Más allá de la emoción. Marta Povo Audenis

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Más allá de la emoción - Marta Povo Audenis страница 4

Más allá de la emoción - Marta Povo Audenis Roure

Скачать книгу

delante un espejo para poder ver tu aspecto contradictorio, ambivalente o quizá también psicótico.

      Otro ejemplo: te cruzas, ves o hablas con alguien muy informal, muy bohemio, muy librepensador, muy desapegado… Posiblemente te está reflejando (aunque él no lo sepa, naturalmente) tu propio exceso de formalismo, tu apego a las leyes pre-establecidas, tu falta de criterio propio, tus miedos, o tu falta de naturalidad y espontaneidad. Pero en ese cruzarse del camino, tú también le estás reflejando a él una falta de ‘orden’ en su proceso, falta de estabilidad, de estructura o de formalismo que tal vez le haga falta a su vida bohemia, y él ahora necesita verlo reflejado en ti; por eso os cruzasteis.

      Solo se trata de tener en cuenta este fenómeno del ‘reflejo’ en todo momento. De saber emplear ese mecanismo psicosocial, esa trama, esa gran red de interconexión, una trama energética y anímica que tiene muchas funciones. Una de las funciones más importantes de esa red de conexión unificadora es la de ‘ayudarnos’ a crecer, de posibilitar el conocernos, de educarnos, nos ayuda a transformarnos en mejor persona, a trascendernos a nosotros mismos. Somos espejos. Pero no lo sabemos. O quizá si que lo sabemos, porque lo hemos leído mil veces, pero es un concepto que tal vez está en ‘modo teoría’ y no lo practicamos a consciencia.

      Sugiero que observemos, y nos entrenemos a emplear, ese fenómeno natural con más finura, con más asiduidad, con más humildad, con más coherencia y provecho. El fenómeno es concretamente observar qué es lo que tú reflejas a otros, y qué es lo que los demás reflejan de ti. Para finalizar este tema recordemos las deliciosas palabras de Edith Wharton: ‘Hay dos maneras de difundir la luz… ser tú la lámpara que la emite, o ser el espejo que la refleja’

      Ego y alma

      El ser humano es muy complejo, lo sabemos, porque más allá del Cuerpo visible está compuesto simultáneamente de dos grandes realidades evidentes: nuestra Esencia y nuestra Personalidad. Prefiero llamarle personalidad que ‘ego’, por la carga negativa que tiene esa palabra (que popularmente siempre se asocia a ‘egoísmo’). Y también elijo y prefiero denominar al alma o el espíritu como nuestra Esencia. Pero definamos en muy pocas palabras esos dos conceptos del que tanto se ha escrito: la Esencia es lo innato en el hombre y la personalidad es lo adquirido.

      La Personalidad puede ser modificada, puede ir cambiando con el tiempo, siempre está sujeta al paso del tiempo y a las circunstancias. La Esencia es infinita e intrínseca, no se puede cambiar o moldear tan fácilmente como la Personalidad egoica. Esas dos realidades existenciales, ego y alma, conviven en nosotros durante toda la vida, desde el primero hasta el último día y habitan en el Cuerpo. Ese pack entero es nuestra ‘huella’ y nuestra presencia en el mundo.

      Cuando hablamos de Esencia (algunos prefieren llamarlo ‘conciencia’) también nos referimos a los valores innatos, al potencial, al tono natural, frecuencia o campo energético de cada uno. Por ejemplo, alguien que por naturaleza tiene una facultad artística concreta o un gran oído musical, o una facilidad para hablar muchas lenguas, o una clara capacidad de escuchar, de comunicar y empatizar, o una gran capacidad de cálculo y abstracción, o una gran agilidad en bailes o deportes… Todo eso son cosas que proceden de nuestra Esencia, son cualidades innatas, facultades naturales, fortalezas, potenciales de base, siempre es algo que nos sale solo, que nos sale fácil, algo que es natural en cada uno. En realidad con estos ejemplos rememoro las múltiples inteligencias, un concepto de Neurociencia del que hablaremos ampliamente en un capítulo posterior.

      Por el contrario, nuestra Personalidad en realidad se podría definir como todo lo aprendido, aunque muy a menudo sea aprendido o adquirido inconscientemente, o por pura imitación. Nuestra personalidad es un cúmulo de aprendizajes e influencias recibidas, son nuestros gustos y aversiones, son hábitos y mimesis, son las etiquetas y las creencias, es todo lo que hemos ido adquiriendo desde que nacimos. No es realmente nuestro color o tono innato, es solo una pintura superficial, un barniz teñido de mil influencias (padres, escuelas, país, ideas, contagios culturales y sociales...) adquiridas paulatinamente desde el nacimiento o incluso desde la etapa prenatal.

      Lo más interesante a observar, según mi parecer, es que la personalidad es más educable que el alma. De hecho, son moldeables los dos aspectos de nuestro ser, esencia y personalidad; pero uno depende del otro. La personalidad, ese personaje que procede de todo lo aprendido, es susceptible de seguir aprendiendo cosas, de renovarse y reciclarse, con el fin de corregir malos hábitos, aversiones, patrones enfermizos, etc. Podemos ir moldeando nuestra personalidad, en especial para estar más saludables psico-energéticamente, para sentirnos más en paz con nosotros mismos, para ser más coherentes con nuestra esencia, con nuestra divinidad. Eso desde luego requiere un gran trabajo de autoconocimiento, un discernimiento claro de lo que ‘no queremos ser’ y requiere sobretodo una determinada voluntad de cambio.

      Al ir moldeando nuestra personalidad, al tiempo que vamos modificando nuestro ego o personaje, vamos adquiriendo más cualidades o potencialidades, tal vez más bondad, lucidez, amorosidad; y todo eso es exactamente lo que luego pervive y se instala en nuestra Esencia. Es decir, al educar nuestra personalidad, de forma natural educamos y transformamos a nuestra alma o esencia espiritual, la amplificamos, la expandimos, le damos más valores, más ‘calidad’. Educar, moldear y transformar el ego, es el único medio por el cual amplificamos los valores y la calidad de nuestra alma. El ego y el cuerpo son vehículos, realidades pasajeras, para moldear el alma.

      No obstante, para re-educar nuestra personalidad en aspectos más positivos o menos enfermizos, es muy necesario reconocer y atender a cada una de las emociones que nos provocan ese ‘cambio’. Conocerse a sí mismo fue uno de los principios de base de la antigua Psicología. No podemos ignorar o reprimir nuestras emociones; son completamente necesarias y muy útiles, tan útil como lo es el raciocinio. Recordemos que e-moción significa movimiento, cambios, pasos, no estancarse, avanzar. Cambio es renovación y transformación. Nada cambia sin movimiento o desplazamiento.

      La personalidad, así como el cuerpo, son tan necesarios para el desarrollo del hombre como su esencia o alma. Somos un pack de tres componentes, que siempre van juntos, cuerpo, ego y alma. Pero igual que la materia tiene sus leyes (las del cuerpo y su fisiología) también la personalidad, las relaciones y la psicología también tiene sus propias leyes y mecanismos específicos.

      Podríamos establecer un orden jerárquico de las tres realidades existenciales; a nivel de importancia o sutilidad, en primer lugar estaría la esencia, nuestro espíritu único, alma o divinidad peculiar. En segundo lugar estaría nuestro tipo de personalidad, nuestras cualidades-defectos en tránsito de transformación constante. En tercer lugar estaría el cuerpo y su molde energético (cuerpo etérico o bio-eléctrico) con sus instintos vitales, que es la ‘realidad’ de nuestra materia densa. Es decir, tenemos un organismo visible, en el cual se aloja nuestro ego, y poseemos esa alma que también ‘habita’ en nuestro cuerpo.

      La confusión de esa jerarquía (confundir el lugar director del alma, y dar rienda suelta a los deseos de la personalidad o a los dictados del cuerpo) procede de confundir algo clave: ¿a quién le damos la prioridad (al ego o al alma)? Y la confusión también procede de la falta de autoconocimiento y de observación. Recordemos que esa falta de conocimiento de nosotros mismos ha aumentado mucho hace pocos siglos, exactamente desde que a partir del siglo XIX le dimos más importancia a la razón y a la materia que a los sentimientos y las emociones.

      Cada una de las tres realidades de nuestra persona tiene sus funciones específicas; de la misma manera que necesitamos saber algo de nuestro cuerpo y el funcionamiento de sus órganos para tener una buena salud, también necesitamos conocer la calidad de nuestras emociones, el mecanismo de los sentimientos que se instalan a partir de ellas, y necesitamos así mismo observar nuestros pensamientos, razonamientos, ideas e intenciones. Además, así podremos ver también cómo manejamos todo ello en nuestras relaciones con otros seres sensibles, que a su vez, como individuos también tienen esas tres realidades en constante funcionamiento.

Скачать книгу