Hijas del futuro. Carmen Romero Lorenzo

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Hijas del futuro - Carmen Romero Lorenzo El origen del mundo

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aventureros, exploradores, guerreros, militares, investigadores, científicos, intelectuales, gobernantes; es decir, detentan puestos de poder, manejan armas, son fuertes, valerosos, atractivos y jóvenes, inteligentes, blancos, heterosexuales y sin ningún tipo de discapacidad. Solucionan los conflictos y situaciones problemáticas, se enfrentan a los peligros y los vencen, salvando también a su pareja femenina.

      Las mujeres son parejas y compañeras del héroe, bellas, jóvenes y blancas; se dedican al trabajo doméstico, de esposa y madre, no detentan los puestos de poder ni decisión, no resuelven los conflictos ni las situaciones de peligro salvo como ayudantes de los varones, no parecen tan inteligentes como ellos, tienen menor fuerza física, no manejan armas y deben ser salvadas de los peligros por el hombre. Las mujeres pueden presentarse también como antagonistas, las «malas» de la historia, taimadas reinas de un matriarcado feroz o eróticamente perversas: la femme fatale.

      Las excepciones confirman la regla.

      Observaciones:

      En las novelas policíacas, novela negra, del Oeste, bélicas, románticas, de ciencia ficción, fantásticas y de lo maravilloso, es decir, en la «literatura de género», estos estereotipos suelen cumplirse, lo cual no supone que aparezcan todos ni siempre. Este es un esquema y, como todos los esquemas, tiene sus variantes. En las novelas de aventuras, por ejemplo, que son antecedentes de ese subgénero de la ciencia ficción que sitúa las aventuras en el futuro o en otros planetas, ya se daban estos estereotipos. La fantasía épica es otro buen ejemplo. Por supuesto, con el avance social y la incorporación de las mujeres al trabajo fuera de casa y a oficios antes vedados, en la literatura han ido integrándose personajes femeninos que se muestran lejos ya de los estereotipos tradicionales y reflejan la nueva situación. También depende mucho del escritor o escritora, por supuesto.

      Otra cuestión a tener en cuenta es no vincular de manera absoluta la masculinidad con los varones y la feminidad con las mujeres. La masculinidad y la feminidad pueden darse en cualquier persona, con diferente gradación, porque tiene mucho de construcción social. Por eso, no es lo mismo «literatura femenina» que «literatura de mujeres». Como escribió Angela Carter en su novela La pasión de la nueva Eva, a través de su protagonista: «Lo masculino y lo femenino son correlativos que se contienen y se complementan. Sé que es así: la cualidad y la negación de la cualidad están indisolublemente entrelazadas. Pero no sé en cambio en qué consiste la naturaleza de lo masculino y la naturaleza de lo femenino, si involucran al macho y a la hembra […]. Aunque he sido hombre y mujer, no conozco todavía la respuesta a estas preguntas. Todavía me dejan perplejoa». (Carter, 1977, págs. 203-204)

      5)Relaciones entre los personajes: si son de igualdad o bien de poder, discriminación y opresión. Si aparece el tema del amor romántico: las mujeres se presentan como personajes cuyo destino en la vida es conseguir el amor del protagonista y convertirse en esposas y madres; ellos, sin embargo, podrán seguir ejerciendo su trabajo después del matrimonio.

      Observaciones:

      No hay que olvidar que la crítica literaria feminista y de género no estudia solo el tema de las mujeres, sino cualquier otra identidad de género u opción sexual no normativas, las masculinidades, la raza y la clase social. Y también las obras escritas por los varones, analizando cómo aparecemos en su imaginario.

      Por último, una cuestión muy importante: cada obra debe leerse en su contexto histórico, geográfico, cultural y social, porque puede servirnos para comprender mejor esa época, colectividad, cultura o país. No se trata de que no se pueda aplicar la crítica literaria feminista y de género a narraciones de otros siglos (de hecho, es posible analizarlas e interpretarlas desde ellas perfectamente), sino que no se deben juzgar con los mismos valores de ahora. Incluso si le ponemos determinadas etiquetas como «machismo» o «racismo» al contenido de una obra no coetánea, hay que evaluar esa categoría en su momento histórico. También debemos evitar lecturas demasiado literales de obras que tienen un valor simbólico, humorístico o paródico.

       Los géneros no realistas desde las escritoras

      Veamos ahora cómo los tres grandes géneros no realistas han sido abordados por las mujeres, por qué y para qué.

      De la ciencia ficción dijo Sam J. Lundwall: «Los roles sexuales en la ciencia ficción son tan rígidos como el casco de una nave espacial; emancipación es una palabra desconocida». Con esto se refería a la sorprendente pervivencia en el género de los estereotipos masculinos, femeninos y cisheteronormativos («cis» se refiere a las personas cuyo género se ajusta al asignado al nacer) más tradicionales. Sorprendente, porque la ciencia ficción trasgrede nuestra realidad espacio-temporal, no solo en lo científico y tecnológico sino también en lo social, biológico, político o humano. Y mediante la transgresión se han presentado frecuentes alternativas a la realidad conocida: algo que no ocurría al incluir a las mujeres y su situación. Por otra parte, este tipo de literatura también se había mostrado como un espejo muy crítico de nuestra sociedad, una escritura rebelde, subversiva, dura y de gran madurez. Alertaba de los peligros larvados en el momento actual mediante las distopías. Pero a la vez, como este género había sido un dominio tradicionalmente masculino, a causa de su cercanía a ámbitos distantes para ellas (lo científico y tecnológico, la aventura y la acción), las mujeres no tenían (ni tienen) tanta tradición lectora del mismo: por ello no han podido conocer bien obras que podrían gustarles y con las cuales sentirse identificadas, pues, por añadidura, las ficciones que escribían los autores hombres se mostraban, como hemos visto, muy conservadoras en su imaginario sobre el género sexual.

      Pero a medida que las creadoras empezaron a incursionar más en la ciencia ficción, esas dos posibilidades que he comentado, el espejo crítico y la alternativa, han estado muy valoradas y transitadas por ellas a fin de superar la inercia de aquella ciencia ficción más convencional y estereotipada.

      La crítica a la sociedad patriarcal mediante una distopía atroz e hiperbólica está muy bien representada por El cuento de la criada (1985), de Margaret Atwood, que trata, además, el tema de la reproducción humana en una sociedad futura donde la opresión de la mujer se ha radicalizado.

      Y como alternativa tendríamos La mano izquierda de la oscuridad (1969), de Ursula K. Le Guin, que nos lleva a un planeta donde los sexos/géneros funcionan de manera muy diferente a lo que conocemos: en Gueden los habitantes son andróginos casi todo el tiempo, salvo en los ciclos sexuales cuando se convierten en mujeres o varones. La especulación a partir de esta premisa resulta apasionante.

      La literatura fantástica y de terror ha permitido a las escritoras expresar muchos de sus problemas personales y sociales, sus traumas y tabúes, miedos y esperanzas, de una manera menos evidente y, por lo tanto, menos arriesgada y comprometida que en la ficción realista. Además, los espacios de lo fantástico, con mucha frecuencia recintos cerrados, son más familiares para las mujeres que los escenarios abiertos de la aventura y la ciencia ficción, porque estamos más acostumbradas al hogar, ya sean cabañas, apartamentos, mansiones, palacios o castillos, que a los mares y montañas. Recuérdese Rebeca (1938), de Daphne du Maurier, cuya acción transcurre fundamentalmente en Manderley, una mansión muy propicia para lo fantástico (aunque, en realidad, no hay elementos sobrenaturales en la novela, que sí pueden encontrarse en los magníficos cuentos de Du Maurier).

      Como ejemplo de lo fantástico voy a poner una novela corta de la escritora española Carmen de Burgos, El perseguidor, donde aparecen los temores que han podido sentir muchas mujeres al iniciar su camino a la libertad, precisamente fuera ya de los recintos cerrados. Carmen de Burgos, Colombine, fue una maestra, periodista, reportera de guerra, escritora y defensora de los derechos de las mujeres, que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX. En esta novela corta, de 1917, la protagonista, alter ego de la autora, recorre

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