Estrés y paz interior. Cesáreo Amezcua Viedma

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algunos factores de estrés que te puedan producir estos síntomas.

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       El síndrome de adaptación general al estrés

      Muchas de las teorías sobre lo que ocurre bajo condiciones de un prolongado estrés son especulativas. Pero existe un modelo señero generalmente aceptado. Es el ideado por Hans Selye en su obra El estrés de la vida. Selye define el estrés como «un estado caracterizado por un síndrome específico, consistente en cambios inducidos en forma no específica, que tienen lugar dentro del organismo biológico». El estrés es, pues, una configuración específica de procesos fisiológicos que se desencadenan por uno o muchos factores. Selye la llama «el Síndrome de Adaptación General». El profesor Hans Selye concibe y diseña este Síndrome en tres fases que se describen a continuación.

      Fase I: Alarma (pelear o huir)

      Es la respuesta inicial y más dramática a un factor estresante. Moviliza todo el aparato fisiológico del organismo. En esta fase, la función principal del «Síndrome de Adaptación General» (G.A.S.) es seleccionar el órgano o sistema más apropiado para afrontar el factor estresante.

      Fase II: Adaptación o resistencia

      En esta fase la actividad de la hormona adrenocorticotrópica disminuye, y el forcejeo con el factor estresante se convierte en la tarea del órgano o sistema específico seleccionado para esta lucha. En este momento la resistencia al estresor es alta debido al conjunto de recursos vitales reclutados entre otras áreas del cuerpo. Por esta razón es muy probable que la resistencia a la enfermedad disminuya considerablemente.

      Fase III: Agotamiento

      En esta fase el sistema u órgano encargado de la defensa se agota y se rinde. De nuevo se activa la Fase I removiendo el peso del ya agotado sistema de defensas y comenzando de nuevo el ciclo ya descrito.

      El cuerpo y las emociones están muy relacionados. Los linfocitos T (también conocidos como las «células asesinas» del sistema inmunitario) son la primera línea defensiva del organismo. La actividad de estas células está bajo el control del cerebro emocional. Las emociones positivas, como la paz mental y el bienestar, las estimulan. La ansiedad, el estrés y la depresión las inhiben. Cuando esto sucede, el organismo se hace muy vulnerable, y fácilmente se enferma.

      Selye cree que el Síndrome de Adaptación General al Estrés funciona para maximizar la resistencia del cuerpo al estrés. Bajo condiciones prolongadas de estrés invencible, la fase de agotamiento se asocia con la enfermedad, debido a que el cuerpo se ha «quemado» y sus resistencias defensivas son pobres. El gráfico siguiente presenta las tres fases del Síndrome de Adaptación General, según Selye, que se acaban de describir.

       Química del estrés

      El Dr. Hans Selye, padre de la investigación sobre el estrés, trazó el mapa y las rutas hormonales relacionadas con el estrés. Desde entonces los científicos han descubierto que el estrés provoca una serie de cambios químicos en el cuerpo que pueden tener serias consecuencias en nuestra salud tanto física como mental.

      Durante las cinco últimas décadas la investigación ha descubierto que el estrés desencadena cambios químicos en el cerebro. Las tensiones emocionales concentran unas potentes sustancias químicas llamadas neurotransmisores que actúan como mensajeros entre las células nerviosas. Entre estos mensajeros están la serotonina, la epinefrina, la norepinefrina y la dopamina. En una investigación de Stanford un grupo de ratas fue forzado a nadar durante tres minutos en agua a 4 ºC. El examen posterior del tejido cerebral de estas ratas mostró que los niveles de norepinefrina habían descendido en un 20%, y los de epinefrina, hasta un 30 y un 40%. Los científicos también descubrieron que el cuerpo produce sus propios analgésicos o calmantes. Se trata de unas sustancias químicas parecidas a la morfina y que se conocen como endorfinas. El estrés dispara la producción de estos analgésicos, elevando nuestra tolerancia al dolor. Quizá esta sea la razón por la que los soldados gravemente heridos no sienten el dolor.

      Debido a que el estrés altera el equilibrio químico del cuerpo, este se hace vulnerable a las enfermedades físicas y mentales. Por ejemplo, la depresión se ha relacionado con el bajo nivel de dos neurotransmisores: la serotonina y la norepinefrina. Igualmente, la esquizofrenia parece guardar relación con un exceso de dopamina.

      Quizá los recientes hallazgos más significativos sobre el estrés sean, en estos momentos, sus devastadores efectos sobre nuestro sistema inmunológico o de defensas. La investigación científica nos dice que el cuerpo humano produce sus propias células anticancerígenas (linfocitos T). Pero la producción de estas defensas queda inhibida ante la presencia de un estrés crónico.

      A finales de 1981, científicos del Instituto Salk lograron una sustancia química que activa la reacción del cuerpo al estrés. Esta se produce en una parte del cerebro llamada hipotálamo. Al hipotálamo se le considera «el cerebro del cerebro». Duplicando esta sustancia, los científicos del Instituto Salk esperan ahora producir una versión modificada de la misma, que bloquearía la reacción del cuerpo al estrés.

       Mapa de la química del estrés

      Como respuesta a las causas del estrés, se generan unos mensajes químicos (ver Diagrama 1) que son transportados a través de circuitos neuronales existentes en la corteza cerebral, hasta el hipotálamo estimulándose ahí la producción de corticotropina. A su vez, el hipotálamo, actuando como una estación de transbordo, envía la corticotropina y otros mensajeros químicos hacia abajo por medio de dos canales.

      El primer canal va a la pituitaria , donde el cargamento químico se transforma de nuevo, esta vez en hormona adrenocorticotrópica –ACTH–. Esta entra en el flujo sanguíneo viajando hasta la corteza de las glándulas suprarrenales . Aquí, la hormona adrenocorticotrópica inicia la producción de cortisol, producto químico que incrementa el azúcar en la sangre y acelera el metabolismo del cuerpo.

      Por el segundo canal, los mensajeros dejan el hipotálamo disparando impulsos electroquímicos hacia el tronco del cerebro y la espina dorsal hasta que las señales llegan al centro de las glándulas suprarrenales . Como resultado, se produce la secreción de epinefrina (adrenalina) que ayuda a suministrar una dosis extra de glucosa que sirve de combustible muscular y cerebral. Igualmente se produce norepinefrina, que acelera el ritmo cardiaco y eleva la presión arterial.

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