El sacrificio de la misa. Juan Bona
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CARDENAL JUAN BONA
EL SACRIFICIO DE LA MISA
Tercera edición
EDICIONES RIALP
MADRID
Título original latino: De sacrificio Missae
© 2021 de la presente edición traducida por BLAS GARCÍA DE QUESADA y LAURENTINO HERRÁN
by EDICIONES RIALP, S. A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 MADRID
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Realización eBook: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-6041-7
ISBN (versión digital): 978-84-321-6042-4
ÍNDICE
I. CUESTIONES PRELIMINARES SOBRE EL MISMO SACRIFICIO DE LA MISA
II. DE LOS REQUISITOS NECESARIOS EN EL SACERDOTE PARA LA RECTA Y PIADOSA CELEBRACIÓN DEL SACRIFICIO
III. VARIAS CONSIDERACIONES PARA ANTES DE LA MISA
IV. DE LO QUE PRECEDE PRÓXIMAMENTE A LA CELEBRACIÓN DE LA MISA
VI. COSAS QUE DEBEN HACERSE DESPUÉS DE LA MISA
VII. MODO DE CELEBRAR, CUANDO EL SACERDOTE NO PUEDA ORAR CON MAYOR DETENIMIENTO
PRESENTACIÓN
TIENES EN TUS MANOS, LECTOR, un libro sobre la santa Misa escrito en el siglo XVII, que conserva la fuerza del amor y la piedad que le hicieron nacer.
Su autor, el cardenal Juan Bona, teólogo y escritor ascético, nace en Mondovix, en el Piamonte, el 12 de octubre de 1609. A los 16 años ingresa en la Congregación de Feuillants, reforma dentro del Cister iniciada en la abadía de ese nombre. Estudia Filosofía y S. Teología en Roma; y de tal manera se distingue por su ciencia y su piedad, que su Orden le confía por tres veces la carga de Superior General, y el papa Clemente IX le honra con la púrpura cardenalicia. Muere santamente en Roma el 28 de octubre de 1674.
Fue hombre de mucha humildad, manifestada en todos sus escritos. A una felicitación recibida con motivo de la publicación de su obra Manuductio ad coelum, el cardenal responde: «No me reconozco en el retrato que habéis hecho de mi persona. Si me juzgáis por mi Manuductio ad coelum, me siento en la obligación de desengañaros: si en mi libro yo he pintado a un hombre admirable, el pintor no es más que un pobre hombre».
Su vida y su obra son luz clara en medio de la oscuridad producida por el quietismo en muchos espíritus de la época, antes de que la Iglesia hubiese condenado los errores de Molinos.
La espiritualidad de Bona es litúrgica, ascética y mística. Entiende claramente el papel central de los oficios litúrgicos en la vida espiritual. De esta manera, él quiso enseñar a todos los sacerdotes la excelencia de la recitación del Oficio divino y de la celebración de la Misa, y proporcionarles una serie de reglas prácticas para ejercerlos santamente.
Otra característica de la espiritualidad de Bona —y sus escritos los dirige a todos los fieles, «a todos los elegidos de Dios en el mundo entero»— es la importancia que da en la vida espiritual a las aspiraciones, oraciones vocales muy cortas, jaculatorias, por las cuales el hombre se eleva hasta Dios en cualquier momento. Estas oraciones son como alas que pueden elevar al alma a las más altas cimas de la unión con Dios.
Entre sus obras de espiritualidad destaca este Tractatus asceticus de Sacrificio Missae, que la colección Neblí edita en castellano[1].
El autor justifica ampliamente su intención al escribir el libro en la Advertencia que le sirve de preámbulo. No es un tratado acerca de la teología o la liturgia de la Misa, sino un conjunto de consideraciones nacidas de su estudio y de su experiencia ascética, y dirigidas a fomentar la rectitud, la atención y la devoción del sacerdote y de los fieles al acercarse cada día al altar de Dios. En el pequeño libro se incluyen muchos ejercicios salidos de la abundancia del corazón para encender la devoción personal, con la esperanza de que el Espíritu Santo enseñará otros medios más sublimes.
Porque la santa Misa es el acto central de la vida de un cristiano. Quizá no hemos comprendido la exactitud y la profundidad de la definición vulgar que se da del cristiano cuando se dice: «Es un hombre que va a Misa»; o del sacerdote: «Es un hombre que ofrece el Santo Sacrificio».
La Misa, Sacrificio y Sacramento, es el centro de atracción y de eficacia de la Iglesia y de nuestra vida personal.
Como Sacrificio, sustancialmente el mismo que el del Calvario, requiere la incorporación de toda la Iglesia y, por tanto, de cada uno de nosotros a Jesucristo como Sacerdote y como Víctima: ofrecer a Cristo y ofrecerse con Cristo. Decía san Agustín que el sacerdote —y podríamos añadir que todos los fieles— es a la vez oferente y cosa ofrecida. Todos los actos de nuestra vida, los grandes y los más pequeños en apariencia, deben integrarse en la santa Misa como se funden con el vino esas gotas de agua que el sacerdote echa en el cáliz para convertirse luego en la Sangre de Cristo. Todos nuestros días quedan así incorporados en la Misa cuando los colocamos en la patena junto a la hostia que ha de ser consagrada.