La literatura medieval hispánica en la imprenta (1475-1600). AAVV
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Los principios sobre los que se asienta este nuevo proyecto vienen a ser, resumidos, los siguientes.3 El principal objetivo es estudiar la difusión, evolución, transformación y recepción de la literatura medieval en los Siglos de Oro: el éxito de unos géneros en detrimento de otros (poesía, prosa didáctica, histórica y de ficción, frente a los cantares de gesta o las obras del ‘mester de clerecía’), la habilidad de unos impresores por atender los gustos de los receptores y saber remozar las viejas creaciones, los diferentes significados que adquieren las obras medievales en los nuevos contextos desde los que deben ser leídas y su capacidad para convertirse en paradigmas de series nuevas, su coexistencia en el panorama editorial con textos ‘modernos’, etc. Partimos del presupuesto de que los impresores condicionan la difusión, legibilidad, interpretación y el gusto literario gracias a sus ediciones e intervenciones, al crear divisiones en partes o capítulos, insertar paratextos, reordenar y reescribir contenidos, incorporar grabados, etc. Así dirigen y orientan a los nuevos lectores a interpretar los textos o a integrarlos en nuevas series genéricas. Combinando esta investigación con las humanidades digitales, el proyecto implica la plasmación de los resultados en una base de datos, COMEDIC, acrónimo de «Catálogo de obras medievales impresas en castellano», integrada a su vez en la web del grupo (http://grupoclarisel.unizar.es/). Como punto de partida se fijó el corpus objeto de estudio seleccionando los textos que cumplieran estos dos requisitos:
a) por su creación: obras concebidas, escritas o vertidas al castellano antes de 1501;
b) por su difusión: deberían contar con algún testimonio impreso anterior a 1601.
De este modo se abarca desde la primera obra impresa en castellano (el Sacramental de Clemente Sánchez, h. 1475) hasta cualquier testimonio publicado en el límite simbólico del 1600, año en el que, por ejemplo, se edita el Romancero general. Como únicas excepciones se incorporan las obras de autores nacidos antes de 1500 y con producción a caballo entre ambos siglos, como sucede con Juan del Encina o Rodrigo de Reinosa. Desde el punto de vista de la difusión, el catálogo se reduce a los cauces impresos en cualquier formato, dejando a un lado la tradición oral y la manuscrita, que seguirán siendo una vía para que la cultura medieval siga viva y, además, penetre en los ámbitos cortesanos, especialmente influyente en algunos géneros. Se limita a los impresos en castellano, con independencia de su lugar de producción (Tolosa, Roma, Venecia, Lisboa, Amberes, Lyon, etc.), prescindiendo también de que se trate de obras originales (crónicas, poesía cortesana, ficción sentimental) o traducidas (como ocurre con gran parte de la prosa didáctica, la ficción caballeresca breve, etc.). En este segundo caso, muy abundante a partir del siglo XV, como bien queda reflejado en el repertorio elaborado por Carlos Alvar y José Manuel Lucía,4 nuestro catálogo se centra en la obra y lengua de la que procede el texto castellano, que muchas veces es una intermediaria; por ejemplo, si atendemos a la difusión de la Ética de Aristóteles, la lengua de partida es el latín, al igual que sucede con las Vidas de varones ilustres de Plutarco.
Pese a que nuestro objetivo no son los testimonios manuscritos, se proporciona una relación de los mismos, creada, en gran parte, gracias a los datos ofrecidos en Philobiblon. Somos conscientes además de que, en muchas ocasiones, los testimonios impresos no guardan relación directa con los manuscritos conservados; así sucede, por ejemplo, con el manuscrito y el impreso del Decamerón, que representan dos traducciones diferentes, o con el impreso de El conde Lucanor preparado por Argote de Molina, quien dice contar para su edición con tres manuscritos, aunque el testimonio del que probablemente se sirvió se ha perdido. En cuanto al contenido solo quedará excluida la llamada «literatura gris» —leyes, ordenanzas, constituciones sinodales, etc.—, salvo que contenga otros materiales. Por ejemplo, el incunable de las ordenanzas Sobre el modo de medir y vender los paños ([Burgos: Fadrique Biel de Basilea, post. 1494]), dictadas por los Reyes Católicos, incluye al final unas Coplas a la Virgen («O Virgen y reina mía/ tú nos guía»), que serán objeto de nuestra atención. Por último, la base incorpora un planteamiento multidisciplinar al prestar también atención a las ilustraciones e imágenes, a su recepción o a los elementos paratextuales que acompañan a las ediciones. Pretende convertirse en una herramienta útil que posibilite futuros estudios sobre diversos ámbitos de la difusión del libro y de la cultura, al permitir recuperar información, por ejemplo, sobre los dedicatarios de las obras impresas, los testimonios de lectura a través de los inventarios, testamentos, etc., la transformación de los textos a lo largo del tiempo o las preferencias de las prensas por unos géneros y unas materias en detrimento de otros.
Con estos ambiciosos propósitos empezamos a trabajar en 2012 creando un fichero informatizado en Filemaker, del que surgieron los primeros problemas y que nos permitió adquirir conciencia del alcance de nuestro proyecto. Se trataba exclusivamente de una fase muy preliminar que tenía como único objetivo conocer el alcance de nuestro Catálogo, pero uno de los primeros obstáculos fue la dificultad para trabajar simultáneamente en él los distintos miembros del grupo. La primera opción fue continuar con Filemaker alojando un fichero en un servidor, creando así una base de datos estructurada con una interfaz determinada. Sin embargo, observamos que esta solución no era suficiente, a pesar de ser el programa al que estaban acostumbrados los miembros del equipo por las bases bibliográficas citadas. El equipo trabajaba con varios ficheros de Filemaker de datos sin sincronizar al no ser compartidos ni albergados en un servidor remoto, de tal forma que la edición del fichero en la máquina local de cada usuario favorecía la pérdida de información, la multiplicación de errores humanos, al mismo tiempo que hacía necesaria la presencia de una persona que debía dedicar mucho tiempo y esfuerzo en homogeneizar los datos con el riesgo, además, de malinterpretarlos.
Otra necesidad que surgió enseguida, asociada a la dificultad anterior, fue la de estandarizar los criterios para la introducción de datos, una vez establecidos los campos, pues corríamos el riesgo evidente de duplicar información o falsearla con la existencia de numerosas variantes, especialmente en los nombres de autores, impresores, etc. La primera solución consistió en la redacción de un Manual, documento base de los investigadores a partir de ese momento. Una vez contratado un ingeniero informático, necesario en el proyecto, este también construyó una base de datos que forzó a los usuarios a utilizar siempre los mismos estándares, al introducir unos listados internos de prácticamente cada uno de los campos para evitar duplicaciones. Además, la existencia de estos listados internos (autor, impresor, materia, ciudad de impresión…) posibilita a los usuarios su selección con el consiguiente ahorro de tiempo y la opción de realizar estudios no solo cualitativos, los más visibles a primera vista, sino también cuantitativos.
Tras sucesivas variaciones y reajustes del modelo de ficha, nuestro informático, Fergus Reig Gracia, quien ha trabajado con un código licenciado por el proyecto bajo GNU Affero General Public License, comenzó a construir los cimientos de COMEDIC. Es importante hacer constar aquí que diseñamos la base antes de tener los propios datos reales, por lo que los reajustes fueron numerosos. Gracias a su pericia, el equipo ha podido trabajar en la red volcando la información en un servidor alojado físicamente en la Universidad de Zaragoza, pero de uso exclusivo para el proyecto. Sus miembros acceden ahora mediante claves a un programa Manager para