Francisco Franco. Heinz Duthel

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Francisco Franco - Heinz Duthel

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su disciplina y avance ordenado, «ganándose una reputación de oficial meticuloso y bien preparado, interesado en la logística, en abastecer a sus unidades, en trazar mapas y en la seguridad del campamento». También, ya en aquella época, muestra un carácter imperturbable y hermético que le acompañará durante toda la vida.

      Años más tarde, reconoció que la noche en la que se incorporó a su unidad en África, durmió con el arma en la mano; la tropa le inspiró una fuerte desconfianza. Franco no se vería obligado a desarrollar una depurada estrategia ni tácticas de guerra elaboradas (dotes que ni en aquella época proporcionaba la formación en las academias militares españolas ni se le reconocería en su trayectoria militar): los rifeños no eran estrategas ni estudiosos de las tácticas de combate modernas; el desafío se encontraba en contrarrestar su belicosidad; acostumbrados a rafias entre tribus y contra los ocupantes de turno, ponían en estos combates su vida: «Hombres acostumbrados a carreteras, a caminos o, cuando menos, a senderos de montaña; hombres, además, recién llegados de un ambiente en que la guerra se miraba como algo intolerable; hombres, finalmente, que nunca habían luchado y, al otro lado, gentes no sólo acostumbradas a pelear sino para quienes la guerra estaba conectada con el pan de cada día». (Martínez Campos), Franco, primero al mando de los Regulares indígenas y después al de la Legión, instauró una disciplina férrea, implacable con la insubordinación (en su etapa en la Legión, preocupado por una ola de indisciplina, reclamó a Millán Astray la autorización para poder recurrir al fusilamiento. Millán Astray le respondió que las penas de muerte debían dictarse únicamente atendiendo a las estrictas ordenanzas recogidas en el código de justicia militar. Días más tarde formó el pelotón de fusilamiento después de que un legionario se negase a comer y lanzara la comida a un oficial. Lo fusiló e hizo desfilar al batallón frente al cadáver). También, si no se le reconoce ninguna inquietud intelectual, sí mostró un gran interés por formarse en todo lo concerniente a su profesión militar. Se le reconoce un cierto aislamiento de sus compañeros, ocupando su tiempo libre en la lectura de tratados militares.

      Miembros de su tropa llegaron a decir que con Franco al frente no perdían las batallas y el salir ileso de las refriegas (en los dos años y medio primeros de su paso por los Regulares, 35 de los 41 de sus compañeros oficiales habían resultado muertos o heridos) le invistió de un halo de invulnerabilidad ante los indígenas que lo calificaron como hombre con baraka (hombre con buena suerte). Franco pudo advertir que los mandos únicamente conseguían el respeto de la tropa si demostraban valentía, y que el elevado número de deserciones, incluso los amotinamientos, guardaban una estrecha relación con el fracaso de las operaciones, la derrota o la retirada. El cabalgar sobre un caballo blanco, cuando tuvo derecho a ello, lo hizo bien visible para su tropa.

      También se distinguió por su preocupación en abastecer a su tropa en un ejército que la descuidaba por completo. En África (como en anteriores guerras coloniales) se producían más muertes como consecuencia de enfermedades que por los enfrentamientos armados.

      En 1916, en una rafia en El-Biutz (entre Ceuta y Tánger) fue herido en el bajo vientre, una herida grave que pudo causarle la muerte y que lo mantuvo varios meses hospitalizado en Ceuta (sus padres, ya separados, viajaron a Ceuta para asistirle en su convalecencia).

      Era norma no escrita que las heridas de guerra se recompensaran con un ascenso, ascenso que le fue negado y que Franco logró tras insistir en todas las instancias hasta llegar al Rey Alfonso XIII. El 28 de febrero de 1917 es nombrado comandante con efectos retroactivos de 29 de junio de 1916, convirtiéndose en el comandante más joven de España. Sin embargo, no consiguió que le concedieran la Laureada de San Fernando (máximo galardón en el ejército español) a la que también estaba propuesto. Años más tarde, ganada la Guerra Civil, ya como caudillo de España, se la concedió a sí mismo.

      Interludio en Oviedo

      Sin encontrar destino en África tras el ascenso a comandante, es destinado a Oviedo, donde llega ya con una cierta aureola de héroe. Allí se hospeda en el hotel París y entabla amistad con el que más tarde será su más dedicado hagiógrafo Joaquín Arrarás Iribarren. Es en el transcurso de esta estancia en Oviedo cuando conoce a la que más tarde será su mujer Carmen Polo y Martínez Valdés.

      Durante los tres años que estuvo destinado en la península se suscita el enfrentamiento dentro del ejército entre peninsulares y africanos, los primeros consideraban abusivos los ascensos por méritos de guerra y denunciaban el favoritismo con el que el rey trataba a los africanos, y los segundos, entre ellos Franco, consideraban estos ascensos necesarios para premiar la arriesgada labor de los oficiales en África y la profesionalidad de unos oficiales que se encontraban en la «mejor escuela práctica por no decir la única de nuestro ejército» español. También vive la huelga general del 10 de agosto de 1917. El ejército reprime a los huelguitas y, aunque en el resto de España es sofocada en una semana, en Asturias, los mineros se hicieron fuertes y prolongaron los disturbios durante casi veinte días. Franco dirigió la represión allí, la casualidad quiso que se encontrara en el lugar de mayor conflictividad. Aunque algunos biógrafos sostienen que aquella fue una represión especialmente brutal que anticipaba su comportamiento posterior, lo cierto es que aun siendo brutal, no lo debió ser más que la ejercida en otras regiones dado que no existen documentos de la época que la destaquen del resto. Sí, al dirigir la represión en la región más conflictiva, le proporcionó un plus de notoriedad.

      Segundo periodo en África: la Legión

      En sus biografías se reconoce la gran influencia que Millán Astray pudo ejercer sobre el joven Franco. Su aspecto llegó a ser impactante: manco, sin un ojo, parte de la mandíbula destrozada y cara y cuerpo cosidos de cicatrices. Personaje histriónico que fundó la Legión a imagen de la Legión Extranjera francesa, reclutando a proscritos sin importar su nacionalidad, a los que les redimiría su permanencia en la Legión: «Os habéis levantado de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estabais muertos, que vuestras vidas estaban terminadas. Habéis venido aquí a vivir una nueva vida por la cual tenéis que pagar con la muerte. Habéis venido a morir». Astray y Franco se conocieron cuando este último asistió en Valdemoro (Madrid) a un curso de perfeccionamiento de tiro (de septiembre a octubre de 1919). Astray estaba en el intento de crear lo que llegó a ser la Legión, acababa de estar en Francia para estudiar a su homónima, y en junio de 1920 le propuso a Franco que fuese su segundo jefe. Franco no dudó en aceptar, volvía a África como eran sus deseos y lo hacía en un cuerpo al que podría exigir a su tropa más incluso que a los Regulares indígenas.

      La Legión (de nombre oficial: Tercio de Extranjeros) se fundó el 31 de agosto de 1920. El 27 de septiembre Franco es nombrado jefe de su primera bandera (la constituían tres banderas o batallones) y el 10 de octubre llegan los primeros legionarios (200) a Ceuta. Esa misma noche, los legionarios aterrorizaron a la ciudad. Murieron asesinados una prostituta y un cabo de guardia, y la refriega posterior produjo dos muertos más.

      La Legión se distinguió por su férrea disciplina, la brutalidad de los castigos que se imponían a la tropa y, en el campo de batalla, por constituirse en fuerza de choque. A cambio, como válvula de escape, se les disculpó abusos cometidos contra la población civil. También se distinguió por la brutalidad ejercida contra el enemigo vencido. Se practicó el ensañamiento, la decapitación de prisioneros y la exhibición de sus cabezas cortadas como trofeos.

      En 1921, el desastre de Annual, que supuso la muerte de más de 8.000 españoles, con las tropas huyendo en desbandada y los Regulares indígenas pasando a las filas de Abd el-Krim, supuso para la recién creada Legión su prestigio en la península al ser la primera fuerza en llegar a Melilla, consolidar la plaza y aún recuperar algunas posiciones. Las noticias de la brutalidad ejercida por la Legión en sus acciones llegaron a la península y tal brutalidad fue acogida con entusiasmo por gran parte de la población que la consideraron el justo castigo a los rifeños; en contraposición, se demandan responsabilidades a los oficiales que con su ineptitud fueron la causa del desastre.

      Franco,

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