Salud del Anciano. José Fernando Gomez Montes

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Salud del Anciano - José Fernando Gomez Montes LIBROS DE TEXTO

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diversidad en las formas familiares, normas y costumbres, lo que a su vez implica gran heterogeneidad en la situación de los ancianos en relación con su familia. En la actualidad, las personas están envejeciendo en familias intergeneracionales que son cuantitativa y cualitativamente diferentes de las de sus antepasados. Ha cambiado no solo la estructura, que se ha alargado por el aumento de las generaciones y la disminución de los miembros pertenecientes a una generación, sino también la duración de los roles y relaciones familiares. En lugar de ser familias de dos o a veces tres generaciones, ahora pueden ser familias de cuatro generaciones. Otros aspectos del envejecimiento demográfico que han contribuido a los cambios en la vida familiar de los ancianos incluyen variaciones en el tiempo dedicado a la procreación y crianza de los hijos, al número de hijos y al hecho de no tenerlos. Influye igualmente el aumento de las familias monoparentales, el divorcio y la presencia de familias recompuestas (ver capítulo 15).

      El estudio SABE Colombia muestra que alrededor de una tercera parte de los ancianos vive en familias nucleares, igual proporción en familias extensas, una quinta parte vive en familias compuestas y 9% en familias unipersonales. Menor proporción de hogares unipersonales se presenta en los grupos de edad más jóvenes (60-64 años) y los de 80 y más años, el porcentaje de hombres que vive solo es mayor (10,4%) que el de las mujeres (8,1%).

      Uno de los componentes primordiales para la independencia y autonomía del anciano es el espacio público y su accesibilidad, lo cual implica hablar de los aspectos urbanos y entornos construidos. Desde el punto de vista de lo urbano, ya desde 1992 la Organización de las Naciones Unidas solicitó la creación de un entorno que respondiera a las necesidades de los ancianos, permitiéndoles la plena accesibilidad, lo cual implica un urbanismo donde se pueda transitar libremente sin impedimentos, que facilite la escogencia de lugares donde se quiera permanecer y socializar y que facilite las relaciones intergeneracionales. La característica más notable de las viviendas actuales es la reducción de espacios, por la disminución del número de habitantes por familia. No existen espacios para los ancianos en las viviendas de las familias actuales y según el estudio SABE Colombia 2016, se observó que quienes viven en la zona rural viven en condiciones más precarias y que quienes están en regiones diferentes a Bogotá presentan peores condiciones en su entorno físico: tienden a tener condiciones estructurales deficitarias por los materiales de sus pisos, paredes o techos, menor cobertura en servicios públicos; tienden a vivir en condiciones de hacinamiento y a presentar riesgos ambientales y físicos al interior de la vivienda.

      La construcción de viviendas y la adecuación del espacio público que se hace actualmente no tiene en cuenta los requerimientos y normas para las personas ancianas. Son numerosas las dificultades de acceso a los espacios construidos, como escaleras angostas, puertas estrechas, semáforos con cambios demasiado rápidos, ascensores con cierre de puertas en segundos y andenes con obstáculos, condiciones que aumentan los riesgos de caídas y trauma en los ancianos. Al aumentar la población mayor de 60 años será necesario revisar y aplicar las normas existentes de construcción de viviendas y de diseño de los espacios públicos, puesto que la vivienda para este grupo etario debe satisfacer las necesidades de autonomía e independencia y, ante todo, ofrecer seguridad y posibilitar el bienestar de los ancianos.

      Al envejecer es importante la disminución, especialmente en los “muy viejos”, de los contactos sociales, y la permanencia solamente de lazos estrechos con los convivientes, algunos vecinos y, por supuesto, con sus hijos. Las actividades sociales en las cuales participan los ancianos se reducen exclusivamente al ámbito familiar o religioso, como cumpleaños y funerales (ver capítulo 34). Esto hace que se aumente el aislamiento, que tiene efectos deletéreos tanto físicos como mentales. Además, otra situación frecuente es la imagen del envejecimiento que se presenta en la sociedad, la mayoría de las ocasiones negativa, y que se expresa en la representación social de la vejez como pasividad, enfermedad, deterioro, carga o ruptura social. Entre las posibles causas del problema se encuentra la construcción cultural de la vejez como una etapa solamente de pérdidas y deterioro.

      Existe una disminución progresiva de la independencia para realizar actividades personales, lo que obliga a requerir ayuda de sus familiares o convivientes, por ejemplo, reclamar la pensión mensual. Entre los ancianos colombianos existe una satisfacción considerable con la relación con sus familias y solamente un 10% consideran insatisfactorio el grado de vinculación familiar.

      Otra situación social que ha venido presentándose en los últimos años es la violencia, especialmente, la intrafamiliar. De acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (2017), la violencia intrafamiliar contra el anciano ha mostrado un aumento sostenido, año tras año, se calcula un promedio de 1461 eventos por año aproximadamente, 122 por mes y cuatro por día, lo que significa que en 2017 cada seis horas ocurrieron cuatro actos de maltrato contra esta población. Resultados del estudio SABE muestran una prevalencia de maltrato de 15,1%, el tipo de maltrato más frecuente es el psicológico, seguido de la negligencia y el maltrato físico. El maltrato es perpetrado con mayor frecuencia por el cónyuge y los hijos. las víctimas suelen ser mujeres y residen con su victimario. A nivel comunitario se puede desarrollar maltrato dado el proceso de modernización que ha llevado a la pérdida progresiva de funciones, la interdependencia generacional y la destrucción de las estructuras familiares tradicionales. A nivel institucional, donde más se presenta maltrato es en las instituciones de larga estancia, que no cumplen con los estándares de calidad básicos lo que lleva a una atención de pésima calidad.

      El cambio en la estructura de la pirámide poblacional tiene un primer impacto social sobre la llamada dependencia demográfica ya mencionada.

      El volumen de pensionados por jubilación se incrementará en forma notable en los próximos años, con una disminución paulatina de la mano de obra, lo que va a implicar una carga prestacional elevada para las empresas y el Estado, que deben asumir no solo el pago parcial de estas pensiones, sino también ofrecerles servicios de atención en salud, tanto como lo requieran. Progresivamente se va a tener mayor proporción de personas económicamente inactivas en relación con la población económicamente activa. En Colombia, según SABE Colombia, el 22,9% de la población se encuentra pensionada, 33,2% corresponde al área urbana y 11,7% en las zonas rurales. Respecto al trabajo, la mitad (51,3%) de los hombres de 60 años y más trabajan y 27,3% de las mujeres, sin embargo, la proporción de personas que trabajan disminuye con la edad, entre 4 y 11% después de los 80 años. Sin embargo, la disminución es menos pronunciada en los estratos sociales más pobres. Además, los que trabajan de los estratos más bajos tienen necesidad del ingreso o lo hacen para ayudar a la familia, en tanto que en los estratos medio y alto trabajan más para estar ocupados, para sentirse útiles o porque les gusta el trabajo (ver capítulo 13).

      Las implicaciones económicas del envejecimiento varían sustancialmente dependiendo de si las poblaciones son urbanas o rurales, puesto que en las primeras especialmente las mujeres tienen mayor dependencia económica, principalmente de los hijos, mientras que, en las segundas, la ocupación en actividades agrícolas prolonga por más tiempo el periodo económicamente activo. De otro lado, el 30% de los ancianos carece completamente de ingresos y de los que lo perciben, 55% recibe menos de un salario mínimo, el monto total es muchísimo menor para

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