, 159).

      16 En Madrid esta propuesta escénica era llamada “teatro chico” (Moral 2001).

      17 “Preparado el hipódromo en la llanura de La Floresta, al occidente de la ciudad, se reunió en él varias tardes de aquel año numerosísima concurrencia, ávida de gozar de la nueva diversión. Allí se trasladaba en su mayor parte a pie, pues no había en la ciudad vehículos de ruedas, y aunque hubieran existido no se hubieran podido aprovechar, pues el mal empedrado de las calles no permitía transitar sino a los peatones” (Ibáñez 1923, 331).

      18 Bogotá era la ciudad más poblada de Colombia y en 1851 contaba con 29 649 habitantes. Esta suma había ascendido a 40 833 en 1879

Скачать книгу