La Guerra de la Independencia (1808-1814). Enrique Martinez Ruíz
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“En definitiva, los 87 regimientos de 1780 suben a 104 –35 de línea, 10 extranjeros, 12 ligeros, cuatro divisiones de granaderos de milicias y 43 regimientos provinciales– y este aumento resulta aún más acusado si de contemplar la cifra de cuerpos pasamos a fijar nuestra atención en la de batallones. Efectivamente, los regimientos de 1780 eran todos de dos batallones en tanto que a partir de 1791 tendrían tres, salvos los ligeros y provinciales, que sólo eran de uno, y los suizos que únicamente disponían de dos, aunque compuestos de seis compañías en vez de cuatro, que era el volumen de los batallones normales. De esta manera los 130 batallones de 1780 suben a 192 a principios del siglo xix, un importante incremento que no era indicativo de un proporcional aumento de potencia real. Independientemente de esta numerosa infantería…, existían las milicias urbanas que coadyuvaban a la defensa de sus localidades y a cuidar del orden público. Estas eran en 1780, 126 compañías peninsulares, tres que cuidaban del orden en los Presidios Menores –Melilla, Peñón y Alhucemas–, una fija en el Campo de Gibraltar y dos de caballería (una de lanzas en Ceuta y otra de moros Almogataces en Orán), en total 134 compañías, que aumentaron a 136 al constituirse dos de escopeteros de Andalucía, establecidas respectivamente en Sevilla y Granada y se redujeron a 131 al disolverse cinco de los nueve que había en Cartagena. La de moros Almogataces de Orán pasó a Ceuta”6.
Los cambios en la caballería fueron de menor entidad, pero también los hubo:
“En 1780 existían catorce regimientos de caballería de línea y ocho de dragones, todos ellos a cuatro escuadrones. Cuando alboreaba el siglo xix los regimientos de línea habían disminuido a doce, los de dragones seguían siendo ocho y nacían dos de cazadores –Olivenza y Voluntarios de España, que sustituían a los desaparecidos de línea Costa de Granada y Voluntarios– y dos de Húsares –María Luisa y Españoles–, creados en 1793 y 1795. La diferencia esencial es que mientras antes los regimientos estaban constituidos por cuatro escuadrones después eran todos de cinco con lo que el número de estos subía de 88 a 120”.
A estas fuerzas de infantería y caballería hay que sumar 41 compañías de inválidos que servían en plazas y fortalezas y los llamados Tercios Españoles de Texas –uno de cada arma–, constituidos en 1804 para ser enviados al territorio que les daba su nombre, pero que en 1808 aún permanecían en la Península.
Lo más destacable de la labor de Godoy como generalísimo se polariza especialmente en la reforma de la artillería y de los ingenieros. La reforma de aquélla se realiza en 1803; antes, el arma –con 272 oficiales en todas sus categorías– estaba compuesta por la compañía de cadetes del Colegio Militar de Segovia, la Academia de Matemáticas, también en Segovia y un regimiento de cinco batallones. La reforma consistió en poner a la cabeza un jefe de Estado Mayor y elevar a cuatro los regimientos, de diez compañías cada uno, lo que hacía un total de cuarenta, de las que seis serían de artillería a caballo. Por otra parte, había 62 compañías fijas de artilleros veteranos, otras 74 de milicias disciplinadas y cinco compañías de obreros de las maestranzas, de forma que la oficialidad artillera alcanzaba las 675 plazas, lo que suponía un incremento sensible respecto a la plantilla de dos décadas atrás. Los establecimientos que mantenía el personal del arma eran: las fundiciones de cañones de bronce de Sevilla, las fábricas de municiones de hierro colado de Sargadelos, Trubia y Orbaiceta, la de fusiles de Plasencia y Oviedo, de hierro tirado en Villafranca del Bierzo, las de pólvora de Murcia, Lima y Filipinas y las de armas blancas de Toledo.
Por lo que respecta a los ingenieros militares (compuestos por 150 oficiales, cuya misión era proyectar obras y fortificaciones que realizaban los artilleros, además de dirigir las Academias de Matemáticas de Barcelona, Ceuta y Orán, así como la formación de los oficiales de lasArmas Generales), con la reforma de Godoy el número de oficiales se incrementa a 174, mandados por un jefe de Estado Mayor y formarían el regimiento de zapadores minadores, encargado de construir las obras que decidiera el generalísimo tras consultar la Junta de Fortificaciones y Defensas. El cuerpo conservó sólamente la dirección de la Escuela Militar de Zamora –la única que quedó destinada a formar la oficialidad de las Armas Generales– y la de Alcalá de Henares –donde se formaban sus oficiales.
Distribución de la fuerza
Toda la fuerza enumerada7 en el momento de la invasión napoleónica estaba distribuida en función de unos objetivos fundamentales:
— Colaborar con las fuerzas francesas de Junot sobre Portugal.
— Participar en las operaciones continentales de Napoleón.
— Vigilar los movimientos enemigos que se produjeran en Gibraltar.
— Proteger las costas mediterráneas.
Con Junot colaboraban tres divisiones: la del teniente general Taranco, capitán general de Galicia; la del también teniente general Carrafa, capitán general de Extremadura y la del igualmente teniente general Solano, marqués del Socorro y, así mismo, capitán general de Andalucía, que totalizaban 23.755 hombres, 2.314 caballos y 44 piezas de artillería, si bien buena parte de estos efectivos ya había regresado a sus distritos de partida.
En el norte de Alemania había un cuerpo expedicionario español, constituido por una división a las órdenes del teniente general marqués de la Romana, a donde había acudido a requerimiento de Napoleón y cuyos efectivos estaban en torno a los 40.000 hombres.
En el Mediterráneo estaban distribuidas las siguientes fuerzas. En Baleares había 10.445 hombres, repartidos en trece batallones de infantería –el 6,56 por ciento del total de la infantería– y cinco escuadrones de caballería –el 3,97 por ciento del total del arma. En el territorio de la capitanía general de Valencia y Murcia había una fuerza algo menor, compuesta por 9.345 hombres pertenecientes a quince batallones de infantería –el 7,57 por ciento de la infantería– y cinco escuadrones de caballería –el mismo porcentaje, 3,97, que en Baleares. En el Reino y Costa de Granada la fuerza se limitaba a seis batallones de línea, un provincial y dos extranjeros –el 4,55 por ciento de la infantería– y diez escuadrones de caballería –el 7,93 por ciento, que en conjunto sumaban 6.809 hombres.
En la capitanía general de Andalucía, incluida la comandancia general del campo de Gibraltar, se repartían 47 batallones de infantes –el 23,74 por ciento del total de la Infantería– y 24 escuadrones montados –el 20 por ciento–, alcanzado los efectivos de ambas armas 28.874 hombres, más unos 2.500 de los Tercios de Texas. En las guarniciones de las plazas del norte de África tenemos diez batallones de infantes, compuestos por 4.104 plazas –en torno al 5 por ciento del arma.
El resto de la frontera portuguesa lo cubrían en Extremadura 2.798 hombres, repartidos en tres batallones y medio de infantes –el 1,77 por ciento de la infantería española– y cinco escuadrones montados –el 3,97 por ciento de la caballería– y en Galicia, la guarnición era 39 batallones de infantería –lo que hace un 19,70 del total. Más al este, en Asturias y Santander encontramos tres batallones, una fuerza reducida que supone el 1,51 por ciento de la infantería española. La frontera con Francia estaba muy poco guarnecida: en Cataluña había diez batallones –el 5,05 por ciento del arma– y cinco escuadrones montados –un 3,97 por ciento–. En Aragón estaba la mitad del primer batallón de voluntarios de Aragón, que era de infantería ligera y una compañía de artilleros. Y en Navarra dos batallones y medio de infantería –1,51 por ciento. Estas cifras suponían que desde Navarra hasta la desembocadura del Ebro sólo hubiera 8.512 hombres, equivalentes al 6,19 por ciento de la fuerza total del Ejército.
Parece como si las tropas estuvieran distribuidas por la periferia de la Monarquía, formando un largo cordón, cuyo trozo más grueso es el de la frontera portuguesa y zona meridional, mientras que su menor consistencia la presenta por el lado de la frontera francesa. Una distribución que no tenía nada que ver con la existente