Las desesperantes horas de ocio. Jorge Humberto Ruiz Patiño
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El cuarto capítulo trata sobre los cambios espaciotemporales relacionados con los espectáculos públicos y las actividades de esparcimiento de finales del siglo XIX en Bogotá. A partir de la transformación de las plazas coloniales en parques y jardines se analiza la formación de una esfera temporal diferenciada del tiempo festivo religioso y patrio. Acá tendrá un lugar central la idea de espacio de representación de Henri Lefevbre (2013). La noción de burguesía o de estilo de vida burgués que se utiliza en este capítulo y el siguiente no solamente tiene el sentido del gusto adquirido, sino también de la adquisición de una incipiente disposición calculadora, tanto de la economía como del tiempo, orientada al progreso como problema fundamental del individuo.
El último capítulo trata sobre la relación entre una concepción racionalizadora del tiempo en beneficio del perfeccionamiento humano y los significados de las nuevas diversiones de la élite bogotana. Se trata de observar cómo el tiempo vinculado a estas diversiones fue significado bajo la idea de utilidad, en oposición a la de ociosidad, con la cual había sido definido el tiempo de las diversiones de origen colonial. En este capítulo la noción de aceleración en Reinhart Koselleck (2003) y Hartmut Rosa (2011) constituye el eje subyacente de la narración.
Antes de terminar esta introducción se ha querido ofrecer al lector un panorama de las investigaciones colombianas que se han hecho sobre la historia de la vida cotidiana, la fiesta, el ocio y los espacios de diversión. El propósito de este balance consiste en mostrar el punto de partida analítico en relación con las nociones que sirven de apoyo y los vacíos que dejan entrever el camino que tomará la argumentación general. Pero el aparte también puede ser de especial interés para quien desee contrastar las tesis propuestas en este trabajo con las que otros autores han establecido, o incluso para aquellos lectores que tengan curiosidad por uno de los temas que se incluyen en este balance y quieran profundizar en ellos con la lectura directa de los textos. En todo caso, si el deseo de quien se encuentra leyendo estas páginas es adentrarse directamente en el ambiente lúdico bogotano del siglo XIX, puede saltarse las pocas páginas que siguen con la esperanza de que al finalizar la lectura de este texto encuentre motivos suficientes para regresar a esta segunda parte de la introducción.
OCIO, FIESTA Y ESPACIOS DE DIVERSIÓN: BALANCE HISTORIOGRÁFICO
Indagar sobre las diversiones decimonónicas de la élite bogotana implica acercarse a un campo poco definido, construido a partir de un conjunto de investigaciones cuya característica principal es una mezcla de dispersión y escasez. Entonces, la primera noción en la que puede apoyarse intuitivamente el investigador para abordar el tema es la de vida cotidiana, con la cual busca obtener un cuadro más o menos detallado de la cuestión y una aproximación que permita orientar el derrotero y definir más claramente las pesquisas por realizar.
En los trabajos sobre la vida cotidiana de Colombia en el siglo XIX las diversiones han ocupado un lugar compartido con aspectos como la vivienda, la familia y el matrimonio, las formas de higiene, el abastecimiento de víveres en los mercados, los gustos de la población, las festividades, el vestido y la comida. De esta forma, las diversiones estarían inscritas en aquello que podría llamarse quehacer diario o vida diaria de la gente, aquello “que se resiste al cambio, expresado en las formas de mayor arraigo, en las costumbres, en los hábitos, que son parte de la forma de ser de una sociedad, de su forma de pensar, de actuar, de su imaginario” (Castro 1996a, 10).
Dentro de estos trabajos se puede mencionar el de Catalina Reyes y Lina González (1996) sobre la vida doméstica en las ciudades republicanas, en el que diversiones como los juegos de azar, las corridas de toros, las riñas de gallos, los paseos en los alrededores de la ciudad o en sus parques, las tertulias, los bailes y las visitas son descritas como formas de interrupción del monótono y tranquilo ritmo de la vida diaria en las ciudades republicanas, ritmo conformado por los hábitos diarios del baño, las comidas, la siesta, los oficios religiosos y las labores domésticas (Reyes y González 1996, 227-230).
También es importante el texto de Beatriz Castro (1996b) donde se afirma que las reuniones populares en chicherías, las nuevas formas de socialización de la élite en bares y clubes sociales, los escasos espectáculos en la ciudad —fundamentalmente el teatro— y la celebración de festividades religiosas, que traían tras de sí distintas formas de diversión, constituían aspectos públicos centrales de la vida cotidiana en Colombia a finales del siglo XIX. Para esta autora, “las nuevas formas de socialización, principalmente de élite, fueron las que se establecieron y transformaron las formas de diversión [mientras] los entretenimientos populares tendieron a mantenerse con mayor arraigo y cambiaron poco” (Castro 1996b, 269).
Otro texto de esta tendencia —aunque referido al siglo XX— es el de Patricia Londoño y Santiago Londoño (1989), que se incluye acá con el fin de complementar el cuadro de los trabajos sobra la vida cotidiana. En este texto los autores afirman que el despliegue de distintas formas de diversión se produjo como consecuencia del proceso de industrialización y de la reglamentación de la jornada de trabajo, que permitió “institucionalizar el uso del tiempo libre” en 1934 (Londoño y Londoño 1989, 349). De esta forma, llegaron al país el cine, los deportes y formas nuevas de música y baile, como el tango, el jazz y la polka. La vida apacible de finales del siglo XIX, según los autores, cambió en todos sus aspectos, incluidas las diversiones, con el proceso de modernización y especialmente con el de industrialización, afirmación en la cual coinciden los tres textos comentados hasta el momento.
Una primera aproximación a las diversiones de finales del siglo XIX por medio de los estudios de la vida cotidiana permite obtener un panorama amplio del acervo disponible de entretenimientos, compuesto por la celebración de festividades, pasatiempos privados, espectáculos públicos y formas de sociabilidad tanto populares como de élite. Por otro lado, proporciona una visión de mediano plazo que articula todo el siglo XIX y no solamente sus últimas décadas, a partir de lo cual se evidencian continuidades y rupturas, como la permanencia de las riñas de gallos y el surgimiento de clubes sociales y cafés, por ejemplo. Sin embargo, el que las prácticas de diversión se encuentren entrelazadas con otros aspectos de la vida diaria —y en ocasiones subsumidas en ellos— hace perder a las diversiones especificidad y el análisis se torna poco profundo respecto de ellas. De esta forma, parece más apropiado abordar dichas prácticas a partir de tres aspectos que se derivan de los estudios de la vida cotidiana: el ocio, la fiesta y los espacios de diversión.
En los trabajos que tratan la historia de las diversiones en Colombia desde la noción de ocio, o incluso desde la de tiempo libre, se pueden observar dos tendencias. La primera se centra en cómo las élites del país buscaron ocupar el tiempo que sobraba después de la jornada laboral. La estrategia fundamental mediante la cual ese grupo social buscó resolver este asunto fue el control del tiempo libre de los obreros y el intento por fomentar e inculcar en la población la adopción de prácticas específicas realizables durante el tiempo externo al trabajo.
Así, Alberto Mayor (1994) describe cómo se desarrolló dicha estrategia durante la década de 1930 en el contexto de la industrialización, de la reducción de la jornada de trabajo y de la influencia del fordismo. La tesis del autor consiste en que el control del