Análisis del discurso político. Giohanny Olave
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Arena: ruptura y recomposición partidista
Después de vencer en una poco apretada segunda vuelta, Juan Manuel Santos asumió la presidencia de Colombia en agosto de 2010. El gobierno de Santos, en efecto, ganó el beneplácito del electorado en junio de aquel año al erigirse como la continuidad de los gobiernos de Álvaro Uribe (2002-2010), caracterizados principalmente por el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas y la lucha contrainsurgente total, además de haber transformado radicalmente el balance institucional del país (Gutiérrez Sanín, 2006). Dicho triunfo se dio frente a Antanas Mockus, candidato del Partido Verde.
Petro, por su parte, quedó a mitad de camino en su carrera presidencial, en una cuarta posición en la primera vuelta, con un poco más del millón trecientos mil votos. Esto lo llevó a tomar dos decisiones diferentes pero concatenadas entre sí. En primer lugar, dada la alta votación que había obtenido en mayo de 2010, Petro decidió reclamar como suya la jefatura del Polo Democrático Alternativo, cuestión que le fue denegada por las autoridades mismas del partido —el excandidato del Polo buscaría dicha jefatura en detrimento del liderazgo de Clara López, su anterior fórmula vicepresidencial—. En segundo lugar, y a los pocos meses de esta pugna interna del PDA, Petro decidió establecer diálogos con el presidente Santos, lo que generó el rechazo de su partido de origen y desembocó finalmente en su salida del Polo a fines de 2010.
Al respecto, finalizando aquel año (1 de diciembre de 2010), Petro habló públicamente sobre sus motivos para romper filas con el PDA. Por una parte, el excandidato del Polo explicó que antes de «dar un paso al costado» lo que había dado era un «paso hacia el frente» en la construcción de un espacio democrático y amplio, que a diferencia del PDA no excluyera la democracia; esto lo decía no solo por el “no” a su jefatura, sino por el respaldo del Polo a Iván Moreno, hermano del exalcalde Samuel Moreno, acusado por el mismo Petro de corrupción desde 2009. Asimismo, el excandidato presidencial aseguraba en una entrevista que, lejos de construir una disidencia del Polo, lo que pretendía formar era un «bloque democrático»; concluye que dentro del Polo se había sentido maltratado y que haber estado en dicho partido fue como «arar en el mar».
Frente a lo anterior, se resalta que, justamente desde una posición enarbolada como dialoguista, el excandidato presidencial del PDA estableció comunicación con el presidente Santos, en ese momento abiertamente uribista. De esta manera, Petro tensionaba el espacio interno del Polo, cuyas directivas se negaban a avalar sus consideraciones plebiscitarias acerca del liderazgo y la democracia dentro del partido —según él, la jefatura era suya gracias a casi un millón y medio de votos—. Incluso, desde agosto de 2010, distintos dirigentes del PDA habían desestimado la actitud “dialogante” de Petro con el gobierno recientemente electo de Juan Manuel Santos.
Desde una misiva enviada al presidente en dicho mes, Petro le habría planteado establecer conversaciones en torno a tres temas indiscutiblemente propios del progresismo colombiano: recuperación de las tierras en poder de las mafias, derecho al acceso al agua y la reparación integral de las víctimas. Al respecto, sin embargo, el senador del PDA, Jorge Enrique Robledo, aseveraría que la propuesta de diálogo era contraria a la posición del Polo y que Petro se había comunicado con Santos como forma de reproche a su partido, es decir, porque no pudo obtener la jefatura; según Robledo, «se hizo una votación y él [Petro] perdió», por lo cual concluye que el excandidato presidencial buscaba simplemente poner al PDA «a la cola de Juan Manuel Santos» (Robledo dice que Petro…, 4 de agosto de 2010; Carta de Petro a Santos…, 24 de junio de 2010).
Como se sabe, meses después de su ruptura con el Polo Democrático, Petro conformaría en 2011 su propia organización política, Movimiento Progresistas, plataforma que le serviría para alcanzar la alcaldía de Bogotá durante el periodo 2012-2015. Sin embargo, en la perspectiva de Petro acerca de su legitimidad política dentro del PDA, lo que lo llevaría a transformar el escenario político colombiano entre 2010 y 2011 sería justamente su voluntad de diálogo ‒con el presidente Santos‒, es decir, una propuesta claramente interesada en construir consensos sobre temas básicos. Es, pues, desde un lugar a todas luces de mesura, en detrimento de la convicción opositora del Polo, que Petro pudo distanciarse de este último y formar una agrupación política propia (Progresistas). Este sería el preludio de Bogotá Humana y de lo que se conocería, casi una década después, como la Colombia Humana.
Segunda vuelta electoral de 2018. Diálogo desesperado o ética de la responsabilidad
A mediados de junio de 2018 fue electo Iván Duque como nuevo presidente de Colombia; candidato del uribismo ya nucleado en el partido Centro Democrático. Como dijimos antes, con más de diez millones de votos, Duque venció en segunda vuelta al candidato de la Colombia Humana, Gustavo Petro, quien obtuvo una votación histórica para un candidato de izquierda en el país: ocho millones de votos. Teniendo como precedente los argumentos esgrimidos en su salida del PDA en 2010, resultaba coherente que Petro volviera a argumentar que los millones de votos que obtuvo eran propios, lo que lo convertiría en el líder por antonomasia de la izquierda colombiana9.
Ahora bien, asumir esta idea, dicho sea de paso, muy propia del petrismo actual, como una verdad incontestable, termina por ocluir no solo el carácter plural y contingente del voto colombiano —dados los polos dominantes de uribismo versus antiuribismo, que desdibujan los límites y las identidades partidarias—, sino que además pierde de vista las reiteradas intervenciones de dicho líder para mostrarse como un candidato razonable y mesurado —tomando, como se verá en otros capítulos de este libro, las banderas de la implementación de los acuerdos de paz de la Habana y la defensa del medio ambiente—. Considerar que los votos por la Colombia Humana son solo de Petro, en efecto, soslayaría uno de los actos simbólicos más importantes de su campaña para el ballotage presidencial de 2018. Hablamos, por supuesto, de la firma de los “doce mandamientos” de Petro con Antanas Mockus.
En primer lugar, el episodio, a pocos días de realizarse la segunda vuelta presidencial (8 de junio de 2018), estaba cargado de referencias religiosas que exceden la idea misma de «las piedras de Moisés». Ciertamente, en una mesa con mantel blanco y girasoles, y frente a una multiplicidad de medios de comunicación, se reunieron Antanas Mockus y Claudia López, del Partido Verde —esta última, excandidata a la vicepresidencia en la fórmula de Sergio Fajardo—, junto con Gustavo Petro10. La futura alcaldesa de Bogotá explicaría allí que el lugar donde estaban —la plaza que colinda la iglesia del “Voto Nacional”— era un lugar construido más de cien años atrás, con la idea de reconciliar a liberales y conservadores luego de la Guerra de los Mil Días. De esta manera, la “reconciliación” no remitía simplemente a una alianza política —López aclara que no hay una coalición electoral con Petro, sino una preocupación compartida frente al triunfo del uribismo—, sino un rito de connotación cristiana, de paz entre hermanos, que se reviste de las prácticas eclesiásticas. López (8 de junio de 2018) va a ser reiterativa en la naturaleza del acto:
Aquí venimos a encontrarnos como dos proyectos distintos. No venimos aquí (…) a unir ni a fusionar la Coalición Colombia con la Colombia Humana; ambos son dos proyectos distintos que seguirán siendo distintos y compitiendo fraternalmente en las reglas de la democracia (López, 8 de junio de 2018, 8’07”-8’35”)
En segundo lugar, y rompiendo con el formalismo de los anuncios políticos de cualquier alianza política, el centro del acto de reconciliación fue la jura de “doce mandamientos” por parte de Petro, que se comprometía a cumplir en caso de llegar al poder ejecutivo. Los mandamientos quedarían grabados en dos piedras que remiten figuradamente a las cargadas por Moisés al descender del Sinaí; Petro prometió finalmente ubicar las placas en su despacho si ganaba la presidencia. En las palabras grabadas en dos tablas de mármol se puede leer: