Entre la filantropía y la práctica política. Sofía Crespo Reyes

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Entre la filantropía y la práctica política - Sofía Crespo Reyes

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mujeres, como mujeres de su tiempo, construyeron un modelo de participación asociativa basado en una amplia red social dedicada a la administración de escuelas gratuitas, a la fundación del sindicalismo católico, a la atención de mujeres dedicadas al comercio sexual, a la formación de grupos de ayuda mutua, a la labor filantrópica en hospitales y cárceles, a impulsar la defensa de los intereses religiosos. En los periodos de mayor persecución religiosa, esta red se convirtió en su “red de seguridad” y les otorgó una flexibilidad en términos de adaptación y maleabilidad ante la adversidad. Con ello pudieron continuar con sus prácticas religiosas y ampliar su capacidad de acción en un contexto de fuerte presión política. Así, se convirtieron en activistas de la acción social católica y su labor se hizo visible en las calles de la capital del país.

      El espacio urbano de la Ciudad de México entre 1870 a 1932 estuvo en movimiento y constante transformación. El programa de acción social de las Damas Católicas se insertó en la ciudad desde diversas dimensiones: la manzana, el barrio, la parroquia, la demarcación y la capital en su conjunto. Gracias a su movilidad construyeron su propio entramado social y pudieron actuar en distintos campos de manera simultánea, múltiple, y articulada. Así, mientras creaban un sistema catequístico, fundaban sindicatos o escuelas y discutían públicamente con los gobiernos posrevolucionarios, crearon de manera paralela una estructura material que les dio soporte.

      Las condiciones del espacio urbano no fueron una limitante, lo mismo actuaron en zonas marginadas, como en sitios con un mejor desarrollo. Su quehacer guió su propia organización espacial, conocieron a fondo las condiciones de cada lugar. De esta forma, pudieron determinar sus centros rectores de acción y enfocar sus objetivos a las clases sociales donde, desde su perspectiva, podrían tener mayor impacto. El espacio urbano no fue un escenario, por el contrario, les otorgó fuerza y solidez para cohesionarse y sostener su acción.

      Los estudios históricos sobre las organizaciones de católicos mexicanos son amplios y sumamente relevantes. Adame3 y Ceballos,4 por ejemplo, han analizado el pensamiento, la organización y las distintas ideologías que conformaron la corriente del catolicismo social; Hanson5 en cambio, se sumerge en el pensamiento y la acción social católica como estrategias de la jerarquía eclesiástica para ganar influencia política; Ávila6 estudia las motivaciones y los resultados de la formación de organizaciones católicas de trabajadores como una práctica de la élite católica para actuar como mediadores del gobierno y prevenir conflictos laborales. Bautista7 analiza las interacciones de carácter político-institucional y social que surgieron entre el Estado y la Iglesia durante el proceso de secularización de la nación, su objetivo central es comprender cómo la normatividad, producto de las Leyes de Reforma, generó una serie de mecanismos a través de los cuales se dio la relación entre el clero, la sociedad y los gobiernos locales. Meyer,8 González,9 Curley,10 entre otros se han dedicado a analizar las relaciones políticas entre la Iglesia y el Estado durante las primeras décadas del siglo XX, en particular, el papel del activismo católico durante la Guerra Cristera.

      Los trabajos sobre las organizaciones de mujeres católicas responden a un interés reciente por reconstruir desde la historia de género y de las mujeres la experiencia femenina en la historia. Chowning analiza el surgimiento de las Damas de la Vela Perpetua durante el siglo XIX a partir de las corrientes historiográficas que señalan un proceso de feminización al interior de la Iglesia Católica, producto de la secularización de los estados-nación y de su impacto en la experiencia devocional de hombres y mujeres. Ella señala que los hombres construyeron su devoción en la acción política, mientras las mujeres poblaron iglesias y poco a poco ocuparon un lugar central en las actividades parroquiales. Así, la iglesia y sus sacerdotes trasformaron sus actividades para acoplarlas a las necesidades femeninas, modificaron el sistema devocional y al mismo tiempo, la actividad parroquial se convirtió para algunas mujeres en un nuevo espacio de acción pública y política.11

      Chowning recupera el concepto de feminización para explicar el aumento de la asistencia femenina al interior de las iglesias en México y la modernización del sistema devocional. Al mismo tiempo, abrieron un espacio de participación femenina, al grado que se convirtieron en las aliadas perfectas de los sacerdotes, pues actuaron para vincular a las comunidades, a sus barrios y a sus familias con las parroquias.12

      Por su parte Silvia Arrom, se ha dedicado a estudiar tanto la sección masculina como la femenina de la Asociación de San Vicente de Paul, lo cual le permite observar que conforme avanzó el siglo XIX las mujeres fueron justificando su asociacionismo en torno a la filantropía y la caridad. Para Arrom, más que un proceso de feminización o de abandono de la filantropía por parte de los sectores masculinos, observa una división social del trabajo por género, con la incursión de las mujeres en la vida parroquial y con su nueva relación con el párroco, ellas empezaron a hacerse cargo de actividades públicas concebidas como “propias de su género” y que iban más allá de su papel maternal, pero al mismo tiempo, formaban parte del “deber ser de la mujer” e implicaban llevar la acción del cuidado femenino y materno a nuevos espacios como cárceles, asilos, hospitales y escuelas, lugares donde las mujeres actuaron llevando la doctrina religiosa, trabajando en el cuidado a los enfermos, dando de comer a pobres y criminales o bien educando a niños y adultos. Por su parte, los hombres se dedicaron a otras labores, si bien donaban dinero a las actividades filantrópicas, su accionar se encaminó hacia la defensa de la religión en el ámbito político, acto que en México se consolidó con la fundación del Partido Católico Nacional en 1912.13

      Desde mi punto de vista, el análisis de Silvia Arrom permite comprender cómo esta división sexual del trabajo fue central en la defensa de la Iglesia frente al proceso de secularización.14 Así, las mujeres asumieron una rutina acorde con “el trabajo femenino” encaminada hacia la caridad y la asistencia social. Asimismo, se promovió un discurso maternal que fomentó el papel de la mujer como el centro de la vida doméstica que la Unión de Damas Católicas heredó y puso en marcha al momento de construir su propio proyecto de acción social enfocado en la defensa de la Iglesia.

      El conjunto de investigaciones históricas sobre las Damas Católicas ha centrado su atención en analizar la organización durante la década de los veinte. La mayoría de las investigaciones basan su análisis en la revista La Dama Católica, surgida en 1920 y desaparecida en 1927.15 En este trabajo recupero fuentes que se encuentran en el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de México, y en el Archivo Histórico de la Universidad Iberoamericana, así como otras fuentes hemerográficas como la revista Acción Católica.16

      Las investigaciones han destacado el papel de esta asociación como parte del movimiento del catolicismo social, han señalado que las Damas Católicas formaron parte del conjunto de organizaciones cuyo desempeño fue clave para comprender las estrategias diseñadas por la jerarquía eclesiástica para ganar influencia política.17 Esta historiografía señala las líneas de pensamiento de las Damas de manera tangencial, así como sus actividades y su relación con otras organizaciones católicas del momento, incluso ha dado por sentado su funcionamiento sin tomar en cuenta las particularidades de la misma pues sus objetivos han sido otros.18

      Desde los estudios de género se ha rescatado la relación entre el discurso de las Damas Católicas con el dogma religioso y la promoción del papel tradicional de la mujer en el hogar, aunque en la práctica el clero fomentó la participación de las mujeres en los espacios públicos. Se ha señalado que la acción de estas mujeres dependía de la estructura patriarcal y, por ende, fue limitada y se encontró siempre bajo la tutela de la Iglesia y sujeta a una estricta vigilancia.19 Este tipo de análisis enfatiza la influencia de las mujeres católicas en el espacio político destacando su participación para afianzar la influencia de la Iglesia en la sociedad de los años veinte y treinta tanto en la Ciudad de México como

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