En vivo y en directo. Fernando Vivas Sabroso
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу En vivo y en directo - Fernando Vivas Sabroso страница 27
Los concursos de las pataditas, con campeones que mantenían por tanto rato la pelota en vilo que en una ocasión uno de ellos —Japhet López, entrevistado treinta años después por Panorama, tras quedar inválido a causa de un atraco en Estados Unidos— fue reportado en vivo en el noticiero de la noche, mientras seguía pateando la bola en la esquina del canal; prepararon a muchos para la fiebre futbolera que recrudeció a partir del Mundial México 70. En enero de 1968 Salim fue jalado por el 5, adonde pasó con todos los conceptos de su autoría. El nuevo espacio se llamó El tío Johnny en el 5 y potenció los concursos formativos, los espectáculos a gogó y las ideas lúdico-feéricas que había intuido una década atrás en la radio. Volveremos a él, evocando su canto de cisne en los ochenta.
Desplegando el abanico
Todo canal debía jugar tantas cartas como géneros y públicos diferenciados se le pusieran en bandeja. El 4 no quiso y no pudo jugarlas todas. Los concursos y los musicales fueron cultivados desde un inicio, y Daniel Muñoz de Baratta desbordó los tímidos conceptos que tenían Umbert y González de la comedia. Los teleteatros eran para el dúo eventos, no por especiales menos frecuentes, casi como sacar a pasear la unidad móvil. Pero la telenovela fue encarada como un mal necesario y todas las variantes de talk-show, incluidos los debates, fueron desechados de los planes de producción. Salvemos a Cabildo abierto, intentona de programa político que César Miró moderó a mediados de 1961.
Sin embargo, hubo firmes ensayos en otros géneros y algunas áreas que solo el 4 cultivó. La televisión femenina —que no feminista— fue inaugurada por Queca Herrero en Solo para mujeres del canal 13, pero el 4 le dio impulso con El mundo de la mujer de Narcisa Cisneros a inicios de 1961 y más adelante, en 1965, con Linda Guzmán en Buenas tardes, mucho gusto. La señora Cisneros era de esas voces preciadas del micrófono —había sido Mamá Dolores en la larguísima temporada de El derecho de nacer en radio El Sol— y tenía suficientes nociones básicas de modas, gimnasia, arte y decoración para presidir el “té de tías” que era la televisión mujeril de entonces, por más que se incluyeran charlas de cine o que la cordial y para nada sensual “Nacha” pidiera a la poeta Blanca Varela que recomendara lecturas a sus televidentes de las 3.30 de la tarde.
La programación mujeril está íntimamente vinculada, por su conservadurismo a ultranza, a un género ampliamente cultivado por el 4: los “programas sociales”. Llámense así a espacios como High society de David Odría y High life de Armando Cerna (para antecedentes véase, en el capítulo 1, el acápite “El canal 9: caso cerrado”) que alternaban locución en vivo con filmes y fotos fijas. Estos noticieros de jet set, impensables unos años después, eran lavadas versiones de los acontecimientos privados en que participaban los apellidos de postín y los “ellos y ellas” que retrataba la revista Caretas. David Odría, entre el 4 y el 13, no tuvo reparo en constreñir su inmensa popularidad de animador radial a la comidilla social. Pero no solo las festividades de los ricos y famosos interesaban al conductor sino un evento público y sacro como la canonización de san Martín de Porres en el Vaticano en mayo de 1962. Los primeros enviados especiales de la televisión peruana al extranjero fueron precisamente Odría y el camarógrafo Juan Caycho, encargados de cubrir este trámite papal que visto en High society aparecía como una concesión de títulos nobiliarios al santo de los pobres. Cerna, con su High life, hizo lo que pudo por varias temporadas en la nueva versión del canal 9 y parte de su archivo fílmico fue exhibido regularmente por el Noticiero de ATV en 1994.
El abanico desplegado incluía un programa turfista, Hablemos de hípica, heredado del primer canal 9 y un informativo ágil como el auto volador que llevaba por logo, el Noticiero Conchán que desde agosto de 1962 dirigió Raúl Ferro Colton, ex mandamás de El Panamericano, y narró Arturo Pomar. Este último, el único locutor del medio que sin impostar la voz en demasía, forzaba entonaciones enfáticas y cargaba sus lecturas de ironía obvia o gratuita, pronto se convirtió en la voz oficial del canal, equivalente a Humberto Martínez Morosini en el 13. Aunque Umbert y González no alentaban nada que alterase la moderación de su línea periodística; sí estuvieron a gusto al oír a Pomar leer con especial engolamiento los editoriales contra el 13 cuando el escándalo del cambio de frecuencias. En medio del entretenimiento el canal sabía informar.
El 9, canal coaxial del 4
Tras el desgaste gremial de los empleados del pionero y quebrado canal 9 vinieron los retiros voluntarios, los jales y el despiste de los que no sabían ya si la televisión era lo suyo.
En esas condiciones, al canal 4, a través del socio común Iván Blume y con el propio Nicanor González negociando la renuncia de los resistentes, le fue fácil afirmar su compra. El dúo de América ya tenía bastante con manejar su red radial y su canal en feroz competencia con Panamericana, pero la segunda generación de los Umbert y González estaba inquieta y necesitaba terrenos donde afirmarse y darse golpes sin dañar los cimientos de la empresa matriz. Así que cuando las primeras desavenencias entre Nicanor hijo y Mauricio Arbulú (esposo de la hija mayor de un chancletero Umbert y tratado cual primogénito) amenazaron la armonía de la sociedad, apareció el 9 como un nueva cancha de juego para los jóvenes. Nico pasó a dirigirlo y Mauricio se encargó de las oficinas de provincias del 4.
El nuevo 9 no fue tratado como una simple sucursal. Era una planta alternativa que tantearía tanto o más que América, y en la que no se escatimarían recursos de producción sino que se emplearían, con cierta discreción, los que ya poseía el 4. El local de la avenida Uruguay no favorecía este plan de producción dual, así que 1961 se destinó a la construcción de una nueva y moderna planta a tres cuadras de América, en la calle José Gálvez, la que actualmente ocupa el canal 7. Un cable coaxial para transmisiones conjuntas unía a la privilegiada filial con la matriz y un lazo más íntimo las acercaba: Nicanor González Urrutia fue encargado de gerenciar la emisora. Veinteañero y con aficiones ecuestres y automovilísticas que lo alejaban de la televisión, desde un inicio delegó parte de sus responsabilidades en el subgerente Ramón Alzamora y en Gastón Guido, gerente de radio El Sol, que había salido en paquete con el 9, y que venía operando desde unos meses atrás en el sótano del nuevo edificio. Isaac Aquise, uno de los fundadores de la escuela electrónica del canal 7, era el director técnico de la planta.
Esta fue la programación del lunes 9 de abril de 1962, quinta noche inaugural de la televisión en Lima: A las 7 de la noche dibujos animados; a las 7.30, tráilers de las próximas atracciones; a las 8, el show de Mary Esquivel, la famosa bolerista contratada especialmente para la ocasión; a las 9.15 arrancaba la primera y única versión televisiva nacional de El derecho de nacer, seguida de El hombre del millón, un largometraje inglés; y, cerrando con bombo el bloque nocturno Las cinco llaves, show de Daniel Muñoz de Baratta, cedido por el 4 como un espaldarazo más a Nicanor Jr.
Los temores que el 4 había manifestado con el género novelesco fueron debatidos en el 9. Entre las propiedades de radio El Sol estaban los textos de Félix B. Caignet para El derecho de nacer. ¿Por qué no romper fuegos con una versión en vivo del melodrama latino cumbre? Con el auspicio del detergente Ña Pancha, el director Paul Delfín juntó a Carlos Ego Aguirre como Rafael del Junco, Miguel Arnáiz como Albertico Limonta, Ofelia Woloshin, la debutante Silvia “China” Gálvez y la actriz negra Esther Chávez como Mamá Dolores. Luis Carrizales, futuro director del programa infantil