El feudo, la comarca y la feria. Javier Díaz-Albertini-Figueras

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El feudo, la comarca y la feria - Javier Díaz-Albertini-Figueras

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aumentar la segregación y a exacerbar la desigualdad.

      Sin embargo, en contraposición a la privatización y como fenómeno en paralelo, se está incrementando el interés por el espacio público. Esto se debe a varios factores que Akkar (2005, 2007) sintetiza como los siguientes:

      • Una creciente nostalgia por el espacio público tradicional, que incluye la crítica al urbanismo modernista y la necesidad de recuperar los lugares de encuentro y diálogo en la ciudad. En muchos casos, este clamor no es más que una idealización del papel que cumplía el espacio público en el pasado. Asimismo, hay un sentimiento de que la democracia de base se está perdiendo, que existe la necesidad de recuperar el control de nuestra cotidianidad y que los mejores lugares para expresar esto son las veredas, calles y parques que transitamos. Aunque a veces este afán se traduce en propuestas que segregan, ya que buscan recuperar la ciudad y hacerla «habitable» para una élite.

      • Más interés en actividades callejeras. Francis (1991) fue uno de los primeros en observar la preocupación de los sectores de mayores ingresos por recuperar la calle como espacio público, muchos de los cuales regresaban a la ciudad después del fallido éxodo hacia los suburbios. De ahí que surgieran movimientos para asegurar y crear: (a) calles peatonales como elementos revitalizadores de los centros históricos, especialmente de las actividades comerciales (tiendas, cafés, restaurantes); (b) calles «habitables» (livable streets), que defienden la importancia de la vía en el entorno y ambiente que genera, esenciales para una vida social saludable en las ciudades; y (c) calles privadas, cerradas y privatizadas, que dan origen a enclaves sociales homogéneos. Al igual que en el punto anterior, detrás de muchas de estas propuestas de recuperación se distingue un trasfondo elitista o intereses comerciales.

      • Mayor preocupación por estar en forma y practicar deportes. Las calles y los parques de la ciudad se van convirtiendo en centros para ejercitarse, ya sea al caminar, correr o hacer ciclismo, gimnasia, taichí, patinaje, skate, entre otros. En el caso de Lima, por ejemplo, los vecinos del distrito de San Borja en 2008 reaccionaron inmediatamente en contra de la venta de una sección del enorme terreno del Cuartel General del Ejército del Perú –popularmente conocido como el Pentagonito– a particulares para proyectos de vivienda. Cualquier visita rápida a los alrededores del cuartel pone en evidencia por qué los vecinos se resistieron: hay vías para paseantes y corredores, ciclovías, parques con juegos y zonas de recreación con actividades programadas por la municipalidad. El aumento de la densidad habitacional, junto con la mayor cantidad de estacionamientos y automóviles, destruiría una parte significativa de estas condiciones. Un reciente reportaje del diario El Comercio examina cómo la ciudad se está volviendo un espacio para ejercitarse y señala como sustento que «[en] 2010, 250 mil personas se ejercitaban al año en el circuito deportivo del Pentagonito. Hoy, la cifra alcanza las 840 mil» (Soto Fernández, 2015).

      • El impulso a recuperar áreas para los turistas, ya sea aprovechando el paisaje natural o mediante un proceso conocido como «musealización» de partes de la ciudad. Las llamadas «burbujas turísticas» buscan garantizar un espacio seguro, pero que a la vez refleje lo «típico»; en ellas se combina museo con el patrimonio monumental, arquitectura con «historia» renovada o recreada, artesanía y restaurantes. Se puede apreciar este impulso, por ejemplo, en el mero centro de Lima y la recuperación de las cuadras próximas a la Plaza de Armas, lo que incluye una oferta culinaria dirigida a los turistas en algunos de sus pasajes.

      Habría que añadir a estas tendencias un argumento más: el apego a lo local y cercano, al espacio que habitamos y transitamos, no se destruye por la globalización, sino que, por el contario, se ve fortalecido en todos los estratos sociales. En el caso de las élites, el espacio citadino sigue siendo importante porque –al decir de Castells (2001)– es lo que ofrece las mayores posibilidades para el realce personal, para mostrar el consumo conspicuo y la posición social, para mandar a los hijos a la escuela apropiada, visitar el museo, el desfile de modas, entre otros. Mientras que para los demás, el barrio, el parque y la plaza se mantienen como los espacios asequibles en un mundo que se les está escapando de las manos gracias a las fuerzas globales que ahora controlan y dominan sus destinos.

      Como consecuencia, coexisten dos procesos en pugna en Lima, así como en otras ciudades del mundo posmoderno:

      • Un primer proceso que impulsa el debilitamiento o abandono del espacio público y tiende a acercarnos a una ciudad más privatizada, fragmentada y excluyente. Está constituido por fuerzas que contribuyen a la paulatina desaparición de los pocos lugares de encuentro entre los diferentes. Se puede sintetizar estas fuerzas en tres: (a) el temor al otro y la inseguridad, expresados en la «agorafobia»; (b) la motorización de las ciudades, que atenta contra la construcción de lugares vecinales y locales; y (c) el dominio y la preferencia por lo «privado» en las ideas hegemónicas de la actualidad (el liberalismo).

      • Un segundo proceso que, por el contrario, se caracteriza por la conquista y apropiación del espacio por parte de diversos grupos de habitantes de la ciudad, en el intento de construir lugares, sean de recreación, actividad física, área verde, entre otros. Este segundo proceso es difuso, no obstante, y aún no constituye un sentimiento arraigado y de clara evolución.

       La modernidad postergada

      La presente investigación guarda relación con un tema que he trabajado en la Universidad de Lima desde hace más de una década: el tránsito incompleto hacia la modernidad (y posmodernidad) de la sociedad peruana. En estudios anteriores, he examinado los cambios en la cultura de trabajo de los jóvenes limeños; en la relativa importancia de los méritos y los contactos personales en el mercado de trabajo; y, finalmente, en los aspectos que contribuyen a la relativización de la norma y la informalidad en la sociedad limeña (Díaz-Albertini, 2000, 2004, 2010). En las tres investigaciones he hallado dificultades y resistencias estructurales que entorpecen la asunción de procesos y conductas características de la modernidad: el respeto a los derechos ciudadanos, el reconocimiento del otro como igual, la identidad y práctica ciudadana, la construcción de instituciones sólidas, la generación de reglas de juego que faciliten la convivencia, entre otros. En su lugar, se evidencia el reino de lo personal, de la excepción, del refugio en lo particular y la contextualización del respeto a las reglas de convivencia. Creo que estos mismos procesos pueden ayudar a explicar algunas de las manifestaciones espaciales y territoriales de la ciudad de Lima. Es decir, se parte de la hipótesis de que los mismos procesos que dificultan nuestro tránsito pleno a la modernidad, como sociedad, son «espacializados» vía la acción personal y colectiva sobre los espacios públicos5.

      Dada la importancia del espacio público en la construcción de una ciudad integrada y de una ciudadanía capaz de convivir con los demás (especialmente con los «diferentes»), este resulta ser uno de los principales territorios sobre los cuales se lleva a cabo la inclusión. De ahí que seleccionara al espacio público, con los siguientes objetivos: (a) conocer los efectos que ha tenido la reducción de espacios públicos en la percepción y acciones de diferentes sectores socioeconómicos de la ciudad de Lima; y (b) identificar y priorizar los factores que conducen a temer el espacio público (agorafobia) como lugar de encuentro con los «otros».

      Para lograr los objetivos planteados, se diseñó una metodología en gradación –de lo general a lo específico– que permita acceder a las opiniones y vivencias de los actores sociales desde múltiples miradas, de modo que se enriquezca la información para el análisis:

      • En primer lugar, para poder apreciar percepciones y opiniones generales sobre el espacio público, realizamos una encuesta a una muestra representativa de los habitantes de la ciudad. El cuestionario priorizaba las percepciones de inseguridad, los usos del espacio público y la identidad territorial.

      • En segundo lugar, llevamos a acabo observaciones semiestructuradas

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