El principio de proximidad. Ken Coleman
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A lo largo de tu viaje, es esencial obtener ayuda de otros y también brindarla.
Por eso, busca personas a las cuales ayudar y de las cuales obtengas ayuda. A lo largo de tu viaje, es esencial obtener ayuda de otros y también brindarla. Escalar una montaña no es tarea fácil y el hecho de saber que no estás escalándola solo te ayudará a superar los desafíos mentales que enfrentarás. Me gusta llamar “creencias limitantes” a estos desafíos mentales.
Creencias limitantes
El primer paso para superar las creencias limitantes que te detienen es identificarlas. En el camino hacia el trabajo de tus sueños, hay dos creencias limitantes principales que se interponen y te impiden llegar a la meta: el orgullo y el miedo. Echémosles un vistazo más de cerca y hablemos sobre cómo reconocer estas mentiras.
El orgullo
El orgullo se evidencia en la mentira de que somos autosuficientes y no necesitamos de nadie. En el hecho de pensar que es débil confiar en otros y buscar ayuda y orientación. También se evidencia en nuestra preocupación sobre cómo nos perciben los demás. Irónicamente, el orgullo nos impide ser ambiciosos. Sería ridículo pensar que la ambición no es una característica tan poderosa como en realidad es.
Piensa, por ejemplo, en Steve Jobs. Imagínatelo sin ambición. Es imposible, ¿verdad? Quiero decir, es imposible inventar el iPhone y construir una compañía multimillonaria sin un poco de ambición. Podría decirse que Jobs fue una de las personas más innovadoras y exitosas del planeta. Pero él no llegó allí siendo autosuficiente. No, él empleó un enfoque muy diferente. A temprana edad, Jobs aprendió el valor de pedir ayuda. Cuando tenía solo 12 años, Jobs llamó a Bill Hewlett —sí, el cofundador de Hewlewtt-Packard— para pedirle repuestos para un proyecto en el que estaba trabajando. Y Hewlett le dijo que sí. ¡A un niño de 12 años!
El orgullo nos impide ser ambiciosos.
Todo parece indicar que el orgullo nunca le impidió a Jobs acercarse a otras personas. En una entrevista realizada en 1994, él habló sobre el poder de pedir ayuda: “Nunca me encontré con una persona que me dijera que no o que me colgara el teléfono cuando la llamé —yo, simplemente, pedía ayuda—. Y cuando la gente me pide que la ayude, yo trato de ser igual de receptivo con el fin de pagar esa deuda de gratitud. La mayoría de la gente nunca levanta el teléfono y llama para pedir lo que necesita. En general, la gente no pide la ayuda que debiera. Y a veces, eso es lo que diferencia a las personas que logran cosas de las que solo sueñan con ellas”4.
Dejar de lado nuestro orgullo y admitir que necesitamos la ayuda de los demás es crucial en el viaje hacia alcanzar el trabajo de nuestros sueños. Y si alguien como Steve Jobs pudo hacerlo, estoy bastante seguro de que nosotros también podemos.
El miedo
Ahora, echémosle un vistazo a la segunda creencia limitante: el miedo. El miedo es normal. Hay dos tipos de miedo que nos limitan: el miedo al rechazo y el miedo al fracaso. Ambos son mentirosos.
El miedo al rechazo
A veces, tienes que pasar por algunos “no” difíciles para conseguir un “sí”.
Si alguna vez has fracasado en llevar a cabo alguna idea, entonces, ya has experimentado el aguijón del rechazo. Nos destroza la vida que nos digan que no a la idea de realizar algún proyecto después que hemos puesto nuestro corazón en él. Pero el enemigo no es la palabra “no”. El enemigo es no preguntar. No dejes que el miedo al rechazo te impida pedir ayuda. Y si obtienes un no la primera vez, no te rindas. A veces, tienes que pasar por algunos “no” difíciles para conseguir un “sí”.
Por ejemplo, Patrick. Él era contador. Tenía dos pasiones y la contabilidad no era una de ellas. A Patrick le gustaba elaborar su propia cerveza y le encantaba el trabajo misionero en África.
Además, Patrick tenía una gran imaginación y soñaba con convertir la cerveza en agua. Bueno, técnicamente, quería abrir su propia cervecería artesanal como una forma de recaudar dinero para construir pozos de agua dulce en poblaciones empobrecidas de África. Y para hacer esto, necesitaba aprender el negocio de la cervecería artesanal desde cero.
Entonces, comenzó construyendo relaciones con profesionales que conocían el negocio de la cervecería. Luego, les ofreció un trato que consistía en ganar-ganar: él trabajaría gratis en sus cervecerías si ellos le enseñaban los trucos del oficio. Ofrecerse a trabajar gratis parece una buena propuesta, ¿verdad? Sin embargo, parece que no lo es. ¡Las primeras 16 cervecerías a las que él se acercó con esa propuesta le dijeron que no! Pero después de 16 “no”, la compañía #17 le dijo que sí y Patrick pasó más de un año trabajando gratis, incluso sábados y domingos. Como resultado de sus esfuerzos, logró aprender bien el negocio —desde la elaboración y comercialización real hasta el empaque y envío del producto—. Si Patrick hubiera dejado que su miedo al rechazo le impidiera seguir pidiendo ayuda, se habría perdido de una experiencia de aprendizaje increíble. Tampoco estaría donde está hoy, elaborando cerveza de tiempo completo. Le está yendo bastante bien y sus nobles esfuerzos han cambiado por generaciones a algunas aldeas en África.
El miedo al fracaso
El segundo tipo de miedo que nos limita es el miedo al fracaso. A menudo, comienza con la pregunta: “¿Qué pasa si?” ¿Qué pasa si alguien me da una oportunidad y yo fallo? Claro, el fracaso es un riesgo. Es parte del trato. Pero cuando conoces tus talentos, fortalezas y habilidades, es absurdo dejar que una creencia limitante anule la verdad de que tú tienes lo que se necesita para triunfar. Recuerda esto: en lo que sea que te concentres, lo lograrás. Así que no te concentres en la posibilidad de fallar. Concéntrate en la verdad de que tú eres capaz de hacer que tu sueño se convierta en realidad. ¡Necesitas creer 100% en eso!
Por lo general, la pregunta “¿Qué pasaría si?” conlleva a otra pregunta: “¿Qué pensará la gente?”. Sería fácil para mí decir: “¡A quién le importa lo que piense la gente!”. Pero el miedo al fracaso tiende a ser tan agudo y personal que no podemos evitar preocuparnos. Cuando estaba audicionando para el cargo como presentador de televisión, recibía rechazo tras rechazo. Iba a cada audición con la esperanza de que ese sí sería el lugar donde me dirían que sí. Les pedía a mis amigos y familiares que oraran por mí y luego recibía el aguijón del rechazo. A lo último, dejé de pedir oración, pues me avergonzaba informar que otra vez había sido rechazado. Era humillante y derrotador. Pero en el fondo, yo sabía que estos pequeños fracasos no eran catastróficos. Cada audición significaba adquirir un poco más de práctica para la siguiente
—era una especie de preparación para el trabajo que tanto quería.
El truco consiste en replantear la forma en que pensamos acerca del fracaso. Con frecuencia, el éxito ocurre no a pesar del fracaso, sino debido a él. Thomas Edison fracasó en sus inventos muchas veces. Los fracasos de Marie Curie en sus pruebas de laboratorio la llevaron a ganar dos premios Nobel. Albert Einstein fracasó en sus ecuaciones antes de descubrir la Teoría