La educación sentimental. Gustave Flaubert
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу La educación sentimental - Gustave Flaubert страница 4
Conocemos en la biografía de Flaubert la importancia que concedió a sus amigos. Sus dos más antiguos como Louis Bouilhet y Alfred Le Poittevin, su mentor, que murió joven, y uno de los más influyentes respecto a sus ideales literarios. Maxime du Camp, que comparte con Flaubert viajes, proyectos, correspondencia. Si bien se distancian, toman diferentes caminos respecto a la literatura. Conocemos también, a través de su correspondencia, cómo Flaubert llora por sus amigos muertos, pero también se lamenta, incluso airadamente, de que sus amigos se casen o ejerzan una profesión, que le dejen solo con su obsesión con la literatura. Soy el único «monstruo», llega a decir.
En La educación, Frédéric, soltero, rico, generoso, es el joven burgués de 1850, que reniega del matrimonio y de una profesión burguesa.
Deslauriers es el amigo de colegio, de proyectos, de sueños, de promesas de amistad eternas que, a lo largo de la novela, vemos cómo se distancian. Los sueños de uno y de otro divergen. Deslauriers persigue dinero, influencias, mujeres; es el hombre que tiene que hacerse a sí mismo. Para Frédéric, Deslauriers es su conciencia antigua, en rivalidad constante con el sueño actual y se siente molesto ante su antiguo amigo, a sabiendas de que está rompiendo sus promesas de amistad eterna. Veremos, sin embargo, en el último capítulo la fuerza de esa amistad.
Los personajes que rodean a Frédéric son un muestrario de la sociedad, un grupo heterogéneo y él no se acomoda en ninguno de esos grupos[8]. Noble por parte de madre, recibe una herencia de gran burgués, termina siendo un pequeño burgués. Pero sigue soñando con algo más. Se considera mejor que los otros. Cada uno de ellos persigue algo concreto, son representantes de su estatus social: Roque, Arnoux, Dambreuse, Cisy, etc. Cada uno defiende su oficio, su forma de vida, y se comporta como tal.
Roque, apoyado en Dambreuse, hombre de paja que aspira a enriquecerse como su amo que tiene el poder y la capacidad, adaptándose al devenir de la historia.
La figura de Dussardier es la más noble, la más sincera, es el auténtico revolucionario. Y es al único al que salva Flaubert de la burla o la sátira, como hizo con el joven Justin en Madame Bovary.
Sénécal, extremista, celoso del orden y de una sociedad rígida, pasando de intentar acabar con el orden establecido, a defender ese orden de una manera extrema. Lo vemos hacer ese camino de revolucionario a agente policial del Imperio. Cisy es fiel a sí mismo y a sus antepasados, aristócrata de viejo cuño. Regimbart y Arnoux, trapicheando en negocios que fracasan. Pellerin y el mundo del arte, Hussonnet y el periódico, Delmar y el teatro. Martinon, arribista, práctico, con su perfil bajo consigue lo que se propone.
Entre toda esa sociedad, Frédéric está solo, tal como lo vimos en el barco. Obsesionado con la idea fija, el amor obsesivo que no le conduce a ninguna parte, porque ante todo es un héroe pasivo, con la conciencia de que la sociedad tiene que darle lo que cree que se merece, sin hacer el menor esfuerzo. Para Frédéric el dinero, obsesión que discurre a lo largo de toda novela del siglo, está al servicio de sus placeres, sus lujos, su deseo inalcanzable, y no en el poder, como en Deslauriers o en Dambreuse y en Roque.
Las mujeres en La educación sentimental
En el verano de 1836 Flaubert, que tiene catorce años y medio, en la playa de Trouville recoge una prenda que se la llevaba el agua. Pertenece a la señora Schlésinger, que se muestra agradecida. Ella tiene veintiséis años. En octubre de 1872, Flaubert le escribe la que se cree que es la última carta: Ma vieille amie, ma vieille tendresse. Y se despide, en un párrafo de gran belleza, recordando lo que llama los fantasmas de Trouville, y entre todos esos rostros, continua, «¡el de usted, sí, el suyo!»[9].
Este dato autobiográfico de Flaubert es de gran importancia en La educación.
En el primer capítulo, vemos a Frédéric en el barco, y la aparición de la señora Arnoux le marcará a lo largo de toda la obra. También hay una prenda, un chal, a punto de deslizarse al agua, como en el caso real con la señora Schlésinger.
Según Pierre Coigny, la palabra «aparición» tiene una connotación religiosa muy potente en la época. De 1846 data la aparición de la Virgen a dos pastorcillos en La Salette; en 1858, las apariciones en Lourdes.
La señora Arnoux es para Frédéric el deseo no realizado, tal vez puramente platónico, en lucha entre el amor maternal y virginal al mismo tiempo. El narrador se guarda bien de decir si esa relación es fruto de la virtud de la señora Arnoux o de la cortedad de Frédéric. Y casi al final de la novela, en 1867, cuando la señora Arnoux visita a Frédéric por última vez, el encuentro está lleno de nostalgia, de desilusión, pero sobre todo de ternura. Ese mechón de cabellos blancos, «ma vieille tendresse».
Rosanette es el atractivo sexual, el amor físico, el deseo carnal. Y como en tantas novelas del XIX, en La educación la prostitución ocupa un gran espacio, las mujeres públicas en diferentes estatus: desde la fille publique, a las lorettes y grisettes, las llamadas demi-mondaines, las cocottes, las entretenidas, hasta llegar a las grandes cortesanas de épocas pasadas o de otras civilizaciones. Dumas, hijo, publica en 1843 un librito sobre este tema[10]. Sorprende que, a lo largo de los siglos, la prostitución se mantenga en torno a los mismos barrios, en este caso de París, y sorprende también la cantidad de nombres de estas mujeres, como ocurre en otros idiomas, claro está, para nombrarlas. Se dice que el siglo XIX es la edad de plata de la prostitución, ¿la edad de oro son los siglos anteriores, o los posteriores?
La señora Dambreuse representa la posibilidad de un ascenso social y de poder.
Louise, la joven que se le ofrece en matrimonio, la hija del señor Roque, encarna la lógica de una unión de la época. Ella proporciona una fortuna considerable, ascendiendo también en la escala social, con un estatus del que carece el padre. Frédéric duda, pero lo rechaza. Aquí el autor tenía que mostrar abiertamente su aversión al matrimonio, considerado por Flaubert como pilar fundamental de la burguesía que él desprecia. Y añade el sarcasmo del fracaso de ese matrimonio que sufre Deslauriers.
Hay otro personaje femenino algo enigmático en la novela, como un anuncio del siglo XX en ciertos aspectos: la Vatnaz, ¿feminista, activista, celestina?
La caricatura y la sátira en La educación sentimental
Las artes visuales, la caricatura, tanto gráfica como literaria recorre toda la novela. Hay referencias explícitas e implícitas, alusiones constantes a grabados, a imágenes de la época. Se menciona expresamente la caricatura como objeto. L’Artiste, Le Charivari, revistas satíricas sobre aspectos de la vida cotidiana. En varias ocasiones vemos a los personajes reír de ciertas caricaturas políticas. Sombaz, que ofrece como regalo su propia caricatura a la señora Arnoux. Hussonnet, que practica la caricatura como dibujo, y que es, en sí mismo, pura caricatura. Frédéric, el blanco de las bromas en esa historia del Flambard en casa de los Dambreuse, y otros muchos ejemplos.
Flaubert es un maestro de la caricatura literaria[11], que corre pareja a la caricatura gráfica, destinada a ridiculizar a sus personajes, marcando el abismo entre las pretensiones del personaje y lo que realmente consigue. Por ejemplo, los esfuerzos comerciales de Arnoux, que fracasan, los esfuerzos pictóricos de Pellerin, que se cree un gran pintor. O esa carnavalada grotesca en el Club de la inteligencia. La sátira es constante en La educación, sobre todo a partir de la segunda y tercera parte, en la que el lector se ve sumergido en una especie de broma infinita.
El éxito