Aquello sucedió así. Ángeles Malonda Arsis
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Vuelta a la provincial
Noche de tormenta
Otros tristes días navideños en la prisión provincial (25-12-1941)
El caso de Ana María
Nuevas libertades
Rememoración
8 de diciembre de 1941
Orden de aislamiento para las comunistas
Otro nuevo año (2-1-1942)
Misiones (22-2-1942)
Valencia en fiestas (marzo 1942)
Bulos, bulos
Ingreso en oficina (25-3-1942)
Peripecia (mayo 1942)
Y…otras fiestas (julio 1942)
Gracia concedida (29 julio 1942)
Dos de agosto (1942)
María Cruz, ¡adiós! (8-9-1942)
Otro día de la Merced. Septiembre, prisión provincial (1942)
Juguetes
Monasterio de Santa María del Puig
Cautiverio soportable
Otro retorno a la provincial
Y…más fiestas entre muros (18-3-1943)
Y…«otras misiones» (marzo 1943)
La típica Pascua en Valencia (abril 1943)
Rosita
Julio 1943
4 de julio, domingo
Decreto de veinte años
Día de comunicación
Junta Militar de «revisión de penas»
Junta de Libertad Vigilada (agosto 1943)
Trifulca de orden interno que afecta a la dirección (agosto 1943)
Impresión al abandonar, ¡al fin!, aquellos muros (agosto 1943)
No todos fueron «malos»
Libertad precaria
Antecedentes penales
Estado de ánimo
Nueva etapa (agosto 1943)
Portals nous
Carta a mis amigas, las que allá en la prisión quedaron
En las Islas Baleares (octubre 1943)
¡Más lucha aún! intento de recuperar mi farmacia por vía legal
El señor gobernador
«Brigadilla social»
El triángulo roto
PRESENTACIÓN
No se trata de un «diario» ni de las «memorias» de una de tantas víctimas de la tragedia que hundió a España en la guerra civil de 1936 y que aparentemente concluyó el 1 de abril de 1939. Este libro es un conjunto de vivencias, de impresiones inmediatas, de pensamientos y reflexiones relativos a la que se denomina «postguerra», pero que fue realmente una prolongación, para muchos inesperada y para todos cruenta, de la persecución de los vencidos por los vencedores. El mero hecho de no haberse unido al «glorioso Movimiento» era considerado como «delito de adhesión a la rebelión».
De este modo, resultaban delincuentes las tres cuartas partes del total de los españoles: se daba por obligatorio sumarse a la rebelión para no ser acusado de rebelde. Desde el punto de vista jurídico, no puede darse nada más monstruoso.
En las guerras civiles intervienen factores diversos: rencores, revanchas, pugnas locales, envidias, intereses creados, apetencias inconfesables, que aprovechan las circunstancias bélicas para satisfacerse.
Esos factores se manifestaron, al abrigo de la impunidad, al término de nuestra guerra civil. Justo es declarar que no todos los triunfadores abusaron de su victoria; hubo personas ecuánimes que, lejos de contribuir a la injusta persecución, se opusieron a ella y procuraron paliar los efectos de la misma, incluso, en ocasiones, arriesgando su propia seguridad.
Ahora, cuando por la fuerza de las circunstancias se ha abierto un periodo de libertad –apertura a la que se vieron obligados los mismos adversarios de ésta– parece expedito el cauce de una convivencia normal, deseada por la mayoría.
Cicatrizadas en lo posible las profundas heridas pausadas por la guerra civil y la postguerra, ni la autora de este libro ni su prólogo pretenden resucitar resentimientos ni afanes vindicativos. Todo lo contrario: refiriéndose a los amargos instantes pretéritos, se desea prevenir a los hombres de hoy contra los peligros que entraña cualquier intento de reproducir la tragedia que vivió España en aquella lucha fratricida, cuyas secuelas perduran.
Los gravísimos problemas que se le plantean al pueblo español exigen el común esfuerzo para su solución. Que todos, pues, aun sin renunciar a sus ideales respectivos, contribuyan con respeto mutuo a la obra positiva de la restaurada democracia.
LUIS HERNÁNDEZ ALFONSO
Septiembre de 1979
PRÓLOGO
Ángeles Malonda es autora del doloroso informe escrito durante los años de su larga prisión. Lo más triste para los que fueron vencidos en la guerra que nos tocó padecer a todos es que esa guerra no se acabó realmente. Añejas victorias españolas merecieron el pincel de Velázquez ante unos y otros contendientes. Ya, no. Terminan las guerras y a los que fueron vencidos se les va rematando por medios que llegan a ser inhumanos.
Es innegable que antes de ser derrotados algunos cometieron desmanes y hasta a veces crímenes: el castigo se cobró sobradamente sus víctimas. Por ambas partes se hizo más de lo que se supo objetivamente. Lo del ojo por el ojo y el diente por el diente se llevó a cabo con frialdad y como revancha justificada. Sucia palabra la revancha en todo momento.
Considero