El pueblo judío en la historia. Juan Pedro Cavero Coll

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El pueblo judío en la historia - Juan Pedro Cavero Coll страница 5

El pueblo judío en la historia - Juan Pedro Cavero Coll

Скачать книгу

en los tiempos históricos más remotos. Ese era según ellos el error al que podría llevarnos la creencia literal en los textos bíblicos. En opinión de esta escuela, en la actualidad con escasos apoyos, los hebreos carecen de un pasado anterior al siglo XII a.C. y no existiría por tanto una era patriarcal, ni un periodo de esclavitud en Egipto, ni años de conquista posterior del territorio de asentamiento. De acuerdo con estos autores el pueblo se habría formado cuando, en tierra cananea, comenzaron a unirse clanes de distintos orígenes hasta constituir una organización en doce tribus. Conforme a esta teoría el patrimonio común a ese sistema sería la adoración de la misma divinidad, Yahvé.

      A pesar de las dificultades, a nadie sensato se le ocurre excluir la Biblia como fuente histórica, tan reveladora por el mero hecho de existir. Aunque tales experimentos no han faltado, no caeremos nosotros en ese error. Para conocer los tiempos remotos y otros más cercanos de la historia hebrea ―los Patriarcas, Moisés, el Éxodo, la Alianza, la entrada de las tribus en Canaán, la monarquía, el destierro, etc.― y tratar de comprender la percepción que los propios judíos tuvieron de sí mismos y de su diferencia respecto a los demás recurriremos a textos bíblicos, refiriendo algunas de las interpretaciones que se les han dado. Hasta quienes dudan seriamente de la Biblia ―como el profesor italiano Jan Alberto Soggin― reconocen que es la principal fuente histórica que existe hasta una fecha tan avanzada como el siglo IX a.C.

      El hecho de que muchos pasajes bíblicos se hayan redactado en periodos posteriores a su contenido no conlleva necesariamente la falsedad de este. En la mayoría de los casos dichos textos no hacen más que recoger antiguas tradiciones que fueron pasando de padres a hijos. Muchas veces su fiabilidad supera ciertas teorías contemporáneas ―algunas completamente distintas entre sí― que surgen sin apoyo de fuentes textuales o arqueológicas o que se fundamentan en suposiciones tan subjetivas y originales que, en último término, resultan increíbles.

      Siendo además, como es ésta, una obra que no sólo pretende conocer la historia del pueblo judío sino también adentrarse en su conciencia común, en su memoria compartida, en su sentir, el recurso a la Biblia es imprescindible. El historiador Siegfried Herrmann, que considera al Antiguo Testamento «la fuente principal para la historia de Israel y del naciente judaísmo», distingue como otros investigadores los libros no históricos de los que sí lo son y subraya la peculiaridad de esta compilación:

      «En el Antiguo Testamento se trata de una colección de fuentes de todas las épocas de la historia de Israel, pero no con el propósito de presentar una historia completa, sino para rememorar constantemente las intervenciones de Yahvé, el Dios de Israel, que en todos los tiempos se ha manifestado como el viviente, el presente y el único poderoso. Estos documentos de los testimonios de Yahvé de aproximadamente un milenio de historia israelítico-judía fueron contribuyendo gradualmente a trazar el cuadro de esa historia y a hacerlo intuitivo.

      «El proceso de recopilación y asimilación de cada una de las fuentes requirió una prolongada evolución, como es natural. Su resultado se nos presenta en primer lugar bajo la forma del Pentateuco, después en dos exposiciones, que muestran a veces mutuas dependencias pero que son de distinta tendencia, en la obra histórica llamada deuteronomística y en la obra histórica cronística. Bajo múltiples formas esas obras son confirmadas y completadas a base de noticias tomadas de los libros proféticos. Por el contrario, los libros poéticos del antiguo testamento sólo pueden aportar criterios relativos para la datación de las fuentes y para el esclarecimiento de la evolución histórica de Israel. De entre los apócrifos, los libros de los Macabeos sobre todo tienen la categoría de exposición histórica independiente.»

      Además de la Biblia, otras fuentes escritas permiten ampliar nuestro conocimiento de la historia antigua del pueblo hebreo: inscripciones en lápidas, sellos de piedra y fragmentos de cerámica escrita. Indirectamente son útiles los archivos de Alalaj (siglos XVII y XV a.C.) y Ugarit (siglos XIV y XIII a.C.), en escritura cuneiforme, que han mejorado nuestra comprensión de la sociedad siria de entonces, uno de los referentes de la comunidad israelita.

      Entre la documentación egipcia encontrada hay referencias a incursiones faraónicas en Canaán. Pero sin duda alguna el principal archivo egipcio con información sobre la tierra de Canaán, durante el segundo milenio antes de nuestra era, se encontró en el yacimiento de El Amarna. Desde las primeras excavaciones (1887) se han desenterrado más de 350 tablillas escritas en acadio dirigidas unas al faraón Amenofis III y, las más, a su hijo Amenofis IV (Akenatón), ambos del siglo XIV a.C.

      Estos documentos aportan valiosos datos sobre las relaciones políticas y comerciales entre los imperios dependientes de las más poderosas ciudades-estado de Oriente Próximo y Medio en esa época. Las cartas reflejan las disputas entre los reyes locales y la dificultad de los egipcios para mantener la paz mientras los hititas se hacían con el control de la tierra que quedaba al norte de Canaán, y tribus nómadas del desierto invadían la zona meridional y el centro de la región. También suministran información las estelas conmemorativas erigidas en tiempos de faraones de fines del siglo XIV y de la siguiente centuria (Seti I, Merneptá), así como las realizadas por orden de otros gobernantes (Mesha, rey de Moab), al igual que textos orientales y semíticos escritos desde el siglo IX a.C.

      De especial interés son los hallazgos realizados por beduinos y arqueólogos (1947-1956) en once cuevas cercanas a las ruinas de Khirbet Qumrán, junto al Mar Muerto. Más que las vasijas y los pedazos de jarras, los descubrimientos más destacados son los miles de pequeños restos de pergamino y algunos ejemplares más completos, redactados fundamentalmente en hebreo, pero también en arameo y en griego, en tiempos del Segundo Templo.

      El total de fragmentos escritos encontrados en diez de las once cuevas ronda los cincuenta mil, correspondientes a casi 840 manuscritos, fechados por la mayoría de los especialistas entre los años 170 antes de la era cristiana y 68 d.C. A pesar de que sólo de diez conservamos más del cincuenta por ciento del contenido original, y de que nada más que uno está completo, los textos de Qumrán constituyen un material valiosísimo para conocer tanto el judaísmo de aquella época como el contexto histórico y espiritual en el que nació el cristianismo.

      De otras fuentes para conocer la historia antigua del pueblo hebreo se ha cuestionado su fiabilidad en la datación y localización de los acontecimientos narrados, o en la interpretación de los mismos, al pensarse que han podido emplear documentos falsos para su elaboración; en otros casos las dudas o el rechazo se deben a la parcialidad tendenciosa que muestran los cronistas. Aun así, resultan interesantes las referencias de historiadores griegos y latinos como Polibio, Estrabón, Tito Livio, Plutarco, Tácito y Suetonio, o las realizadas por el filósofo judío Filón de Alejandría.

      Más relevantes son las obras de Flavio Josefo (La guerra de los judíos, Las antigüedades judías, Autobiografía y Acerca de la antigüedad de los judíos) que, a su riqueza descriptiva, añaden la singularidad de constituir los primeros libros de historia judía profana. Proporcionan asimismo datos históricos de provecho diversos textos apócrifos, rabínicos (los escritos que codifican la ley judía ―la Misná, la Tosefta y los Talmudes de Jerusalén y de Babilonia― y los midrases o comentarios de los pasajes bíblicos) así como los manuscritos encontrados en el desierto de Judea desde mediados del siglo pasado.

      Junto con las fuentes escritas bíblicas y extrabíblicas, nuestra información sobre la historia antigua hebrea se complementa con los continuos hallazgos de lo que se ha dado en llamar «cultura material». Su amplia tipología incluye restos óseos humanos y animales, vestigios de flora silvestre y de especies vegetales cultivadas, ruinas de construcciones (viviendas, calles, templos, palacios, fortificaciones, murallas), tumbas, representaciones artísticas o de culto (relieves, pinturas, esculturas), herramientas de trabajo (hachas, azadas, hoces), objetos suntuarios (collares, anillos, pulseras, pendientes), armas (puntas de flecha, lanzas, dagas, escudos), monedas, utensilios domésticos (vasos, copas, botellas, jarras, cuencos, cucharas, cuchillos)

Скачать книгу